Capriles, toma nota
Mario J. Viera
Henrique
Capriles debe tomar nota del affaire paraguayo. El plan fracasado del chavismo
en Paraguay llevado a cabo por el canciller Nicolás Maduro impone un llamado de
alerta. No solo queda al descubierto la flagrante intromisión en los asuntos
internos del Paraguay la acción que denuncia ahora la ministra de Defensa paraguaya, María Liz
García sino las verdaderas intenciones que se albergan en la cúpula chavista en
caso de perder las elecciones frente a la candidatura de Capriles.
Con
todo el descaro del mundo, Maduro se reunió con los comandantes de las fuerzas
armadas de Paraguay ─ con el visto bueno del general Angel Vallovera Antúnez,
jefe del Gabinete Militar ─ para incitarles a un pronunciamiento armado en caso
de que Lugo fuera destituido.
“El canciller (Maduro) ─ según denuncia
María Liz García ─ arengó (a los
oficiales) a que respondieran a una
situación que se estaba dando y que afectaba al expresidente, pidió que
respondieran en ese momento, conforme a lo que le ocurriera al expresidente
Lugo”.
La
denuncia de la ministro de Defensa se
produjo luego de hacer averiguaciones y consultas con los comandantes de
las fuerzas armadas presentes en la reunión con Maduro. Evidente es la
injerencia del chavismo, injerencia, por demás, criminal porque perseguía hacer
correr la sangre en Paraguay. Aunque la responsabilidad del acto inamistoso e
injerencista recae directamente sobre el gobierno de Hugo Chávez, parte de la
misma le toca los representantes de los gobiernos que integran el Mercosur que
se encontraban en Asunción intentando persuadir al Congreso paraguayo de
suspender el juicio político contra Fernando Lugo.
La
reacción de Federico Franco ya instalado como presidente de Paraguay fue hacer
importantes cambios en los mandos militares y ordenar la destitución del cargo
de jefe del gabinete militar de la República del general Angel Vallovera.
Si
bien es cierto que la destitución de Lugo luego del juicio político abierto por
el senado paraguayo fue relampagueante y no favoreció la debida defensa del
acusado; si cierto es que hubo intrigas e intereses políticos en el
enjuiciamiento, la verdad es que no se trató de un golpe como ha asegurado el
canciller venezolano y algunos de sus colegas del socialismo del siglo XXI y
los coadjutores del Mercosur. La destitución del inepto presidente paraguayo se
realizó en el marco de los postulados constitucionales y dentro de la realidad política
paraguaya. Quizá hubiera sido preferible haber sido menos sumarísimo el juicio
político, considerando las implicaciones internacionales que acarrearía la
destitución constitucional del mandatario; pero nunca de un golpe de estado.
De
todos modos queda en evidencia el carácter injerencista del gobierno de
Venezuela y su decisión de recurrir a un pronunciamiento armado del ejército “chavista”
en caso de que la oposición venezolana gane las elecciones el próximo 7 de
octubre. Ya esto lo había expresado el general Henry Rangel Silva, el aliado de
Chávez durante el fallido golpe de Estado de febrero de 1992 que este último
encabezara.
Así
lo hizo conocer Rangel, que las fuerzas armadas de Venezuela estaban “casadas
con el proyecto político socialista”; que en caso de una derrota electoral “eso no lo va a aceptar la gente, las Fuerzas
Armadas no, y el pueblo menos”.
Si
han sido capaces de conspirar dentro del territorio de otro país para promover
el caos, ¿de qué no serán capaces de hacer en su propio país? Así que, Capriles
debe tomar nota de este procedente. Una medida preventiva que pudiera llevar a
cabo es denunciar a Maduro como injerencista en los asuntos internos de otro
país y mostrarlo como ejemplo del carácter criminal, conspirativo y totalitario
del chavismo.
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