El país del futuro
Luis Cino Alvarez.
CUBANET
Últimamente
varios ilustres visitantes, incluso funcionarios de organismos internacionales,
no han escatimado los elogios al parque temático en forma de finca-campamento
militar-marabusal que un buen amigo se empeña en llamar Castrolandia.
Han
dicho que es el país más seguro del hemisferio, lo cual nadie duda. ¿Qué se
puede esperar de un estado policial donde no se puede pescar una claria en una
zanja mojonera o vender boniatos en una carretilla que no esté debidamente
identificada por la ONAT, sin que lo
sepa inmediatamente Seguridad del Estado?
Más
rebatible resulta decir que Cuba es el
mejor país para tener hijos, cuando las cubanas no quieren parir en espera de
que vengan tiempos mejores, lo cual
amenaza con convertirnos en un país de viejos.
Peor:
aseguran que el mundo debía aprender y tomar ejemplo de la agricultura cubana o que ─ y esto sí debía ocasionarles un
patatús por desvergonzados ─ el sistema judicial cubano, esa fábrica de
presos y abusos, es un portento de
jurisprudencia, y las cárceles, que no dejan ver a los relatores de
derechos humanos, paraísos de rehabilitación, son casi sanatorios.
Han
llegado a decir algunos que cuando tratan de avizorar un país del futuro, a la
medida de sus sueños, piensan en Cuba.
¡Vaya sueño!
Un
futuro de mugre, escaseces, apagones, chivatos y mítines de repudio. Un país de
bajareques, llega y pones y edificios en estática milagrosa…hasta un
día…Paradas de ómnibus atestadas de gente mal vestida, con peste a grajo, hambreada, frustrada en todos
y cada uno de sus planes, sin
esperanzas. Y con muchas ronchas y
picazones: Cuba se ha convertido, a pesar de las fumigaciones con petróleo
aguado y del insecticida Lomaté que fabrican los presos para la empresa PROVARI
del MININT, en el reino de los mosquitos, las santanillas y los piojos.
Pero
los camaradas solidarios siempre hallarán el lado positivo de lo que queda de
la revolución: las escuelas y los hospitales, que siguen siendo gratis, aunque
cada día den más grima.
Sedientos
de democracia real, envidiarán la suerte de poder aplaudir como focas
amaestradas en las reuniones de rendición de cuentas del Poder Popular, que ya
se sabe nada resuelven, pero qué van a resolver si está el rollo del bloqueo.
Hartos
de la globalización capitalista, se regocijarán de vivir sin Internet ─ esa
babélica confusión ─ ni libertades, pero también sin Publix, Mc Donalds, Walmart o El Corte Inglés. Sólo vendutas y
timbiriches. Sin lumínicos, sin comerciales de TV ni vallas publicitarias. Sólo
las que exijan la libertad para Los Cinco, pregonen a los que no se han dado
cuenta todavía que “vamos por el camino correcto”, o expliquen que revolución es “cambiar todo lo
que deba ser cambiado”…Aunque no cambie nada. O casi nada, que no es lo mismo,
ay Silvio, pero es igual…
Qué
pena que pasen tan poco tiempo en Cuba, que tengan que regresar al despiadado
consumismo y no puedan compartir nuestra cochambrosa dicha. Pero siempre tendrán abiertas las puertas del futuro, es decir,
las de Castrolandia. Sólo tienen que
reservar pasaje en el primer vuelo.
Aquí
lo acogeremos radiantemente pobres, pero solidarios. Compartiremos el vértigo
de viajar apretujados en una guagua
china, sorteando los baches, al atronador ritmo del reguetón, a toda máquina
hacia el desastre… Será feliz en una barbacoa de Centro Habana o un albergue de
Cambute. Nos regocijaremos con él por seguir siendo eternamente miserables.
Lanzaremos nuestras esperanzas a una fogata de basura sin recoger en una noche
de apagón. O con las luces estrictamente necesarias de los bombillos
ahorradores de 45 watts. Así recuperará lo que le robó la sociedad de consumo:
el encanto de la noche total y la camaradería de la horda.
Brindaremos
por tanta maravilla con chispa de tren, masas de claria y picadillo de soya.
Por otro mundo mejor…chin-chin….Como Cuba. El país del futuro.
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