Del PRI al PSUV
Fernando Mires. Blog POLIS
Tesis:
Sólo una derrota electoral puede salvar
políticamente al PSUV como ocurrió en México con el antiguo PRI
El
PRI ya no es el PRI dicen en México, frase breve que sintetiza la gran
transformación del PRI. Transformación que en gran medida emergió como
resultado de otra: la de la estructura política mexicana. Porque el regreso del
PRI al gobierno, ratificado por las elecciones de 01.07.2012 que dieron como
vencedor a Enrique Peña Nieto, opera en un escenario multicolor marcado por un
partidismo institucionalizado en donde tienen lugar múltiples proyectos e
iniciativas civiles.
La
antigua dominación estatal ejercida por el que fuera calificado como el partido
político más corrupto y anti-democrático de América Latina, ha quedado atrás.
Hoy el PRI ha regresado como un partido entre varios: plural, social,
competitivo y coalicionable, como deben ser los partidos en un marco
democrático. Los caudillismos locales, las mafias, los gobernantes omnímodos,
tan propios al antiguo PRI, ya son cosas del pasado.
Así
como Hegel indicó que la liberación del oprimido libera al opresor en tanto
opresor, en la contienda política suele suceder que la oposición, bajo
determinadas condiciones, libera a los partidos no democráticos de su
anti-democratismo. En ese sentido la oposición al PRI liberó al nuevo PRI del
antiguo PRI. Ese será también, entre otras, una de las tareas que corresponderá
indirectamente a la oposición venezolana: la de liberar políticamente al PSUV
de su condición estatal (burocrática y militar) a fin de que se convierta en un
verdadero partido político como hoy es el PRI.
Pensemos:
en el caso de una eventual derrota, el PSUV si es que no se desliza por el
tobogán golpista, o si no se pulveriza en múltiples fracciones, será el
principal partido de oposición. Pero lo será en un espacio rayado por normas y
reglas propias al juego político. En ese contexto, y aplicando de nuevo la
lógica hegeliana, el PSUV, al abandonar al estado, no tendrá otra alternativa
que la de convertirse en un partido de la “sociedad civil”: uno más entre
varios, como son hoy los partidos que apoyan a Henrique Capriles.
No
hay que olvidar que la gran coalición caprilista fue también el resultado de un
arduo y largo proceso de renovación política. Es que contra la astuta
dialéctica de la historia no hay pero que valga. Si un partido político no se
transforma de acuerdo al signo de los tiempos, muere. Los cementerios de
partidos políticos están –basta echar vistazos a la historia- más que
superpoblados.
En
cierto modo el PSUV es la versión venezolana de lo que fue el viejo PRI:
estatista, corporativista y corrupto. Pero no se trata de una copia fiel. El
PSUV es más bien una versión ampliada y empeorada del antiguo PRI. Eso quiere
decir que diferenciar entre lo que fue el PRI y lo que es el PSUV es también
importante.
Mientras el PRI fue depositario histórico de
una auténtica tradición revolucionaria iniciada en 1910, el PSUV no corresponde
con ninguna gran tradición. De ahí que haya tenido que buscarla en el pasado
más remoto, en ese bolivarismo mitológico cultivado con devoción, pero
absolutamente impropio a las condiciones que imperan en el siglo XXl. Pero hay,
además, otras diferencias.
Mientras
el PRI nunca fue personalista, el PSUV se convirtió desde un comienzo en la
prolongación colectiva de un pensamiento individual: el del caudillo. Mientras
el PRI, si bien buscó apoyo en los estamentos militares, nunca fue un partido
militarista, como es el PSUV. Mientras en el PRI coexistían diversas fracciones
(obreras, campesinas) en el PSUV están prácticamente prohibidas. Mientras el
PRI logró articular a los más destacados intelectuales y artistas de la nación,
el PSUV brilla por su miseria cultural. Mientras el PRI fue, por lo menos en
sus comienzos, un partido nacionalista, enfrentado al expansionismo que
caracterizó a EEUU hasta la primera mitad del siglo XX, el PSUV no sólo no ha
tenido ningún problema (real, no verbal) con los EEUU, sino, además, ha
delegado aspectos importantes de la soberanía nacional a Cuba.
Las
diferencias mencionadas harán muy difícil la transformación del PSUV de
partido-estado en partido político, como ocurrió con el PRI. No obstante, esa
transformación será la única alternativa que garantizará la sobrevivencia
histórica del PSUV.
Sintetizando:
El PSUV, como el antiguo PRI, no es un partido de la sociedad civil. Es un
partido nacido y formado en y desde el estado. El triunfo de la oposición
traerá inevitablemente consigo la des-estatización del PSUV.
Incorporado en un espacio no estatal, el
cívico, el PSUV tendrá una nueva chance: la de encabezar la oposición
democrática al nuevo gobierno. Ahí, pensando de modo optimista, puede que sus
militantes descubran, como ocurrió al PRI, un nuevo poder: el poder opositor,
el que en democracia puede ser más poderoso que el propio poder gubernamental.
Pues, mientras el poder gubernamental es más instrumental que político, el de
la oposición es más político que instrumental. En fin, sólo un triunfo de
Capriles puede salvar al PSUV de sí mismo, o lo que es igual, de sus tres
estigmas principales:
°
La corrupción de la clase estatal dominante (“boliburguesía”)
° La militarización de las estructuras
partidarias
° El personalismo que impide el desarrollo de
las ideas, tanto individuales como colectivas
Repitiendo
entonces la tesis: Sólo una derrota electoral puede salvar políticamente al
PSUV como ocurrió en México con el antiguo PRI.
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