Saturday, June 9, 2012


SIN RUMBO

Américo Martín. ABC de la Semana


I

 Por varias razones, incluida lo desagradable que es revolotear alrededor de las enfermedades de nuestros semejantes, no he querido ventilar el tema del cáncer presidencial y he recomendado no desenfocarse, por ningún motivo, de la tragedia social, económica y política que pesa sobre nuestro abatido país. Es difícil, claro, porque el tema es tan determinante de las conductas del gobierno y su partido, que aparece y reaparece bajo las formas más diversas.

 Mientras la unidad democrática con Capriles al frente se extiende como mancha de aceite sobre el territorio nacional; mientras maximiza el contacto casa por casa para oír y hablar con la gente en y de la calle, que el gobierno menciona sólo como material electoral; mientras todo eso ocurre, los aspirantes a la sucesión del liderazgo del presidente Chávez se han ubicado en un laberinto sin salida discernible. Por lo pronto están comunicando sin palabras que no sabrían qué hacer en ausencia de su líder.

Y es por esa rendija que vuelve a colarse el bendito item de la enfermedad, puesto que si sus sucesores no llegaran a ponerse de acuerdo si se ausentara el presidente, el resultado sería sencillamente impensable. En suma: el estado de salud del mandatario es vital para lo que pueda ocurrir. El problema se discute en voz baja en el partido. Lo adecuado sería ─ si la situación fuera normal ─ hacerlo en forma clara e inteligible. Al fin y al cabo, los riesgos de la inhabilitación presidencial podrían agravarse si se debatieran en escondrijos y sombras. Lo que está en juego es la división del PSUV o la salida del poder, o las dos cosas.



II

Agreguemos a ese tormento el temor que la eventual pérdida del poder despierta en el liderazgo oficialista. Han creado tantos fantasmas sobre la unidad democrática que terminaron por creer en ellos. Han repetido hasta la saciedad que el imperio y la UD están conspirando contra el presidente. A la conjura se une Álvaro Uribe. La CIA y el Pentágono están listos para ordenar el ataque. La oposición apátrida sirve a estos intereses.

Vamos a entendernos. Esas asechanzas pueden aceptarlas los más hipnotizados por el proceso pero hay razones para pensar que la cúpula del poder, sin adherir a tales zarandajas, se esmera en hacerlas creíbles a sus seguidores. Son los generales acusados de narcotráfico y relaciones oscuras con las FARC. Los que, desnaturalizando la esencia de la institución armada, entregan su soberanía a un gobierno extranjero y hacen añicos los criterios de ascenso por méritos. Los que han seguido al presidente en la aventura de convertir nuestra Fuerza Armada en una rama del PSUV. Los acusados de cometer graves actos de corrupción.

Ninguno admite ─ o hace como si no admitiera ─ la sinceridad del reiterado mensaje de paz de la unidad democrática, predicado entre abrazos y manos tendidas por Capriles Randonski. Un mensaje de respeto al estado de derecho, con tribunales soberanos, debido proceso y sin presos de conciencia

 En parte se entiende. Es un modelo de conducta  contrario al aplicado por el bloque político gobernante. Quizá teman a la venganza por los desmanes que ellos han cometido, suponiendo que la unidad democrática fuera algo así como un chavismo al revés. En todo caso, los que sienten que tienen más que perder, se afanan en pintar a la alternativa democrática con esos sombríos colores para justificar la perpetuidad, cueste lo que cueste.



III

Les aterra que el monstruo que en su fantasía han construido gane las elecciones y asuma el poder. Relacionan esa posibilidad con la ausencia del presidente o su menoscabo. Barajan apuradamente fórmulas que los cubran frente a un tsunami electoral. Usurpar el poder no es nada fácil. La incidencia internacional es muy fuerte en estos tiempos y el efecto residual de la victoria sobre un partido internamente resentido podría desarticularlos. Urden planes siniestros para mantenerse en el poder. Uno de ellos está a la vista: a cualquier efecto el  sistema jurídico internacional debe ser golpeado, en función de lo cual los socios de la ALBA arremeten en su contra. Las víctimas favoritas son la Comisión y la Corte Interamericana de Justicia, y por eso el siempre listo Evo Morales ─ cuya popularidad se ha ido desvaneciendo en Bolivia ─ tuvo la encomienda de anunciar en Cochabamba que “la OEA se reinventa o muere”

 Pero no tendrán éxito porque además de los avances de la integración en el mundo, el Derecho Internacional Humanitario, creciente y desenfadado, no se dejará arrebatar la causa de los Derechos Humanos.

 ¿Qué hacer entonces? Lo primero, ganar tiempo. La única carta que tienen es el presidente, a quien dicen amar con toda la fuerza de su corazón. Pero su estado de salud debería inducirlos ─ si fueran sinceros ─ a aconsejarle que se someta al reposo prescrito por sus médicos. La vida de Chávez debería ser prioritaria para sus amigos y servidores. Lamentablemente lo que se observa es la desesperación de empujarlo a inscribirse así sea en angarilla a ver si alcanza la presidencia, eventualidad discutible dado el empuje del rival, pero en todo caso lo único que tienen. Después, sólo después de garantizar los cambures del entorno, ¡que disponga el presidente de su organismo!

 La política es a veces cruel. Dicen incluso que la inventó el diablo, aunque el Maligno replique que esa es una calumnia de la antipolítica. No sé, no me siento autorizado a pontificar sobre semejante problema, pero lo que nadie puede discutir es que sea la actividad más original, inesperada, a veces diabólica, inventada por el animal humano.

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