Saturday, June 30, 2012


Mercosur pierde a Paraguay, recibe a Venezuela, gana Paraguay
Mario J. Viera

Hay un dicho que dice “mejor solo que mal acompañado” y ese dicho le cuadra muy bien a Paraguay luego de ser suspendido de participar en el Mercosur. Los gobiernos zurdos vieron por fin la oportunidad de la Venezuela de Chávez para ingresar en el club de presidentes aburridos que se reúnen para, de vez en vez, matar el tiempo y gastar recursos económicos de sus respectivos estados. La puerta quedó franqueada para Chávez con la suspensión de Paraguay cuyo Congreso había rechazado el ingreso en Mercosur al payaso de Miraflores. Es la decisión que tanto esperaba el chavismo para meter sus narices en el Mercosur y al suspenderse al Paraguay, ¡Ah!, según Víctor Álvarez, ex ministro de Industrias Básicas y Minería, un economista rojo rojito venezolano consideró que el “factor perturbador” que impedía el ingreso de Chávez en el Mercosur “era esa derecha recalcitrante paraguaya".

Ya Chávez considera fecha histórica la permisividad de Argentina, Brasil y Uruguay para recibirle en el Mercosur y Franco, el actual presidente de Paraguay sonríe y se divierte diciendo que Paraguay se ahorra plata con la suspensión pues ya no tiene que gastar en  cócteles y banquetes: "No asistiré a las cumbres, no habrá banquetes, ahorraremos plata, eso nos va a venir bien”; y ya hablando en serio, la cancillería paraguaya expresó su opinión en un comunicado:

La decisión de suspender la participación de la República del Paraguay en los órganos e instancias de la Unión se tomó sin sustento jurídico alguno. Ninguna norma vigente autoriza a excluir a un Estado Miembro, o a sus representantes, de las reuniones de Unasur”.

Para el nuevo gobierno paraguayo la suspensión que impulsaron los amigos de Chávez, Cristina Fernández, Dilma Rousseff y José Mujica, no durará por mucho tiempo, así que Federico Franco declaró recientemente: "Vamos a tener tiempo de dialogar, primero ordenaremos la casa, después hablaremos con los países vecinos”. Esto es como tirarles a basura y decirles por directo que en Paraguay ellos no gobiernan y quien está al mando es él.

El expresidente de Uruguay Luis Lacalle calificó de maniobra diplomática el acto de suspender a Paraguay y la precipitada decisión de dar ingreso a Venezuela en el Mercosur: "Se nota cuál ha sido el objetivo final de esta maniobra de carácter diplomático. Esto no ha sido una preocupación por el Paraguay, sino buscar una manera oblicua de cumplir con la voluntad de Venezuela” según fuera citado por el diario El Universal de Caracas.
Con Paraguay ausente los socios del Mercosur le hicieron guiños a Wen Jiabao, Primer Ministro de China con el propósito dizque para profundizar el comercio con el gigante asiático y una posible zona de libre comercio. Y salta el bueno de Mujica del Uruguay, el que quiere legalizar el comercio y consumo de la mariguana: “El proyecto Mercosur ni por asomo está terminado. Este desafío nos pone una especie de norte porque todos sabemos qué significa China y no hay que disimularlo: es el gran comprador y el gran vendedor de nuestra época
Por su parte Doña Cristina K, se encomienda al altísimo y al Espíritu Santo: “Espero que Dios nos ilumine para el desarrollo de una política que combine los intereses (tanto de China como de los gobiernos del Mercosur)”. Sí, de lo que no cabe duda es que tener relaciones comerciales con China requiere bastante iluminación divina. A lo mejor hasta, con el impulso de Chávez, ya dentro del Mercosur, y el apoyo de Rafael Correa se llegue hasta hacer tratados comerciales con Irán. Yo, humilde observador, no lo pongo en duda.
Veremos, veremos si, luego de las elecciones que en Paraguay elija nuevo gobierno, se decidan los zurdos bananeros a reconocerle la silla en el Mercosur, porque es muy probable que sea “esa derecha recalcitrante paraguaya” la que ganará las elecciones. De todos modos Paraguay ganará con la suspensión y ─ ¡quién sabe! ─, quizá  Chávez deje de ser el presidente de Venezuela y en su lugar esté el “escuálido” de Capriles.

La caída del caudillo

Francisco Rivero Valera.  EL UNIVERSAL

Ya se acabaron los días de gloria del Presidente, si es que algún día los tuvo.

Serían aquellos días de protagonismo, cuando era centro de atracción de líderes Hispanoamericanos encandilados ante un supuesto modelo político revolucionario, hecho en Venezuela, y exportable.

Días de gloria cuando algunos se atrevieron a decirle: el Simón Bolívar reencarnado, porque Bolívar dizque despierta cada 100 años, según Pablo Neruda. Y esta vez como que reencarnó en el caudillo.

Y cuando algunos desearon ser hijos putativos del Presidente, seguir su ejemplo en las elecciones de sus países y marcar a sus pueblos, como vacas, con el sello RBHV  o sea revolución bolivariana hecha en Venezuela. Y nacieron 5 hijos: Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa y un parto de morochos: los Kirchner. Y 2 abortos: Ollanta Humala y Manuel Zelaya.

Días de gloria porque muchos peleaban por salir fotografiados con el caudillo. Y celebraban sus pésimos chistes con carcajadas full de interés político y económico,  requisito básico para recibir petrodólares del San Nicolás venezolano. Como zamuros cuidando carne.

En Venezuela, mientras tanto, se vivía la confusión: no se sabía si primero era Dios  y después el Presidente o si el Presidente era un dios. Como el Flautista de Hamelin.

Pero el fiasco vino después.

Cuando todo mundo se dio cuenta de su modelo político como copia fiel y exacta, la exportación  e implantación del fracasado modelo cubano castro comunista, disfrazado de socialismo del siglo XIX, luego de socialismo del siglo XXI y, al final, de comunismo robolucionario.

Cuando la ruina social y económica de Venezuela, ocasionada por el chavismo, fue vista por otros pueblos como un paquete chileno: una catastrófica política continuista envuelta en mentiras, cinismo e infinita corrupción.

Y cuando se enfermó el Presidente de cáncer.

Luego vino la estampida.

Y ya nadie trataba de fotografiarse ni ser relacionado políticamente con el Presidente. Ni siquiera Ollanta Humala en Perú, ni López Obrador en México. Como la lepra.

Ni nadie se reía de sus malos chistes. Y sus hijos putativos, Evo, Daniel y Rafael le picaron el ojo al capitalismo salvaje. Apenas  perduró algo de lealtad en Cristina, con llantos ocasionales por su enfermedad, y Lula, con sus saludos de larga distancia o, mejor dicho,  a distancia.

Pero el colmo de la mala suerte del caudillo ha sido la aparición del flaquito Capriles. Es el centro de atracción de toda la gran oposición del país que quiere salir de su patético gobierno en las elecciones del 7 de octubre. Es su dolor de cabeza.

Y ahora tienen miedo de la derrota electoral, el caudillo y los chavistas corruptos. El régimen cubano, de perder esta papaya venezolana. Los chinos, de la inauditable inversión en créditos y proyectos. Los rusos, de la incertidumbre en los convenios confidenciales. Irán y otros congéneres del terrorismo, del fin de sus relaciones top secret. Los países del ALBA y otros, de los petrodólares que reciben a montón. Porque, en palabras de mi pueblo: muerto el toro se acaba la corrida.

Faltaría ver los últimos días del caudillo, después de las elecciones. Puede ser: recargando energía en nuestra isla de Margarita o de Lanai en Hawaii. En las playas de Tel Aviv. O en el mejor spa de Libia. Con séquito incluido.

 Todo depende de la actitud de los venezolanos al votar por la libertad y la democracia o por la continuidad de la ruina social y económica de nuestro país.

 Veremos.

Thursday, June 28, 2012


¿Hubo golpe  de estado en Paraguay?

Alvaro Vargas Llosa

La destitución del Presidente de Paraguay ha remecido a la región latinoamericana. Un grupo de países capitaneados por la Venezuela de Hugo Chávez ha denunciado un golpe de Estado y retirado a sus embajadores. Los gobiernos moderados de centro izquierda y centro derecha, desbordados por la reacción de la izquierda carnívora en respaldo de Fernando Lugo, el mandatario destituido, han seguido la línea de Caracas aunque con algo menos de severidad.

Hace cuatro años, Lugo, un ex obispo católico, interrumpió la hegemonía de seis décadas del autoritario Partido Colorado con una victoria sorprendente. Lo hizo a la cabeza de una improbable coalición de partidos de izquierda y liberales que sólo tenían una cosa en común: su odio a la era de los “colorados”. Los nexos umbilicales entre el Partido Colorado, los militares y una trama de intereses latifundistas habían hecho de Paraguay el estereotipo del Estado latinoamericano pre moderno o neocolonial.

Muchos daban por descontado que Lugo bailaría al son de los hermanos Castro y Chávez. Pero en parte por las resistencias que enfrentaba en su país y por su propio temperamento, Lugo limitó el empleo de sus instintos socialistas a la realización de una modesta reforma sanitaria, la repartición de subvenciones a unas 20.000 familias y un aumento de impuestos a los productores de soja. Se le cruzaron en el camino un cáncer y algunos hijos ilegítimos que fueron saliendo a la luz pública con escándalo. Esto último, de todas formas, tuvo menos efecto del que habría tenido en otras partes: en un país que perdió a la mayor parte de sus varones jóvenes durante la Guerra de la Triple Alianza en el siglo 19, la práctica de tener hijos ilegítimos está muy extendida. De los cuarenta y cinco Presidentes paraguayos, ocho fueron hijos de madre soltera.

La suma de todo esto, sin embargo, debilitó a Lugo ante sus adversarios, incluyendo los liberales que dominaban su coalición. El aislamiento político lo llevó a hacer esporádicas concesiones al Partido Colorado. Nunca bastaron para aplacar a los intereses creados, especialmente a la luz de las periódicas invasiones de terrenos por parte de campesinos a los que Lugo se resistió a enfrentarse de forma drástica.

Es irónico que Lugo fuera destituido tras una invasión de tierra a la que sí respondió con fuerza. Cuando una treintena de campesinos se metieron a una finca de la conocida familia Riquelme, su gobierno intervino. Los campesinos armados mataron a seis policías y sufrieron once bajas, gatillando el drama que desembocó en la destitución de Lugo una vez que el mandatario enfureció a los liberales al sustituir al ministro del Interior con un miembro del opositor Partido Colorado. Los diputados votaron masivamente a favor de que el Senado le abriera un juicio político. El Senado obedeció con la velocidad del rayo y el resto es historia.

En un continente conocido por todas las variantes del golpe de Estado, se entiende que haya quienes de buena fe piensan que eso es lo que hubo. Pero no lo fue. Se siguió la letra de la Constitución, incluida la abrumadora votación parlamentaria y la sustitución del mandatario por su Vicepresidente, el “aliado” liberal Federico Franco. Las elecciones presidenciales programadas para abril no han sido canceladas y los cuarteles están quietos. Es más: aunque Lugo condenó desde un inicio la destitución, no usó la expresión “golpe de Estado” al comienzo. Sólo cuando Chávez y compañía se encaramaron sobre la crisis paraguaya para liderar una reacción internacional el paraguayo se envalentonó.

 Si no fue un golpe, ¿qué fue? Fue una acción alevosa y vil por parte de un grupo de intereses que tienen en común poco más que su desprecio a Lugo y su efecto será reblandecer las instituciones del país. También fue una movida profundamente estúpida: echar a un Presidente por un tipo de incidente que ocurre con (demasiada) frecuencia en las democracias sudamericanas a nueve meses de unas elecciones que probablemente ganará el Partido Colorado tiene la apariencia de una conspiración golpista, especialmente si la dirige la derecha. Esto es lo que ha desarmado a la centro izquierda y la centro derecha latinoamericanas ¿de Brasil a Chile?, que se han dejado llevar por la reacción de Chávez y compañía.

 Es evidente que Venezuela, Bolivia y Ecuador (con sostén cubano) no son las voces más autorizadas en un esfuerzo por restituir democracia alguna. Unos con más éxito que otros, esos gobernantes han demolido las instituciones democráticas que les sirvieron para llegar al poder. Su reacción a la crisis de Paraguay está dictada por el instinto de supervivencia. Han suministrado innumerables pretextos a las agonizantes instituciones democráticas de sus países (infinitamente más de los que suministró el moderado Lugo) para merecer una destitución. Argentina, otro gobierno populista que se está volviendo más autocrático y radical con cada minuto que pasa ahora que ha implosionado el modelo económico, tiene sus propias razones para temer una situación “paraguaya”. Que haya añadido su voz al coro dirigido por Caracas no sorprende.

 Hay otra razón por la que la destitución de Lugo fue un craso error. Ha suministrado gratuitamente una causa a los peores gobiernos de América Latina y expuesto la falta de espina dorsal diplomática y de seguridad en sí mismos de que adolecen los mejores.

Capriles, toma nota
Mario J. Viera

Henrique Capriles debe tomar nota del affaire paraguayo. El plan fracasado del chavismo en Paraguay llevado a cabo por el canciller Nicolás Maduro impone un llamado de alerta. No solo queda al descubierto la flagrante intromisión en los asuntos internos del Paraguay la acción que denuncia ahora la  ministra de Defensa paraguaya, María Liz García sino las verdaderas intenciones que se albergan en la cúpula chavista en caso de perder las elecciones frente a la candidatura de Capriles.

Con todo el descaro del mundo, Maduro se reunió con los comandantes de las fuerzas armadas de Paraguay ─ con el visto bueno del general Angel Vallovera Antúnez, jefe del Gabinete Militar ─ para incitarles a un pronunciamiento armado en caso de que Lugo fuera destituido.

El canciller (Maduro) ─ según denuncia María Liz García ─ arengó (a los oficiales) a que respondieran a una situación que se estaba dando y que afectaba al expresidente, pidió que respondieran en ese momento, conforme a lo que le ocurriera al expresidente Lugo”.

La denuncia de la ministro de Defensa se  produjo luego de hacer averiguaciones y consultas con los comandantes de las fuerzas armadas presentes en la reunión con Maduro. Evidente es la injerencia del chavismo, injerencia, por demás, criminal porque perseguía hacer correr la sangre en Paraguay. Aunque la responsabilidad del acto inamistoso e injerencista recae directamente sobre el gobierno de Hugo Chávez, parte de la misma le toca los representantes de los gobiernos que integran el Mercosur que se encontraban en Asunción intentando persuadir al Congreso paraguayo de suspender el juicio político contra Fernando Lugo.

La reacción de Federico Franco ya instalado como presidente de Paraguay fue hacer importantes cambios en los mandos militares y ordenar la destitución del cargo de jefe del gabinete militar de la República del general Angel Vallovera.

Si bien es cierto que la destitución de Lugo luego del juicio político abierto por el senado paraguayo fue relampagueante y no favoreció la debida defensa del acusado; si cierto es que hubo intrigas e intereses políticos en el enjuiciamiento, la verdad es que no se trató de un golpe como ha asegurado el canciller venezolano y algunos de sus colegas del socialismo del siglo XXI y los coadjutores del Mercosur. La destitución del inepto presidente paraguayo se realizó en el marco de los postulados constitucionales y dentro de la realidad política paraguaya. Quizá hubiera sido preferible haber sido menos sumarísimo el juicio político, considerando las implicaciones internacionales que acarrearía la destitución constitucional del mandatario; pero nunca de un golpe de estado.

De todos modos queda en evidencia el carácter injerencista del gobierno de Venezuela y su decisión de recurrir a un pronunciamiento armado del ejército “chavista” en caso de que la oposición venezolana gane las elecciones el próximo 7 de octubre. Ya esto lo había expresado el general Henry Rangel Silva, el aliado de Chávez durante el fallido golpe de Estado de febrero de 1992 que este último encabezara.

Así lo hizo conocer Rangel, que las fuerzas armadas de Venezuela estaban “casadas con el proyecto político socialista”; que en caso de una derrota electoral “eso no lo va a aceptar la gente, las Fuerzas Armadas no, y el pueblo menos”.

Si han sido capaces de conspirar dentro del territorio de otro país para promover el caos, ¿de qué no serán capaces de hacer en su propio país? Así que, Capriles debe tomar nota de este procedente. Una medida preventiva que pudiera llevar a cabo es denunciar a Maduro como injerencista en los asuntos internos de otro país y mostrarlo como ejemplo del carácter criminal, conspirativo y totalitario del chavismo.

Aló Presidente, ¿estás ahí?

Orlando José Bruzual Rojas.  EL UNIVERSAL

Para los venezolanos que  están  cansados de  escuchar al Presidente hablar tanta  bobería junta, pueden  quedarse tranquilos,  ya que  "Aló presidente"  está desapareciendo como  animal en vía de extinción.

Lamentos para unos  y bendiciones para otros.  Este programa  que comenzó en 1999 como una herramienta  para contrarrestar  a los  medios de comunicación opuestos a su revolución , está desapareciendo ante la mirada impotente de miles de sus seguidores quienes no solo se divertían escuchando al Presidente cantar  y bailar  joropo, sino  que también podían informarse  sobre las últimas adquisiciones militares,  y hasta  podían conocer  sobre las condiciones climáticas del país ya que el Presidente como Dios, lo sabía todo.

Como abono que devuelve  a la tierra los nutrientes,  el programa "Aló Presidente" no solo ha alimentado la esperanza de miles de sus seguidores sino ha servido como pilar de soporte a la revolución bolivariana. En "Aló Presidente", el mismo mandatario podía mentir al pueblo sin que nadie de los presentes lo pudiera desmentir. La palabra del Presidente es sagrada. Si el mandatario se ríe, todos los militares y sus ministros presentes tienen que reírse. Si el Presidente ordena al ministro de la Defensa que le traiga un cafecito en plena audición, este debe cumplir sus órdenes si no quería perder su puesto.

Pero si para muchos de sus seguidores,  el Presidente conoce muy bien los temas que habla. Para otros, este programa es un insulto a la inteligencia y a la paciencia del venezolano ya que no solo utiliza un lenguaje bajo y ofensivo insultando a todo venezolano decente que piense diferente a él, sino que se toma la libertad de hablar por varias horas sin importarle  si la gente le escucha o no.   

Aló Presidente,  ¿estás ahí?  Ya la voz que una vez se escuchaba hablar por horas  está desapareciendo. Al igual que sus intervenciones, la revolución se desinfla y con ella su propaganda. Sus trece años en el aire dejan  grabado en el imaginario del pueblo mucha confusión y recuerdos oscuros.  Y es que a medida que los circuitos del cuerpo comienzan a quemarse, "Aló Presidente" también, comienza a desaparecer.

Wednesday, June 27, 2012


¿Por qué la disidencia no es un referente para el cubano de a pie?

Iván García. MARTINOTICIAS

No son pocas las noches que debo escuchar unas cuantas quejas y críticas subidas de tono hacia el régimen del General Raúl Castro. Las causas de los disgustos son variadas. Desde lo difícil de llevar comida a la mesa por los altos precios de los productos básicos y los bajos salarios, hasta la absurda doble moneda, la ineficacia del aparato judicial, la burocracia letal y la corrupción en todos los niveles de la vida.

Por menos que eso, les digo, en cualquier país del mundo la gente se tira a la calle a protestar. En Cuba no. Las personas prefieren tomar de tribuna la sala de su casa. Y puertas adentro y en voz baja, no se cansan de lamentarse de su mala suerte.

Cuando usted les pregunta por qué no se sindicalizan de forma independiente, en el caso de los trabajadores, o las amas de casa salen a la calle con las cazuelas vacías, a hacer ruido por la carestía de la canasta básica, todos ponen caras largas. Invariablemente la respuesta es: “Yo no soy un héroe”. Y en el mejor de los casos: “Si otros lo hacen yo me sumaría”.

¿Por qué no se asocian a un grupo opositor?, vuelvo a indagar. Para no confesar su temor, suelen decir que "no desean poner en riesgo a su familia". O que no confían en la disidencia o que a ellos ningún opositor se les ha acercado.

Ese es un punto interesante. Es raro que en un barrio de La Habana -menciono la capital por ser donde vivo-, no resida un disidente. La mayoría de los opositores sufren las mismas carencias que los ciudadanos comunes. Incluso más. Pues por lo general son acosados por los servicios especiales.

Mi apreciación es que la oposición cubana no ha sabido aprovechar el evidente descontento popular para sumar adeptos.

Viven enclaustrados en un mundillo por ellos mismos creados, salvo contadas excepciones. Es el mundillo de las charlas, academias, videos y encuentros. Sí, es cierto que sus artículos y documentos son redactados en la isla, pero generalmente solamente los leen los agentes encargados de vigilarlos o los periodistas y blogueros autorizados por el gobierno para replicarles. Un círculo vicioso estéril.

Los cubanos de a pie ni siquiera se enteran de qué va el asunto. Mientras, siguen disgustados por estar dos horas en una parada para abordar el ómnibus. Se quejan de todo. La pésima elaboración del pan. Cómo los contenedores de basura se desbordan. Las calles convertidas en ríos por los innumerables salideros.

No creo que Manuel Lagarde o Enrique Ubieta, defensores a ultranza del régimen, desconozcan que sus vecinos están irritados por la mala calidad de la educación y la salud pública.

Ocho de cada diez personas con las cuales hablo, están descontentos con los Castro. La oposición nunca ha sabido capitalizar ese enojo.

Está más preocupada en que sus planes e intenciones se conozcan fuera de las fronteras cubanas. Y apenas realizan trabajo comunitario local, a no ser la Red de Comunicadores Comunitarios que preside Martha Beatriz Roque y grupos apenas conocidos en provincias del interior.

Es cierto que la Seguridad del Estado, entre el acoso, los topos infiltrados y su misión de dividir, les hace más fastidiosa y complicada su labor.

Los medios del régimen no le dan espacio a la disidencia para que puedan emitir sus puntos de vista. Y no lo harán. Por tanto, ese espacio hay que ganárselo a pulso. La labor de un partido opositor es captar miembros.

Creo que no es muy difícil encontrar gente dispuesta a escucharlos. Debiera la disidencia enfocarse más en los problemas de sus vecinos del barrio. Que constituyen un aliado natural.

Cierto que alistar a cubanos escépticos con la política sí no es tarea fácil. Los políticos no están de moda, ni en Cuba ni en otras naciones. Y muchos indignados criollos ven también a la disidencia como una banda de vividores y oportunistas.

Es el mensaje que el gobierno ha trasmitido durante años. Desmontarlo no es simple. Y el comportamiento de determinados disidentes tampoco ayuda.

No son pocos los que se enrolan en la oposición para, a la vuelta de un tiempo, ganarse el status de refugiado político. Existe una disidencia golondrina.

Y algunos que resisten y combaten con sus ideas al régimen dentro de la isla, se han transformado en narcisistas de libro. Para ellos, los proyectos políticos son válidos solamente si ellos los han redactado. Los otros proyectos no cuentan. O sí. Para descalificarlos.

Noto una tendencia preocupante entre algunos disidentes. Están usando las mismas armas del régimen. Conmigo todo, fuera de mí, nada. Y las calumnias entre ellos son muy frecuentes. Cuando alguien no les rinde pleitesía o no comparte sus teorías, lo primero que sueltan es: “Fulano es agente de la seguridad”.

Sin aportar pruebas. Es la manera más rápida de etiquetar a un adversario de criterios. Por esa vía, nada sacarán en limpio. Es el régimen quien gana puntos teniendo todo el tiempo a los disidentes fajándose entre sí.

La oposición cubana se asemeja a una pasarela de vanidades. Y siento escribir de esa manera. Pero cada vez que acudo a un evento o charlo con algunos opositores, me quedo con un mal sabor de boca.

Las descalificaciones entre unos y otros son patológicas. Si hasta el momento no han sido un referente válido para la ciudadanía, en parte ha sido por su propia culpa.

Si uno no se respeta, no puede exigir respeto. Esas miserias humanas debieran echarse a un lado. Por encima de egos y protagonismos está el futuro de Cuba.

No queda mucho tiempo para cambiar de táctica. Mientras, los gobernantes de verde olivo hacen lo suyo. Y trazan su estrategia intentando colonizar a la disidencia.

Mis vecinos quieren un cambio de gobierno y de sistema. No confían en los hermanos Castro. Tampoco en la disidencia. La oposición ha hecho muy poco para sumarlos a su causa.

La pesadilla de Romney
Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD

Mitt Romney, el candidato del partido republicano a la presidencia de Estados Unidos, tuvo una oportunidad de oro para explicarle a la comunidad Latina cómo resolvería el futuro de los jóvenes llamados dreamers si llegara a ganar la presidencia, y la desperdició lastimosamente.

En vez de enfrentar con decisión, valor e inteligencia el reto que unos días antes le lanzara el presidente Obama al ordenar al Departamento de Inmigración suspender la deportación y posibilitarles un permiso temporal de trabajo a los dreamers, Romney habló en la asamblea de NALEO, una organización que agrupa a políticos latinos electos y nombrados a puestos oficiales, pero no fue capaz de articular una política coherente sobre los jóvenes o sobre el tema migratorio en general.

Habló vaguedades y repitió el repertorio de lugares comunes sobre el tema pero no dijo nada sustantivo. Dijo, por ejemplo, que él enfrentaría el problema de los dreamers “de una manera civil y firme”. ¿Qué quiso decir con esto? ¿Qué dispondrá deportaciones muy ordenaditas?

En otra parte de su discurso, sugirió que a él le gustaría que quienes han hecho su servicio militar o su posgrado en Estados Unidos permanecieran en el país pero no explicó qué haría él, en concreto, para que estos dos tipos de migrantes se quedaran acá. Tampoco dijo qué haría con los que tienen familia acá, los que se graduaron de la universidad o de la secundaria, los que llevan años trabajando en este país y nunca han tenido problemas con la autoridad.

A la fecha, Romney sigue sugiriendo una o dos ideas sobre el tema pero su actitud denota una alarmante falta de interés en resolver el complicado tema de forma humana y viable. Es cierto que en esta ocasión el candidato republicano evitó el discurso agresivo que le ha caracterizado durante toda su carrera política. En 2008, por ejemplo, le dio duro al senador por Arizona, John McCain, nombrándole “el campeón de la amnistía a los indocumentados”. Aparentemente, Romney nunca no le perdonó a McCain que trabajara en mancuerna con el senador demócrata Ted Kennedy, y que estos dos personajes antitéticos estuvieran a unos cuantos votos (republicanos por cierto) de lograr una reforma migratoria integral.

Durante la primaria de 2012, Romney también habló duro y fuerte contra el gobernador de Texas, Rick Perry, por haber permitido en unos cuantos casos que algunos muchachos indocumentados pagaran las cuotas de su colegiatura en una universidad estatal con la tarifa para residentes del estado y no con la que pagan los que vienen del extranjero o residen en otro estado.

En esta ocasión, por lo menos, Romney no repitió los elogios a la ley de Arizona que por su dureza obligaría a los migrantes a buscar la “autodeportación” ni la postuló como su modelo de ley migratoria. Quizá no lo hizo porque con NALEO Romney no habló de sus políticas, dijo boberías. Por ejemplo, le contó a la audiencia peripecias del regreso de México de su padre, cuando tenía apenas 5 años de edad, pero no especificó que el abuelo salió huyendo para evadir el castigo por infringir las leyes norteamericanas en contra de la poligamia y encontró refugio temporal en aquel país. Tampoco aclaró por qué sacaba a relucir el tema. ¿Será que alguno de sus publicistas le aconsejó que cuando se presente con gente de origen mexicano exhiba por un instante sus ‘casi raíces mexicanas’? Hasta ahora, lo tradicional era que los políticos que quieren el voto hispano llegaran a los barrios con mariachi y repartiendo tacos.

Lo evidente, en todo caso, es que Romney no acaba de entender que cuando un político demoniza a la comunidad indocumentada se hostiga a gran parte de la comunidad latina.

Obama no ha sido ni por mucho el presidente ideal para los latinos. Su celo deportando a gente que vino a trabajar y nunca cometió un delito es inexcusable. Pero la realidad es que no hay más de dónde escoger y la alternativa que Romney ofrece pinta mucho peor, por ello no queda otra que seguir con el que a último momento se acuerda de nuestros hijos, y no arriesgarnos a elegir a alguien que seguramente sería peor.

Tuesday, June 26, 2012


Cuatro partidos, un proceso; cuatro países, una amenaza

Gonzalo Quintana. ABC. Color

Los paraguayos tenemos un proceso hacia la democracia que todavía nos decepciona en términos de capacidad de responder con eficacia a las demandas de la sociedad, sobre todo en cuestiones que tienen que ver con el mejoramiento de la calidad de vida de nuestros compatriotas y muy especialmente de los sectores más carenciados.

Sin embargo, hemos tenido avances en los planos político y electoral que debemos apreciar. Son logros que nadie, por más esfuerzo que haga, podrá arrebatarnos.

Ningún gobierno serio del mundo puede ignorar que ese proceso nos llevó a elecciones cada vez más limpias y confiables. Nadie puede ignorar que se respetaron los resultados electorales, que fueron reconocidos por todos y la transferencia de poder se realizó con absoluta normalidad como si viniésemos de una larguísima tradición democrática. Los protagonistas de estos logros no fueron ni Carrillo Iramain, ni Sixto Pereira, ni José Rodríguez, ni Eulalio López, ni Elvio Benítez, ni Camilo Soares y mucho menos Fernando Lugo.

Nadie podría desconocer que las Fuerzas Armadas son nacionales, no bolivarianas, que la policía se ha mantenido leal a la Constitución y no como instrumento de represión.

Sin embargo, es posible que no nos demos cuenta de que todos los sectores estuvieron a su turno en el gobierno sin mayores traumas. Gobernó el Paraguay el Partido Colorado, gobernó el oviedismo, gobernó la izquierda, inclusive la radical con Lugo y ahora tenemos un gobierno liberal. Parece que a ciertos tiranuelos del continente esto les resulta insoportable por convicción y por temor.

Encabeza el ataque al Paraguay Hugo Chávez, el mismo que dijera, el 10 de mayo de 2009, en su programa de emisión obligatoria “Alo Presidente”, la número 330 desde su estado natal, lo siguiente.

La tierra no es privada, es propiedad de la nación (…) ( a gritos) No hay tierras privadas, ¡¡YO ASÍ LO DIGO!!”. El mismo que hace jurar a los militares “Socialismo o muerte”. Vaya defensor de la democracia.

Le sigue la regente de un raro modelo, no se trata de Robin Hood, se parece más a una cuasimonarquía cleptocrática (cleptomanía: propensión morbosa al hurto). No puede sorprender su enojo. La simple observación y comparación podría resultar en una condena a su gobierno por contraste.

En efecto, Fernando Lugo en el Paraguay del “golpe” va a la casa presidencial con toda su guardia, aparece caminando y arengando en las calles sin que nadie le moleste, utiliza el sistema de comunicación a cargo del Estado sin que autoridad alguna le perturbe. Qué mal ejemplo.

¿Alguien se podría imaginar este comportamiento ciudadano y gubernamental de parte del Gobierno K de Cristina? Inimaginable.

Así es, apenas unos ejemplos. Los cuatro del Mercosur están con un solo propósito: evitar que el Paraguay siga ejerciendo, momentáneamente, su soberanía. Puedo suponer algunas motivaciones, como por ejemplo que son más importantes los negocios que la democracia.

En esta línea son más importantes los petrodólares de Hugo que la lucha democrática de los paraguayos. Justamente, este pequeño país que impide que el gran socio integre el Mercosur.

El juicio político es una buena excusa. “Excluimos a Paraguay e incorporamos a Venezuela”, parece ser la estrategia. Bienvenido sea, que lo hagan, que más temprano que tarde, arreglados los negocios, nuestra nación emergerá como la nación que supo preservar su soberanía.

Se escucharon insistentes voces que piden revancha, que respondamos con medidas tan destempladas como las tomadas por estos países motivadas por la irritación. Cómo no irritarse con un país que despreció los maletines portados por cancilleres de otros países, como ocurrió en la relación de estos dos.

Habrá momentos difíciles; la sola deuda económica con Chávez puede ser utilizada como castigo político. Lugo preparó esa dependencia financiera. Estoy seguro de que sabremos resolverlo.

Nuestro Estado, su Gobierno y la nación, a diferencia de Lugo y su grupo de violentos, sabremos proteger a los brasileños y brasiguayos, a los argentinos y uruguayos, a cualquier persona de cualquier parte del mundo que encuentre en nuestra tierra la oportunidad de ofrecerle un buen futuro a su familia. Los abusos de sus gobiernos no nos desviarán de nuestro compromiso con los seres humanos.

Los gobiernos vecinos, estoy persuadido, no tardarán en reconocer lo que logramos los paraguayos.

Sinceramente pienso que nuestra fortaleza no está en nuestra capacidad de respuesta sino en la convicción de preservar nuestra paz, nuestra soberanía y nuestra dignidad.

Paraguay: entre la política y la demagogia

Fernando Mires. Blog POLIS

Ya esclarecida parte de los hechos que llevaron a la caída de Fernando Lugo, es posible afirmar ─ si vamos a hablar seriamente ─ que lo que tuvo lugar en Paraguay no fue un golpe de estado. Fue, en primera línea, una destitución institucional. Si además fue constitucional, no está resuelto. Esa, en cualquier caso, es la principal diferencia que separa el caso paraguayo con respecto al ocurrido en 2009 en Honduras en donde la destitución constitucional de Zelaya fue ratificada por un golpe de estado.

La diferencia entre destitución y golpe no es ociosa. Una destitución altera la continuidad política de una nación, pero no la rompe, como en el caso de un golpe militar. O dicho de modo escueto: si todo golpe implica una sustitución, no toda sustitución implica un golpe.

La diferencia entre golpe de estado y destitución no significa, por cierto, calificar a la segunda como positiva. En algunos casos sus efectos podrían ser iguales a los de un golpe de estado. De ahí que frente a una destitución hay que preguntarse acerca de las condiciones de tiempo y lugar en que fue llevada a cabo. Eso lleva necesariamente a separar el juicio jurídico del político o, como han destacado algunos observadores, entre la legalidad y la legitimidad del acto. Y ahí, justamente ahí, reside el gran error de Federico Franco y su gente. Pues si bien la razón política se sirve de la razón jurídica, no son iguales.

La razón jurídica indica los motivos por las cuales un presidente puede ser destituido. La razón política indica “cuándo”, y  “cómo” puede ser destituido. La razón jurídica es automática. La razón política es reflexiva. La razón jurídica no requiere de la discusión. La razón política no existe sin discusión.

De ahí que en política no baste probar la legalidad de un acto para que éste obtenga inmediata aprobación. Eso quiere decir que si bien la destitución de Lugo, aunque realizada de acuerdo a leyes, desde el punto de vista político puede ser ─ y lo fue ─ un acto aberrante. Tanto o más si violó usos vigentes en el “occidente político”. Y una de esos usos dice: los presidentes han de ser elegidos y revocados mediante la voluntad popular. Es por eso que si Lugo hubiera clausurado la salida electoral, lo más probable es que los destituyentes ─ aún actuando en desacuerdo a leyes ─ habrían obtenido aplauso internacional.

Creo que ningún político latinoamericano ha sintetizado el tema de un modo tan sencillo y a la vez con tanta apostura de estadista, como el candidato de la oposición venezolana Henrique Capriles cuando dijo: "No estoy de acuerdo con esto de que existan juicios políticos a un presidente; es el pueblo el que elige y es el pueblo el que quita gobernantes

Más claro que el agua: el procedimiento pudo haber sido legal ─ es el argumento de Capriles ─ pero al pasar por alto la voluntad popular “que es la que elige y quita”, es ilegítimo.

Lo dicho por Capriles contrasta con la actitud asumida por el gobernante de su país. Chávez, quien no se cansa de violar la Constitución (acaba de declarar que las fuerzas armadas venezolanas son de uso personal, es decir “chavistas”), ha usurpado el poder judicial, gobierna con leyes habilitantes; ha fabricado, pese a no poseer mayoría, un parlamento incondicional y controla el poder electoral. Y precisamente ese gobernante pretende erigirse como baluarte de la democracia paraguaya. Lo mismo  ─ aunque en tono menor ─ ocurre con sus íntimos aliados. Correa, el peor enemigo de la libertad de prensa del continente. Ortega, un “ladrón de elecciones” (Dora Tellez). Y suma y sigue.

Son los que han concertado alianzas “estratégicas” con la dictadura de Siria, a la que aplauden cuando derrama la sangre de niños por las calles; los que reciben con honores a Ahmadineyah en cuyas cárceles padecen cientos de opositores.

Incluso, la señora Cristina Fernández, quien ha retirado su embajada de Asunción ¿ha dicho algo ─ ella que siempre estuvo al lado de las Madres de la Plaza de Mayo ─ en contra de los apaleos salvajes, secuestros y amenazas a que son sometidas las Mujeres de Blanco bajo la tiranía de los Castro en Cuba?  “Paraguay es un país vecino”, aducirá más de alguien. Pero ─ convengamos ─ los derechos humanos no son para los vecinos: Esos derechos son universales o no son.

Afortunadamente hay gobiernos en América Latina que, condenando la ilegítima destitución de Fernando Lugo, se niegan a practicar una política internacional al servicio de intereses gobierneros. Dilma Rousseff ─ quien solidarizando con la suerte de tantas mujeres iraníes se negó a recibir a Ahmadineyah ─ ha condenado duramente la destitución de Lugo, pero no aplicará sanciones. Los gobiernos de Perú y Colombia también han condenado la destitución, pero en el marco de los usos políticos que corresponden al caso. Interesante y significativa fue la posición del gobierno chileno del cual, al ser “de derecha”, se esperaba una posición favorable a la destitución de Paraguay.

No ocurrió así; por el contrario, Piñera se pronunció en los siguientes términos:  En nombre del gobierno de Chile, quiero expresar nuestra profunda preocupación por el juicio político al que fue sometido el ex Presidente de Paraguay, el señor Fernando Lugo, el pasado viernes 22 de junio. Estamos conscientes que la Constitución de Paraguay contempla el juicio político; que la cámara de diputados inicia ese juicio político y al senado le corresponde actuar como jurado. Sin embargo, estimamos que no se cumplieron ni se respetaron las normas del debido proceso y del legítimo derecho a defensa que están contempladas en la propia constitución de Paraguay y también el derecho internacional

No se trata de expresar simpatías por un determinado gobierno (y con respecto al de Piñera, el autor de estas líneas no siente ninguna). La de Piñera podría haber sido también una declaración de Ricardo Lagos o de Michelle Bachelet. Pues esas son declaraciones que se enmarcan en la línea de continuidad de quienes, a través de experiencias con a veces díscolos vecinos, han logrado diferenciar entre una política de gobierno y una política de estado. A través de esas líneas, el gobierno chileno dejó muy claro que, condenando la destitución de Lugo, no se sumará al circo de los autócratas encabezados por Hugo Chávez.

Ojalá Fernando Lugo logre entender esa diferencia elemental que nunca entendió como gobernante: esa diferencia entre política y demagogia que, desgraciadamente para tantos, es todavía imperceptible.

Paraguay: ¿Gobernantes extranjeros?

René Gómez Manzano. CUBANET

Una vez más los países del eje castro-chavista pretenden erigirse en juzgadores de la legitimidad — o falta de ella — de los procesos políticos que tienen lugar en estados de Nuestra América.

En esta ocasión ha tocado el turno al fraterno Paraguay, donde el Congreso, haciendo uso de la facultad que le concede el artículo 225 de su carta magna, destituyó al presidente Fernando Lugo con la aprobación de más de dos tercios en cada una de ambas cámaras. Con arreglo al derecho vigente en ese país, la jefatura del Estado fue asumida por el sustituto constitucional Federico Franco.

En la América Latina, este tipo de procesos tiene una honda raigambre. Existió el antecedente de los juicios de residencia que sufrían los gobernadores de la era colonial; pero el verdadero origen se encuentra en la Constitución de los Estados Unidos de 1787, que estableció esa institución con el nombre inglés de impeachement. Se trata, en definitiva, de que el Jefe del Estado democrático no tenga la inviolabilidad de un monarca absoluto.

A lo largo de la bicentenaria historia de la gran república norteña, han sido dos los presidentes sometidos a ese proceso, aunque ninguno fue condenado. El más reciente: Bill Clinton, que en definitiva resultó absuelto por el Senado.

Como dato curioso, puede mencionarse que — hasta ahora — el nuestro era el único país en que, como resultado de un juicio de ese tipo, fue destituido un Jefe de Estado. El hecho ocurrió en 1936, y el afectado fue el doctor Miguel Mariano Gómez Arias, reemplazado por el vicepresidente Federico Laredo Bru.

Los países del Sur del río Bravo han establecido sistemas presidencialistas inspirados en la Constitución federal estadounidense, y en la mayoría de ellos existe el juicio político. Constituyen excepción los centroamericanos, en los que el órgano legislativo sólo puede declarar la “incapacidad física o mental” del Jefe del Ejecutivo o autorizar que sea procesado por la Corte Suprema.

Desde la antigua Roma rige un principio jurídico: “Quien hace uso de un derecho no ocasiona perjuicio a nadie”. Pero los “socialistas del siglo XXI”, violentando la semántica, han adoptado la denominación de “golpe de estado parlamentario” para referirse al ejercicio, por parte del Congreso paraguayo, de una facultad que le otorga su Constitución.

Al propio tiempo, los adversarios de la medida no han desdeñado recurrir a la demagogia más pedestre, calificando lo sucedido como “un atentado a la democracia”. Ante este planteamiento, surgen preguntas: Los legisladores del país sudamericano ¿no fueron también electos por el pueblo! El nuevo Jefe del Estado ¿no fue compañero de fórmula del obispo fornicador transformado en político! ¿No recibieron uno y otro idéntico número de votos!

El ALBA, en un Comunicado Especial, se arroga la facultad de desconocer la carta magna de la república guaraní, al declarar que el presidente Lugo “sólo puede ser cambiado con el voto del pueblo paraguayo que lo eligió”. Tienen — pues — la desfachatez de actuar como si en el país guaraní rigiera no su propia Constitución, sino la de algunos miembros del ALBA — en concreto: Venezuela o Bolivia —, donde no existe juicio político, pero sí referendo revocatorio.

Algunos estados han retirado sus embajadores de Asunción. Otros critican la extrema celeridad con que actuó el Legislativo paraguayo. En círculos de MERCOSUR se habla de expulsar al país de ese bloque económico. El régimen cubano, por su parte, anunció que “no reconocerá autoridad alguna” al nuevo gobierno de Federico Franco.

En resumidas cuentas, todos esos extranjeros pretenden subsumirse en el lugar y grado de los únicos facultados para adoptar la polémica decisión. Es cierto que, al parecer, hubo cierta festinación en los trámites congresionales, ¿pero quiénes somos los forasteros para cuestionar la forma en que actuó el órgano nacional facultado para ello, o las motivaciones que pudo haber tenido para actuar con tanta rapidez!

Mientras tanto, es conveniente tener en cuenta que el Paraguay está encerrado entre tres países cuyos gobiernos no esconden sus simpatías por el depuesto Lugo: Argentina, Brasil y Bolivia. La opinión pública mundial y los países democráticos deben permanecer alertas ante los abusos a los que sea capaz de recurrir ese trío para hostigar a la nueva administración de Franco.

En definitiva, se impone un par de preguntas finales: ¿Qué habrían hecho los “socialistas del siglo XXI” si el afectado por una medida como ésa hubiera sido un presidente por el que no sienten simpatías, como — digamos — Sebastián Piñera? ¿Se asombraría alguien de que una hipotética decisión análoga del Congreso chileno encontrase comprensión y aun aplauso entre los Castro y los Chávez!

Monday, June 25, 2012


Cuba: En peligro los blogueros independientes

Alejandro Armengol. Blog CUADERNO DE CUBA

Hay dos tácticas fundamentales que el gobierno de La Habana, lleva décadas de años empleando contra la oposición pacífica. Una es recurrir a la envidia ciudadana, acusar a los opositores de recibir grandes sumas provenientes de Washington. La otra es considerarlos elementos subversivos, capaces de llevar a cabo o preparar planes destinados a crear el caos, desestabilizar el país e incluso crear las condiciones para supuestos ataques militares.

El primero de estos empeños, considerar a los opositores privilegiados económicos y llamarlos “mercenarios” tiene un objetivo nacional y extranjero. Aquí el dinero es quien hace la diferencia. Una vuelta al fetichismo del dólar, que en cierto sentido tiene su contrapartida en el debate alrededor del embargo y cualquier tipo de medida destinada a ejercer presión económica contra la junta militar que gobierna en Cuba.

Nada más socorrido, para el gobierno cubano, que el intento de encasillar a cualquier manifestación de independencia intelectual o de pensamiento propio como un acto mercenario. La discusión se desvía entonces hacia las razones, válidas o no, que existen tras donaciones, ayudas y facilitación de fondos. Se cae entonces en la discusión interminable del “dinero bueno” y el “dinero malo”. Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio habrían llevado a cabo un proceso de transmutación milagrosa y convertido en “bueno” un dinero entregado por todos los estamentos de la burguesía cubana, ya que estaba destinado a la noble causa del derrocamiento de la dictadura batistiana. Mientras que, por otra parte, todos los fondos provenientes del exterior, que buscan cualquier tipo de cambio a favor de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba estaría contaminado por la procedencia de un dinero “viciado”.

Curioso que un sistema que, de sus inicios al presente, ha necesitado constantemente recurrir a un financiamiento exterior, traiga a colación los fondos extranjeros para denigrar al contrario.

Sin embargo, lo más importante en este sentido no son las paradojas del gobierno de La Habana sino su sustentación errónea de cualquier discusión en torno a la ayuda exterior. En un régimen totalitario, que para mayor aislamiento gobierna una isla ─ en lo que constituye una especie de alianza represiva entre la geografía y la historia, el ejercer este pensamiento independiente de forma pública resulta imposible sin al menos cierta cooperación exterior. Pero lo que es más importante: en este caso estamos hablando de ayuda para la difusión de ideas y opiniones que van en contra de la corriente del pensamiento impuesto desde el poder, no de subversión, y mucho menos violenta, para destruirlo. Esta es la diferencia fundamental.