Cuba: En peligro los blogueros
independientes
Alejandro
Armengol. Blog CUADERNO DE CUBA
Hay
dos tácticas fundamentales que el gobierno de La Habana, lleva décadas de años
empleando contra la oposición pacífica. Una es recurrir a la envidia ciudadana,
acusar a los opositores de recibir grandes sumas provenientes de Washington. La
otra es considerarlos elementos subversivos, capaces de llevar a cabo o
preparar planes destinados a crear el caos, desestabilizar el país e incluso
crear las condiciones para supuestos ataques militares.
El
primero de estos empeños, considerar a los opositores privilegiados económicos
y llamarlos “mercenarios” tiene un objetivo nacional y extranjero. Aquí el
dinero es quien hace la diferencia. Una vuelta al fetichismo del dólar, que en
cierto sentido tiene su contrapartida en el debate alrededor del embargo y
cualquier tipo de medida destinada a ejercer presión económica contra la junta
militar que gobierna en Cuba.
Nada
más socorrido, para el gobierno cubano, que el intento de encasillar a
cualquier manifestación de independencia intelectual o de pensamiento propio
como un acto mercenario. La discusión se desvía entonces hacia las razones,
válidas o no, que existen tras donaciones, ayudas y facilitación de fondos. Se
cae entonces en la discusión interminable del “dinero bueno” y el “dinero
malo”. Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio habrían llevado a cabo un
proceso de transmutación milagrosa y convertido en “bueno” un dinero entregado
por todos los estamentos de la burguesía cubana, ya que estaba destinado a la
noble causa del derrocamiento de la dictadura batistiana. Mientras que, por
otra parte, todos los fondos provenientes del exterior, que buscan cualquier
tipo de cambio a favor de la democracia y el respeto a los derechos humanos en
Cuba estaría contaminado por la procedencia de un dinero “viciado”.
Curioso
que un sistema que, de sus inicios al presente, ha necesitado constantemente
recurrir a un financiamiento exterior, traiga a colación los fondos extranjeros
para denigrar al contrario.
Sin
embargo, lo más importante en este sentido no son las paradojas del gobierno de
La Habana sino su sustentación errónea de cualquier discusión en torno a la
ayuda exterior. En un régimen totalitario, que para mayor aislamiento gobierna
una isla ─ en lo que constituye una especie de alianza represiva entre la
geografía y la historia
─, el ejercer este pensamiento
independiente de forma pública resulta imposible sin al menos cierta
cooperación exterior. Pero lo que es más importante: en este caso estamos
hablando de ayuda para la difusión de ideas y opiniones que van en contra de la
corriente del pensamiento impuesto desde el poder, no de subversión, y mucho
menos violenta, para destruirlo. Esta es la diferencia fundamental.
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