Ni carismáticos ni fotogénicos
El día que un disidente cubano se
canse de redactar documentos y para protestar, se dé candela en la vía pública,
como los bonzos de Saigón de los años 60, dirán que sólo un perturbado mental
optaría por el suicidio en medio de tanta maravilla.
Luis Cino Álvarez.
CUBANET
Los
disidentes cubanos, ante la sordera y la indiferencia mundial, vamos a terminar
aquejados con el síndrome del patito feo. Nos falta una belleza como Camila
Vallejo. No somos espectaculares ni
carismáticos como Hugo Chávez. Tampoco lo suficientemente exóticos para llamar
la atención.
En
Cuba, el carisma lo tiene Fidel Castro y lo verdaderamente exótico e insólito
es su casi macondiana revolución convertida en dictadura de más de medio siglo,
que sigue siendo de él, aunque ahora sólo escriba reflexiones que firma como
Compañero Fidel.
Los
disidentes tenemos que admitir que no hemos sido capaces de despertar el interés mundial como
las tribus indígenas de la Amazonia, el
Dalai Lama, las Madres de la Plaza de Mayo o las ballenas que amenazan a la
vuelta de unos años en quedar convertidas “en imágenes de archivo de un
programa vespertino de televisión”, según dijera un cantante.
A
propósito de cantantes, no hay uno de fama internacional que dedique una
canción a las Damas de Blanco, como hizo Sting, un tipo sensible e identificado
con las causas nobles, cuando vio bailar solas
a las esposas y las hijas de los asesinados por las dictaduras militares
sudamericanas.
¿Será la insistencia de la prensa internacional en
repetir el estribillo de “la fragmentada oposición, penetrada por Seguridad del
Estado” el motivo por el cual ningún director ha dedicado a la vida de nosotros
una película como “La vida de los otros”? Y con tantas historias como hay, uno
se pregunta si de veras creerán que la
Stassi era más aterradora que el G-2.
El
día que un disidente cubano se canse de redactar documentos y para protestar,
se dé candela en la vía pública, como los bonzos de Saigón de los años 60,
dirán que sólo un perturbado mental optaría por el suicidio en medio de tanta
maravilla. Adicionalmente, le reprocharán
el feo manchón que dejó en la calle ─ que
es de Fidel ─ y haber utilizado para su propósito suicida el petróleo que solidariamente envía Hugo
Chávez.
Estropeando
la nostalgia revolucionaria y romántica
de los eternos izquierdistas con boinas guerrilleras y camisetas de Che
Guevara, enfrentamos a una dictadura parlanchina, que se precia de desafiar a los Estados
Unidos y que alguna vez encarnó la
utopía. No importa si ya no es para nada
fotogénica, sino todo lo contrario. Pero no importa. Quedan aquellas
fotos hermosas de 1959. Con ellas basta para mantener el espejismo.
Así
y todo, con lo poco fotogénicos e inconvenientes que somos los disidentes, cuando la prensa internacional repara en
nosotros, porque algún preso político murió en huelga de hambre o porque
alguien logró retratar a porristas que
golpean mujeres en la calle, el régimen
pone cara de víctima y asegura que se trata de “una nueva campaña
mediática contra la revolución”.
Debemos
ser comprensivos con los visitantes extranjeros que acuden a lo que creen el
paraíso revolucionario. Si los cubanos no logramos construirlo, se supone que
al menos debemos simularlo. ¿Qué derecho
tenemos los disidentes a estropear las
vacaciones en Cuba de tantos camaradas solidarios, compañeros de viaje,
académicos zurdos y viejos verdes? ¿Por
qué arruinar los negocitos en Cuba de Repsol y Meliá? ¿Cómo vamos a privarlos
de las cultas e instruidas jineteras,
los esbeltos pingueros y la mano de obra
barata y sin derecho?
Tan
mal como anda el mundo, con tanto indignado como hay ─ y con razón ─, es de
pésimo gusto hablar a los visitantes extranjeros de las Damas de Blanco, los
presos políticos, las cárceles dantescas que no permiten inspeccionar
y los opositores asediados por las brigadas de respuesta rápida y la
Seguridad del Estado. Una verdadera impertinencia nuestra majadería de reclamar
democracia en vez de ponernos a bailar salsa.
¡Cuán
desconsiderados somos en negarnos a sonreír a los lentes de sus cámaras,
parados ante los pintorescos escombros de La Habana, y repetir todo lo que ellos esperan escuchar
acerca de nuestra felicidad!
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