Chávez en su vorágine como seductor
profesional
… si algo le ha derivado buenos
dividendos a Hugo Chávez es el seducir al estilo de planes a corto plazo, con
seudo-resultados inmediatos, para conservar el poder pues sabe que los pobres
piensan en corto.
Martha Colmenares.
DIARIO DE AMERICA
La
gran Grecia, cuna de la democracia, pero también de sus inclementes enemigos: la demagogia y
la tiranía. Tan de Hugo Chávez en su vorágine como seductor
profesional.
Según
Platón, la demagogia atrae a los ciudadanos porque se afinca en la adulación. Y
así, el demagogo, investido de facultades y con un pequeño ejército en sus
manos, se convertía en tirano. La situación terminaba peor, pues a la pobreza
se añadía la represión política, los gastos majestuosos con dinero que no tenía
y el afán del poderío bélico. En mi opinión, lamentablemente la demagogia toma
su tiempo en ser descubierta, y mientras eso sucede, ocurren tragedia tras
tragedia y miles o millones de personas son gravemente perjudicadas. Se me antoja profético a la hora de juzgar lo
que ha pasado en Venezuela durante el régimen de Chávez con sus efectivísimas
maniobras atrapa incautos a pesar del despliegue de ineficiencia de su gestión.
Preciso desenmascarar este uso del engaño.
Por
ejemplo, si algo le ha derivado buenos dividendos a Hugo Chávez es el seducir
al estilo de planes a corto plazo, con seudo-resultados inmediatos, para
conservar el poder pues sabe que los pobres piensan en corto. No ejecuta los tratamientos
pertinentes, sino los efectistas, como el charlatán que no sabe cauterizar las
heridas, sólo administra analgésicos al enfermo y no lo cura nunca. Por ello el
filosofo griego resaltaba su desprecio
por los demagogos y los charlatanes de la medicina: “son tipos despreciables
que, por ganarse el favor de sus clientes, terminan matándolos”.
Es
propio además de los tipo “Chávez”, que en su fase demagógica, apuesten todo a
la imagen, después, cuando su postura está afianzada, recurren a la violencia.
Por supuesto, es demasiado tarde para
reaccionar. En su obra “El Trabajador”, decía el pensador alemán Ernst
Jünger, como buen conocedor del proceso
histórico que abarca desde finales de la Primera Guerra Mundial, hasta el
nacimiento del mundo globalizado, que
“en última instancia, el demagogo de todos los tiempos no es un hombre
de Estado, sino un publicista. El arte de gobernar va consistiendo cada vez más
en producir en todas esas cosas la ilusión de la libertad; por ello es la
propaganda, junto a la policía, el medio principal que se utiliza. Un buen
demagogo se ufana de ser democrático”.
O
de ser un pobretón aunque no lo sea, por lo del seducir al estilo Maquiavelo:
“lo importante no es ser pobre, sino parecerlo… lo importante no es ser
virtuoso, sino parecerlo”. De ahí la astucia de Hugo Chávez para de victimario aparentar la víctima, ello
incluye invadir de angustia a la gente (o su gente) por lo que pueda pasarle;
con un cacareo que lleva todos estos años, primero con el asunto del magnicidio ficticio que si
quieren matarlo y dale para acá y para allá; y ahora, a través del discursito
que los tiene amansados, que tiene que
vencer el cáncer para salvarlos, porque si no, los ricos les van a arrebatar lo
que les ha prometido cuando no es más que pura ficción. Tan propio del
narcisista todopoderoso. Increíble, que en ese largo esperar de promesas
incumplidas, todavía, un buen número de gente deambula entre el aferrarse y
aferrarse.
Para
completar, como se dice que se muere,
que no se muere, usa el recurso de la
incertidumbre como elemento cautivador, pretendido estratégico de su
manipulación política, lúdico de campaña para sacar ganancias en las
presidenciales, supuestamente del
próximo 7 de octubre 2012, muy bien que sabe explotar la intensa conmoción afectiva que el asunto
causa en sus adeptos, y hasta en los que no lo son, creo que, por aquello del
sensiblero “pobrecito”.
“Los niveles de incertidumbre sobre la salud
de Chávez existen porque se busca provocar lástima y admiración ante su lucha
contra el cáncer. La verdad es que les ha ido bien en capitalizar
electoralmente el tema…”. Lo afirma en una entrevista el especialista y
master en diseño de campañas electorales, J.J. Rendón. “El voto lástima mueve gente”.
Indudablemente, visto así, eso forma
parte de la estrategia del demagogo seductor.
Y
en definitiva, si a ver vamos, esa capacidad de conectar o de correspondencia
concebida ni en la nada, ni en el vacío, ni a punta de bayonetas, no es más que
el resultado de sus tergiversaciones, descalificaciones, manipulaciones, de sus
embaucamientos, pues. Preocupante
entonces, que aun exista gente tan
propensa a dejarse seducir por la perversidad disfrazada de encantador, cuando
Chávez no es más que un señor señuelo, manipulador de voluntades.
Pasa
que, y en uso de las palabras del escritor norteamericano Henry Louis Mencken,
el demagogo, es “una persona que predica
doctrinas que él sabe que son falsas, a personas que él sabe que son tontas”.
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