Saturday, June 30, 2012


La caída del caudillo

Francisco Rivero Valera.  EL UNIVERSAL

Ya se acabaron los días de gloria del Presidente, si es que algún día los tuvo.

Serían aquellos días de protagonismo, cuando era centro de atracción de líderes Hispanoamericanos encandilados ante un supuesto modelo político revolucionario, hecho en Venezuela, y exportable.

Días de gloria cuando algunos se atrevieron a decirle: el Simón Bolívar reencarnado, porque Bolívar dizque despierta cada 100 años, según Pablo Neruda. Y esta vez como que reencarnó en el caudillo.

Y cuando algunos desearon ser hijos putativos del Presidente, seguir su ejemplo en las elecciones de sus países y marcar a sus pueblos, como vacas, con el sello RBHV  o sea revolución bolivariana hecha en Venezuela. Y nacieron 5 hijos: Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa y un parto de morochos: los Kirchner. Y 2 abortos: Ollanta Humala y Manuel Zelaya.

Días de gloria porque muchos peleaban por salir fotografiados con el caudillo. Y celebraban sus pésimos chistes con carcajadas full de interés político y económico,  requisito básico para recibir petrodólares del San Nicolás venezolano. Como zamuros cuidando carne.

En Venezuela, mientras tanto, se vivía la confusión: no se sabía si primero era Dios  y después el Presidente o si el Presidente era un dios. Como el Flautista de Hamelin.

Pero el fiasco vino después.

Cuando todo mundo se dio cuenta de su modelo político como copia fiel y exacta, la exportación  e implantación del fracasado modelo cubano castro comunista, disfrazado de socialismo del siglo XIX, luego de socialismo del siglo XXI y, al final, de comunismo robolucionario.

Cuando la ruina social y económica de Venezuela, ocasionada por el chavismo, fue vista por otros pueblos como un paquete chileno: una catastrófica política continuista envuelta en mentiras, cinismo e infinita corrupción.

Y cuando se enfermó el Presidente de cáncer.

Luego vino la estampida.

Y ya nadie trataba de fotografiarse ni ser relacionado políticamente con el Presidente. Ni siquiera Ollanta Humala en Perú, ni López Obrador en México. Como la lepra.

Ni nadie se reía de sus malos chistes. Y sus hijos putativos, Evo, Daniel y Rafael le picaron el ojo al capitalismo salvaje. Apenas  perduró algo de lealtad en Cristina, con llantos ocasionales por su enfermedad, y Lula, con sus saludos de larga distancia o, mejor dicho,  a distancia.

Pero el colmo de la mala suerte del caudillo ha sido la aparición del flaquito Capriles. Es el centro de atracción de toda la gran oposición del país que quiere salir de su patético gobierno en las elecciones del 7 de octubre. Es su dolor de cabeza.

Y ahora tienen miedo de la derrota electoral, el caudillo y los chavistas corruptos. El régimen cubano, de perder esta papaya venezolana. Los chinos, de la inauditable inversión en créditos y proyectos. Los rusos, de la incertidumbre en los convenios confidenciales. Irán y otros congéneres del terrorismo, del fin de sus relaciones top secret. Los países del ALBA y otros, de los petrodólares que reciben a montón. Porque, en palabras de mi pueblo: muerto el toro se acaba la corrida.

Faltaría ver los últimos días del caudillo, después de las elecciones. Puede ser: recargando energía en nuestra isla de Margarita o de Lanai en Hawaii. En las playas de Tel Aviv. O en el mejor spa de Libia. Con séquito incluido.

 Todo depende de la actitud de los venezolanos al votar por la libertad y la democracia o por la continuidad de la ruina social y económica de nuestro país.

 Veremos.

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