Wednesday, February 1, 2012

Constitución de 1940: un principio de legitimidad

El presente artículo había sido publicado en una página digital ya no existente con fecha 17 de diciembre de 2003. Lo reproduzco ahora porque considero que no ha perdido actualidad. Espero que nuevos lectores lo lean y expongan sus opiniones.
Mario J. Viera

Desde la época de los enciclopedistas en la Francia del Siglo XVIII los movimientos políticos han buscado la legitimidad. La toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, estaba legitimada por las declaraciones de los representantes del Tercer Estado y la filosofía burguesa de los enciclopedistas.  La jornada del 14 de julio florecería en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el antecedente de todo el constitucionalismo futuro y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La legitimidad de toda lucha política no puede tener sólo componentes morales y el pragmatismo de lo que es necesario. La legitimidad requiere del Derecho. La Declaración de Independencia, el “Nosotros el Pueblo…” sería el documento de legitimación de la revolución independentista de las Trece Colonias inglesas. 
 La asonada de 1868 en Cuba se legitimaba en la Declaración Francesa y en los postulados de la Constitución de Estados Unidos. Esta legitimidad se concreta en la Constitución de Guaímaro.

Asamblea constituyente de Guáimaro
En 1895 la revolución encabezada por José Martí se fundamenta en un documento que justifica la lucha insurreccional y define los principios políticos que regirán la revolución: el Manifiesto de Montecristi.
Una vez alcanzada la independencia del dominio español, la nueva república se dota de una constitución política: la Constitución de 1901, que nacería lastrada con la inclusión en ella de una enmienda impuesta por los Estados Unidos, conocida por Enmienda Platt, que reducía la soberanía cubana a simple formalidad.
La supresión de esa enmienda sería el objetivo de las luchas futuras, lo que finalmente se concretaría con la Revolución del 4 de Septiembre y el rechazo del Dr. Grau San Martín a jurar la constitución lastrada al asumir la presidencia del Gobierno de los 100 días.

Guiteras, Batista y Grau
La república cubana atravesaría por un período de inestabilidad, luego de la caída del gobierno revolucionario Grau-Guiteras, que concluiría con el llamado a una Asamblea Constituyente Soberana que tendría como misión reformar la Constitución de 1901 o dotar al país de una nueva.
La nueva constitución se firmaría en el histórico poblado de Guáimaro en Camagüey,  el Primero de Julio de 1940.
De la Constitución de 1940 se ha dicho mucho. Se la ha calificado hasta de mítica. Se le señala como defecto su extensión y hasta de casuística. Ciertamente, varios de sus postulados podrían haberse omitido y dejado para su inclusión en leyes ordinarias, pero nadie puede negar que se trate de un documento que sienta bases en el fortalecimiento de la democracia y la justicia social. La Constitución del 40 responde a los principios del constitucionalismo cubano y a la experiencia política de la república.
Al amparo de la nueva constitución se sucedieron tres gobiernos legítimos: Batista, Grau, Prío.  El 10 de marzo de 1952 se produce la traición de Fulgencio Batista imponiendo un gobierno de facto en contra de los dictados constitucionales.
La oposición a Batista asumió formas violentas. El síndrome revolucionario permanente en la conciencia social encontró el clima apropiado para su manifestación.  La legitimación de los actos de violencia política se encontraba en la defensa de la constitución ultrajada y en el reconocimiento que esta daba al derecho de insurrección.
Desde su escondite en el casi inaccesible campamento de La Plata, Castro proclamaba su apego a la constitución e incluía dentro de su programa político la elaboración de sus leyes complementarias.
El gobierno golpista cae. Ha perdido el apoyo norteamericano y se ve obligado a rendirse ante un movimiento guerrillero poco brillante, que si contaba con apoyo popular era sólo como manifestación de la oposición a Batista o como el ostensible rechazo de la burguesía nacional al poder del mulato que aun con millones no era admitido en los clubes de “gente de bien”.
Castro bien pronto demostró que la Constitución de 1940 valía muy poco para él. La mayoría idiotizada por la demagogia, hipnotizada por las medidas populistas iniciales del gobierno revolucionario, no se percató del fraude político que eran Castro y sus compinches.
El gobierno revolucionario impone como ley fundamental un remedo de la Constitución de 1940. En Mayo, en el que fuera su escondite Castro firmó la Ley de Reforma Agraria, como, se dijo, la ley complementaria de la supresión del latifundio que estipulaba la constitución.  Con esta ley que tenía, más que el interés de justicia, el propósito de poder político y de agitación nacionalista, Castro demostraba su desprecio por la constitución.  La ley en sí misma era inconstitucional, violaba el Artículo 24 que prohibía la confiscación  y exigía que en caso de interés público o social la expropiación se haría mediante procedimiento judicial y con el pago en efectivo y previo.

Fidel Castro firma Ley de Reforma Agraria
Desde 1959 hasta 1976, Cuba estaría “desconstitucionalizada”. La ley se dictaba desde las tribunas. No más elecciones, la revolución sería para siempre el poder político y el gobierno.
La constitución de 1940 prohibía la pena de muerte y Castro hizo amplio uso de los paredones de fusilamiento.
Aquellos que reclamaron la vuelta a la constitucionalidad se les presentó como “aliados del imperialismo yanqui”, se les llevó al paredón, se les condenó a largas penas de prisión o se les obligó a salir al exilio.
La Constitución de 1940 quedó como un símbolo de legitimidad dentro de la comunidad exiliada.  En Cuba se le condenó como expresión del poder de la odiada burguesía explotadora.
En el momento menos apropiado surgieron las guerrillas contrarrevolucionarias, la invasión de Bahía de Cochinos (Girón) y la lucha urbana. Castro proclamó el carácter socialista de la revolución y logró silenciar y anular a los opositores de línea insurreccional.
En 1962 se impone el poder de un solo partido político, el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS), que posteriormente cambió de nombre para declararse oficialmente como Partido Comunista de Cuba (PCC). Otro golpe demoledor a los principios de la Constitución de 1940.
En 1976, el PCC elabora una Constitución a su imagen y semejanza. La Constitución de 1940 es sepultada de manera ilegal. El procedimiento de reforma constitucional no se adecuó a lo establecido en los artículos 285 y 286 del Título XIX de la constitución que determinaba el procedimiento para la reforma de la carta magna. La Constitución de 1976 se impuso con un golpe institucional.
Luego de varios años de oposición silenciada, renace la protesta antitotalitaria con el surgimiento del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. La nueva oposición se pronuncia por la protesta pacífica, la denuncia y la defensa de los derechos consagrados en la Declaración Universal.

Ricardo Bofill, fundador del Comité Cubano Pro Derechos Humanos
El Comité fue el embrión de toda la futura oposición cubana. A partir de ese momento proliferaron los grupos opositores y disidentes.  La Declaración Universal de los Derechos Humanos se convertiría en el principio de legitimidad de la oposición.
Sin embargo, la Declaración no es suficiente para la organización de un estado. Sólo un documento constitucional establece los fundamentos de un estado. Hay quienes pretenden fundar la nueva república sobre los endebles pilares de la Constitución de 1976 a partir de una reforma de sus postulados.
Quienes estos pretenden parten de premisas falsas. La Constitución de 1976 para ser viable en una democracia requeriría de tales transformaciones que terminaría siendo arrojada en el tanque de desperdicios.
Otros hablan de dotar al país de una nueva constitución, convocar a una Asamblea Constituyente…Y mientras tanto, el caos. Se haría necesario gobernar transitoriamente mediante decretos constitucionales como hiciera Batista en 1952.
La Constitución de 1940 no ha sido derogada legalmente y ha de ser el documento guía para restablecer la República. No es necesario buscar nuevas fórmulas cuando se tiene un documento elaborado, legítimo y democrático como la Constitución de 1940.
Frente a la ilegitimidad de 1976 ha de oponerse la legitimidad de 1940.
La lucha por el restablecimiento de la Carta Republicana de 1940 debiera ser el objetivo jurídico de la oposición.  La Constitución de 1940 no fracasó, fue traicionada por Fulgencio Batista y asesinada por Fidel Castro. La oposición cubana no deberá ser su sepulturera.

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