Wednesday, June 6, 2012


Rivera y su peligroso juego político

Fabiola Santiago. EL NUEVO HERALD

No recuerdo su nombre ni la película que realizó, pero recuerdo las insensatas palabras de un cineasta cubano de visita en Miami para exhibir su película en el Teatro Tower de La Pequeña Habana.

Ponderando su futuro, me dijo que si se quedaba en Estados Unidos — lo cual podía hacer inmediatamente dada la Ley de Ajuste Cubano de 1966 que otorga ese privilegio a los cubanos — se mudaba a Nueva York.

Nada había de inusual en su deseo. Muchos cubanos antes que él han optado por realizar sus sueños en otra parte, pero el joven se sintió obligado a añadir con un asomo de desdén en su voz: “Miami es un cementerio de artistas cubanos”.

En aquel momento hubiera querido utilizar la jerga de sus contemporáneos para responderle: “Ubícate, compadre”, una frase que utilizan los cubanos en la isla para que alguien se baje de la nube en que aparentemente vive y enfrente la realidad.

Es una buena adición al léxico miamense, traída por las últimas generaciones que escaparon de Cuba en las dos últimas décadas. Es el lenguaje del sobreviviente, en el que los verbos son crudos y al grano: resolver, desmayar (que en su nueva improvisada acepción se utiliza para decirle a alguien que es hora de abandonar un tema problemático).

Todo esto viene al caso para ilustrar la división cultural y política entre las generaciones de exiliados cubanos que ha llevado al congresista republicano de Miami David Rivera a dar un paso inconcebible: patrocinar un proyecto de ley dirigido a reducir los beneficios de la Ley de Ajuste Cubano.

La ley de ajuste se firmó para asegurar un estatus legal a los cubanos que huían del régimen de Castro después de vivir aquí un año. El proyecto de ley de Rivera obligaría a los cubanos a no visitar la isla durante los primeros cinco años de estar aquí, so pena de perder la residencia.

El cambio no suena tan siniestro, pero en un momento en que los sentimientos antiinmigrantes en este país están en su punto más alto, Rivera está incurriendo en un peligroso juego político.

La ley de ajuste pudiera terminar reformándose en su totalidad o resultar simplemente revocada, lo cual dejaría a las víctimas de la dictadura sin protección alguna.

Los llegados recientemente no quieren sufrir la separación familiar a la que se enfrentaron quienes llegaron primero, así que viajan a Cuba a visitar a sus familiares lo más pronto que pueden y aprovechan para llevarles todos los productos y suministros que pueden transportar legalmente. Aunque beneficie o no al régimen, su única motivación es ayudar a la familia, y eso no es un delito.

Ciertamente no es razón suficiente para reformar la única protección que los cubanos obtuvieron para atenuar parte del daño causado por la intervención (o la falta de intervención) de Estados Unidos. Tampoco lo es la falta de sofisticación política de los recién llegados.

Aquella tarde con el cineasta cubano me sentí anonadada de que alguien cuyo arte se suponía que educara pudiera ser tan frívolo. Pero también entiendo a los desubicados.

Me ha tocado reportar y escribir sobre cada éxodo cubano desde Mariel y durante tres décadas he escuchado a la gente pugnar con ideas viejas y nuevas realidades, he sido testigo del diálogo interno para decidir si quedarse en Cuba y combatir el sistema desde dentro o escapar y salvar a la familia. También he visto posiciones maduras, formadas por la realidad de la vida y por una sociedad abierta, siempre y cuando personas como Rivera no los hagan sentir como parias, tratando de aplicarles normas que los obliguen a la clandestinidad.

Mi consejo al congresista: Ubícate, compadre.

No comments:

Post a Comment