SIN RUMBO
Américo Martín.
ABC de la Semana
I
Por varias razones, incluida lo desagradable
que es revolotear alrededor de las enfermedades de nuestros semejantes, no he
querido ventilar el tema del cáncer presidencial y he recomendado no
desenfocarse, por ningún motivo, de la tragedia social, económica y política
que pesa sobre nuestro abatido país. Es difícil, claro, porque el tema es tan
determinante de las conductas del gobierno y su partido, que aparece y
reaparece bajo las formas más diversas.
Mientras la unidad democrática con Capriles al
frente se extiende como mancha de aceite sobre el territorio nacional; mientras
maximiza el contacto casa por casa para oír y hablar con la gente en y de la
calle, que el gobierno menciona sólo como material electoral; mientras todo eso
ocurre, los aspirantes a la sucesión del liderazgo del presidente Chávez se han
ubicado en un laberinto sin salida discernible. Por lo pronto están comunicando
sin palabras que no sabrían qué hacer en ausencia de su líder.
Y
es por esa rendija que vuelve a colarse el bendito item de la enfermedad,
puesto que si sus sucesores no llegaran a ponerse de acuerdo si se ausentara el
presidente, el resultado sería sencillamente impensable. En suma: el estado de
salud del mandatario es vital para lo que pueda ocurrir. El problema se discute
en voz baja en el partido. Lo adecuado sería ─ si la situación fuera normal ─
hacerlo en forma clara e inteligible. Al fin y al cabo, los riesgos de la
inhabilitación presidencial podrían agravarse si se debatieran en escondrijos y
sombras. Lo que está en juego es la división del PSUV o la salida del poder, o
las dos cosas.
II
Agreguemos
a ese tormento el temor que la eventual pérdida del poder despierta en el
liderazgo oficialista. Han creado tantos fantasmas sobre la unidad democrática
que terminaron por creer en ellos. Han repetido hasta la saciedad que el
imperio y la UD están conspirando contra el presidente. A la conjura se une
Álvaro Uribe. La CIA y el Pentágono están listos para ordenar el ataque. La
oposición apátrida sirve a estos intereses.
Vamos
a entendernos. Esas asechanzas pueden aceptarlas los más hipnotizados por el
proceso pero hay razones para pensar que la cúpula del poder, sin adherir a
tales zarandajas, se esmera en hacerlas creíbles a sus seguidores. Son los
generales acusados de narcotráfico y relaciones oscuras con las FARC. Los que,
desnaturalizando la esencia de la institución armada, entregan su soberanía a
un gobierno extranjero y hacen añicos los criterios de ascenso por méritos. Los
que han seguido al presidente en la aventura de convertir nuestra Fuerza Armada
en una rama del PSUV. Los acusados de cometer graves actos de corrupción.
Ninguno
admite ─ o hace como si no admitiera ─ la sinceridad del reiterado mensaje de
paz de la unidad democrática, predicado entre abrazos y manos tendidas por
Capriles Randonski. Un mensaje de respeto al estado de derecho, con tribunales
soberanos, debido proceso y sin presos de conciencia
En parte se entiende. Es un modelo de
conducta contrario al aplicado por el
bloque político gobernante. Quizá teman a la venganza por los desmanes que
ellos han cometido, suponiendo que la unidad democrática fuera algo así como un
chavismo al revés. En todo caso, los que sienten que tienen más que perder, se
afanan en pintar a la alternativa democrática con esos sombríos colores para
justificar la perpetuidad, cueste lo que cueste.
III
Les
aterra que el monstruo que en su fantasía han construido gane las elecciones y
asuma el poder. Relacionan esa posibilidad con la ausencia del presidente o su
menoscabo. Barajan apuradamente fórmulas que los cubran frente a un tsunami
electoral. Usurpar el poder no es nada fácil. La incidencia internacional es
muy fuerte en estos tiempos y el efecto residual de la victoria sobre un
partido internamente resentido podría desarticularlos. Urden planes siniestros
para mantenerse en el poder. Uno de ellos está a la vista: a cualquier efecto
el sistema jurídico internacional debe
ser golpeado, en función de lo cual los socios de la ALBA arremeten en su
contra. Las víctimas favoritas son la Comisión y la Corte Interamericana de
Justicia, y por eso el siempre listo Evo Morales ─ cuya popularidad se ha ido
desvaneciendo en Bolivia ─ tuvo la encomienda de anunciar en Cochabamba que “la
OEA se reinventa o muere”
Pero no tendrán éxito porque además de los
avances de la integración en el mundo, el Derecho Internacional Humanitario,
creciente y desenfadado, no se dejará arrebatar la causa de los Derechos
Humanos.
¿Qué hacer entonces? Lo primero, ganar tiempo.
La única carta que tienen es el presidente, a quien dicen amar con toda la
fuerza de su corazón. Pero su estado de salud debería inducirlos ─ si fueran
sinceros ─ a aconsejarle que se someta al reposo prescrito por sus médicos. La
vida de Chávez debería ser prioritaria para sus amigos y servidores.
Lamentablemente lo que se observa es la desesperación de empujarlo a
inscribirse así sea en angarilla a ver si alcanza la presidencia, eventualidad
discutible dado el empuje del rival, pero en todo caso lo único que tienen.
Después, sólo después de garantizar los cambures del entorno, ¡que disponga el
presidente de su organismo!
La política es a veces cruel. Dicen incluso
que la inventó el diablo, aunque el Maligno replique que esa es una calumnia de
la antipolítica. No sé, no me siento autorizado a pontificar sobre semejante
problema, pero lo que nadie puede discutir es que sea la actividad más
original, inesperada, a veces diabólica, inventada por el animal humano.
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