Guillermo Descalzi
Hace semanas escribí que “si en la primaria de Florida gana Romney, la nominación republicana será de Romney. Florida dará al ganador tal impulso que la contienda, por más que llegue hasta la convención, habrá sido en realidad resuelta aquí”. Pues me equivoqué. Ganó Romney y no se resolvió nada.
Romney se debe sentir como Hillary Clinton a estas alturas del juego en el 2008. Ella se dio cuenta en esa ocasión que la nominación se escapaba de sus manos. ¿Se dará cuenta Romney que le está sucediendo algo parecido, que la nominación se le escapa? ¿Podrá evitarlo? Los conservadores no tienen mucha confianza en Romney. Gingrich está perdiendo viabilidad como alternativa a Romney. La nueva alternativa está en Santorum. Su ascensión parece un milagro de la santidad insinuada en su apellido. Santo o no, Santorum está en ascenso. Su elevación obedece a que es, para empezar, un conservador genuino. Es católico, y los evangélicos están más cerca del catolicismo que del mormonismo. Les es difícil aceptar a los mormones como hermanos en Cristo.
El Diablo amenaza a Estados Unidos |
Santorum por su lado ha declarado que no promoverá en el país, de ser electo, ni su catolicismo ni las normas de vida del catolicismo. No es partidario de los anticonceptivos, pero no se opone a su uso. Es hombre de familia. Romney también es hombre de familia, pero su conservadorismo está en duda. Romney parece poco genuino. Sus cambios de posición, variaciones sobre un mismo tema, le dan un cierto aire de oportunismo. Sus explicaciones no convencen del todo. Para muestra está el seguro médico universal en Massachusetts, modelo para el de Obama. Dice que es bueno para su estado pero malo para el país. La lógica de esto escapa a muchos. Romney, mientras tanto, se fuerza y esfuerza para encajar en el conservadorismo. Ese esfuerzo parece ser lo que lo lleva a sus cambios de posición.
El argumento de Romney para obtener la nominación se basa en su experiencia gerencial como capitalista en el mundo empresarial y de negocios. Dice ser la mejor opción para salvar la economía. Quizás no lo sea. Ha dicho repetidamente que no hubiera rescatado ni nuestras empresas automotrices ni la bolsa americana. Hubiera dejado quebrar a Chrysler, General Motors y las empresas, bancos y emporios de Wall Street que Obama rescató.
Esto va a ser un problema para Romney en la primaria de Michigan, el 28 de febrero. Michigan está resurgiendo gracias al rescate. Romney lo ha caracterizado como erróneo, como una intromisión del estado en la empresa privada, una táctica de Obama para implantar el socialismo. Pronosticó el fracaso del rescate de las empresas automotrices. Ha ocurrido lo contrario. La General Motors ha vuelto al primer puesto en ventas de vehículos en el mundo entero. Romney hubiera dejado que se hunda, lo que hace dudar de su tino, juicio y capacidad como empresario, administrador y hombre de negocios. Ganó cientos, quizás miles de millones para él y sus socios e inversionistas, comprando empresas en dificultades para luego revenderlas, frecuentemente a pedacitos. Un automóvil vendido pieza por pieza a precio de repuestos costaría varias veces el valor del automóvil entero. El retaceo es bueno para ganar dinero, malo para el mercado, los compradores y trabajadores. Si así salvó las empresas que compraba, ¿cómo irá a salvar el país? Esa pregunta se la deben estar haciendo en Michigan, donde las palabras de Romney chocan con el éxito del rescate. Las encuestas lo muestran allí detrás de Santorum. Michigan es prácticamente su estado natal. Su padre fue gobernador del estado en los años 60. Perder en Michigan sería devastador para él. Si pierde allí, algo que probablemente ocurra, no le quedará otra alternativa que emprender una campaña de tierra arrasada. Santorum tendría que responder de igual manera. Usarían cualquier cosa, cualquier argumento, cualquier método válido para destrozarse el uno al otro. Sería terrible. Las campañas republicanas después de Michigan, si sucede esto, se volverán tan duras, crudas y crueles como sea necesario para vencer. No habrá contemplaciones. Arrasarían con todo a su paso y el ganador se encontrará arrastrando los destrozos de la primaria. Va a ser una contienda viciosa. Obama por su lado no ha mostrado hasta la fecha la saña y el ensañamiento vistos entre los republicanos. Quizás, a fin de cuentas, gane la decencia y el candidato que más decentemente se conduzca. Desgraciadamente para los republicanos, ellos son azuzados por gente como Rush Limbaugh y compañía, gente que confunde la realidad con lo que se imagina y, en muchos casos, gente de pocos escrúpulos. La balanza de la decencia parece inclinarse a favor de Obama.
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