Monday, June 25, 2012


Cuba: En peligro los blogueros independientes

Alejandro Armengol. Blog CUADERNO DE CUBA

Hay dos tácticas fundamentales que el gobierno de La Habana, lleva décadas de años empleando contra la oposición pacífica. Una es recurrir a la envidia ciudadana, acusar a los opositores de recibir grandes sumas provenientes de Washington. La otra es considerarlos elementos subversivos, capaces de llevar a cabo o preparar planes destinados a crear el caos, desestabilizar el país e incluso crear las condiciones para supuestos ataques militares.

El primero de estos empeños, considerar a los opositores privilegiados económicos y llamarlos “mercenarios” tiene un objetivo nacional y extranjero. Aquí el dinero es quien hace la diferencia. Una vuelta al fetichismo del dólar, que en cierto sentido tiene su contrapartida en el debate alrededor del embargo y cualquier tipo de medida destinada a ejercer presión económica contra la junta militar que gobierna en Cuba.

Nada más socorrido, para el gobierno cubano, que el intento de encasillar a cualquier manifestación de independencia intelectual o de pensamiento propio como un acto mercenario. La discusión se desvía entonces hacia las razones, válidas o no, que existen tras donaciones, ayudas y facilitación de fondos. Se cae entonces en la discusión interminable del “dinero bueno” y el “dinero malo”. Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio habrían llevado a cabo un proceso de transmutación milagrosa y convertido en “bueno” un dinero entregado por todos los estamentos de la burguesía cubana, ya que estaba destinado a la noble causa del derrocamiento de la dictadura batistiana. Mientras que, por otra parte, todos los fondos provenientes del exterior, que buscan cualquier tipo de cambio a favor de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Cuba estaría contaminado por la procedencia de un dinero “viciado”.

Curioso que un sistema que, de sus inicios al presente, ha necesitado constantemente recurrir a un financiamiento exterior, traiga a colación los fondos extranjeros para denigrar al contrario.

Sin embargo, lo más importante en este sentido no son las paradojas del gobierno de La Habana sino su sustentación errónea de cualquier discusión en torno a la ayuda exterior. En un régimen totalitario, que para mayor aislamiento gobierna una isla ─ en lo que constituye una especie de alianza represiva entre la geografía y la historia, el ejercer este pensamiento independiente de forma pública resulta imposible sin al menos cierta cooperación exterior. Pero lo que es más importante: en este caso estamos hablando de ayuda para la difusión de ideas y opiniones que van en contra de la corriente del pensamiento impuesto desde el poder, no de subversión, y mucho menos violenta, para destruirlo. Esta es la diferencia fundamental.

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