La caída del caudillo
Francisco Rivero
Valera. EL UNIVERSAL
Ya
se acabaron los días de gloria del Presidente, si es que algún día los tuvo.
Serían
aquellos días de protagonismo, cuando era centro de atracción de líderes
Hispanoamericanos encandilados ante un supuesto modelo político revolucionario,
hecho en Venezuela, y exportable.
Días
de gloria cuando algunos se atrevieron a decirle: el Simón Bolívar reencarnado,
porque Bolívar dizque despierta cada 100 años, según Pablo Neruda. Y esta vez
como que reencarnó en el caudillo.
Y
cuando algunos desearon ser hijos putativos del Presidente, seguir su ejemplo
en las elecciones de sus países y marcar a sus pueblos, como vacas, con el
sello RBHV o sea revolución bolivariana
hecha en Venezuela. Y nacieron 5 hijos: Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael
Correa y un parto de morochos: los Kirchner. Y 2 abortos: Ollanta Humala y
Manuel Zelaya.
Días
de gloria porque muchos peleaban por salir fotografiados con el caudillo. Y
celebraban sus pésimos chistes con carcajadas full de interés político y
económico, requisito básico para recibir
petrodólares del San Nicolás venezolano. Como zamuros cuidando carne.
En
Venezuela, mientras tanto, se vivía la confusión: no se sabía si primero era
Dios y después el Presidente o si el
Presidente era un dios. Como el Flautista de Hamelin.
Pero
el fiasco vino después.
Cuando
todo mundo se dio cuenta de su modelo político como copia fiel y exacta, la
exportación e implantación del fracasado
modelo cubano castro comunista, disfrazado de socialismo del siglo XIX, luego
de socialismo del siglo XXI y, al final, de comunismo robolucionario.
Cuando
la ruina social y económica de Venezuela, ocasionada por el chavismo, fue vista
por otros pueblos como un paquete chileno: una catastrófica política
continuista envuelta en mentiras, cinismo e infinita corrupción.
Y
cuando se enfermó el Presidente de cáncer.
Luego
vino la estampida.
Y
ya nadie trataba de fotografiarse ni ser relacionado políticamente con el
Presidente. Ni siquiera Ollanta Humala en Perú, ni López Obrador en México.
Como la lepra.
Ni
nadie se reía de sus malos chistes. Y sus hijos putativos, Evo, Daniel y Rafael
le picaron el ojo al capitalismo salvaje. Apenas perduró algo de lealtad en Cristina, con
llantos ocasionales por su enfermedad, y Lula, con sus saludos de larga
distancia o, mejor dicho, a distancia.
Pero
el colmo de la mala suerte del caudillo ha sido la aparición del flaquito
Capriles. Es el centro de atracción de toda la gran oposición del país que
quiere salir de su patético gobierno en las elecciones del 7 de octubre. Es su
dolor de cabeza.
Y
ahora tienen miedo de la derrota electoral, el caudillo y los chavistas
corruptos. El régimen cubano, de perder esta papaya venezolana. Los chinos, de
la inauditable inversión en créditos y proyectos. Los rusos, de la
incertidumbre en los convenios confidenciales. Irán y otros congéneres del terrorismo,
del fin de sus relaciones top secret. Los países del ALBA y otros, de los
petrodólares que reciben a montón. Porque, en palabras de mi pueblo: muerto el
toro se acaba la corrida.
Faltaría
ver los últimos días del caudillo, después de las elecciones. Puede ser:
recargando energía en nuestra isla de Margarita o de Lanai en Hawaii. En las
playas de Tel Aviv. O en el mejor spa de Libia. Con séquito incluido.
Todo depende de la actitud de los venezolanos
al votar por la libertad y la democracia o por la continuidad de la ruina
social y económica de nuestro país.
Veremos.
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