Nicolás Pérez Díaz-Argüelles. EL NUEVO HERALD
Hay recuerdos que lo persiguen a uno toda la vida. De niño recuerdo con meridiana claridad una novela que escuchaban por radio mi madre y mis tías conjuntamente con todo el pueblo de Cuba que se llamaba El Derecho de Nacer, de Félix B. Caignet. Cierro los ojos y escucho todavía a Don Rafael del Junco con voz entrecortada tratando de revelar un arcano secreto, y en el momento cumbre, cuando iba a decir lo que sabía, se terminaba abruptamente el capítulo. Eso se mantuvo durante semanas y meses batiendo un récord latinoamericano de melodrama y ridículo culebrón para impresionar a amas de casa aburridas y a niños ingenuos como yo.
Ese record de B. Caignet de atrapar a una audiencia a sombrerazos está a punto de romperlo Hugo Chávez con su estudiada y profesional actuación en la película de su lucha contra el cáncer, estableciendo una electrizante atmosfera parecida a la creada por la descomunal actuación de Paul Newman y Elizabeth Taylor en la obra de Tennesse Williams Una gata sobre el tejado de zinc caliente.
El cáncer no dudemos que lo tiene, pero sin olvidar que su capacidad de manipulación y el dramatismo pueril con que intenta convertir su tragedia particular en un drama nacional le ha beneficiado en las encuestas. Pero todo es caricatura, payasada, como dijo el domingo Carlos Alberto Montaner, pero peligrosa y siempre indignante como aquel retrato enorme de Cristo acompañado de las palabras “Yo te sanaré”, encajado en el parabrisas del carro que lo llevaba hace pocos días a su operación en Cuba.
Este recorrido de Miraflores al aeropuerto rodeado de aplausos y fantasía me recuerda el de Fidel Castro de Santiago a La Habana en 1959, con una diferencia, Castro iba a tomar el poder y Chávez a enfrentar a un cáncer maligno. ¿Hasta qué punto él está en una actitud de negación de su verdadera realidad? ¿O acaso es un irresponsable que cambia vida por poder?
Un aspecto que me ha llamado la atención de la cacareada noticia es la pésima información que tiene el entorno de Chávez sobre la naturaleza de su cáncer. Acaban de nombrar vocera de su enfermedad a la ministra de Salud, Eugenia Sader, que al parecer, desea destituir del cargo a quien lo ostentaba hasta ayer, el periodista opositor del diario El Universal Nelson Bocaranda, una especie de oráculo que se ha burlado miserablemente de la SEBIN, antigua DISIP, policía política venezolana, haciendo quedar en ridículo el secretismo de café con leche chavista, y que nos señala la porosidad del entorno del coronel golpista, ¿a causa de familiares del gobernante que lo prefieren vivo a líder del Socialismo del Siglo XXI o acaso una conspiración dentro de la trama de sus sucesores que le intentan boicotear su postulación presidencial?
Indudable que cierto tipo de enfermedades se incuban durante un largo tiempo, pero también pueden precipitarlas y agravarlas crisis emocionales repentinas. La salud de Fidel Castro, alguien poco acostumbrado a que lo impugnen de frente y sin concesiones, ¿no estalló en pedazos pocas horas después que el periodista cubano Juan Manuel Cao le provocó un berrinche histórico durante la X Cumbre Iberoamericana de Panamá? Entonces, el frío que le recorrió a Chávez por toda la espina dorsal cuando se enteró de los 3,040,449 votos que recibió el candidato opositor Henrique Capriles Radonski, ¿no pueden haber sido responsables de la nueva urgencia médica que pocas horas antes Venezuela entera ignoraba?
En la primera operación estuvo fuera de Venezuela un mes; en esta viaja como el mismo ha admitido “sin fecha de regreso”. Y partió hacia la isla con un “Grupo de Comando”, término militar posiblemente para sí el cáncer reaparece matarlo a balazos.
Otra arbitrariedad, desde Cuba intentará gobernar negándose a ceder los poderes presidenciales al vicepresidente Elías Jauja, violando su propia Constitución.
Horas antes su llegada a La Habana, la agencia EFE reportó que un ciudadano de a pie, Edelberto Hartman, de 73 años, dijo: “Estoy contento con su decisión de viajar a Cuba. Chávez sabe que aquí puede resolver y nos alegramos de la confianza que tiene en los médicos cubanos”. Ya sabemos cómo se siente Hartman, lo que me pregunto es, ¿cómo se sentirán ante las decisiones chavistas los médicos de Venezuela?
Me complace la sabiduría de la oposición venezolana que no desea un Chávez derrotado por un cáncer. Hay líderes carismáticos y populistas que son más peligrosos muertos que vivos: Juan Domingo Perón murió hace 60 años y hoy la izquierda, el centro y la derecha argentina es peronista. Digo, es un decir, a Chávez solo lo sepultará políticamente una derrota en unas elecciones libres.
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