Ángel Santiesteban-Prats. Blog LOS HIJOS QUE NADIE QUISO
En el periódico oficialista ─ por supuesto, no permiten que existan otros ─, un “periodista” publicó un artículo titulado: “Arrollando la inocencia”, donde, exaltado, se preocupa en destacar algunos juegos de niños que fingían “matar”, donde asegura: “pueden esconderse actitudes irresponsables en el futuro; y aunque el hábito no hace al monje, al menos lo identifica”.
También resalta el articulista que otro grupo de niños echaba sobre unos soldaditos, a los que se entienden como figuras humanas, autos de juguetes guiados a control remoto, y que quien más atropellaba recibía la mayor ovación y gritos de victoria.
Luego, atinado, destaca: “la formación de la personalidad es un proceso de sedimentación de conductas, valores e influencias ¿no podría la “ingenua violencia”, demostrada en el juego, ser un patrón que prevalezca en el futuro? Vale la pena reflexionar”.
Y asegura: “no es un secreto, porque así lo establece la Ley, que es responsabilidad de los padres formar el carácter de sus hijos”.
Al terminar la lectura me pregunté cómo era posible que un periodista en edad madura, según demuestra la foto que acompaña el artículo, pueda atropellar su inocencia, o peor, la de los lectores. ¿Cuántas veces hemos llamado la atención sobre el militarismo y, por ende, sobre la violencia que el Gobierno siembra en los niños? Desde que tuvimos uso de razón nos prepararon física y sicológicamente para matar. ¿Qué intención persigue la sociedad de “Niños Exploradores” que no sea la de dirigirle los primeros pasos en el rigor militar, la vida de supervivencia en situaciones límites? Desde niños formamos parte de los Círculos Militares, nos llevaron a Unidades Militares, nos enseñaron a manejar la técnica militar.
Somos, según la educación recibida, un producto del proceso revolucionario al cual nos debemos, y tenemos que defender con nuestra propia vida. Desde edad temprana nos hicieron marchar y sostener un fusil de madera o calamina. Llenaron la isla de casitas con escopetas de perles, porque el lema era: “Saber tirar, y tirar bien”, y quienes costeaban la inversión era la SEPMI, una derivación directa del ejército. Tuvimos una asignatura, que aún existe, lean bien: asignatura llamada: “Preparación Militar”, para niñas y niños, tan importante como las demás a la hora de promediar el escalafón por el cual se le asignan los estudios al futuro profesional. Asignatura que lo acompañará por el resto de su vida, en el preuniversitario, en el servicio militar previo a los estudios universitarios. Incluso luego, en la universidad, continúa esa preparación. Y, después de graduarse, sigue siendo parte del ejército y cada cierto tiempo está obligado a permanecer un mes o varios, en campos de entrenamientos. Los domingos de MTT, que llenan nuestros barrios, entiéndase los espacios de infancia, con escenas tenebrosas de ataques, disparos, humo y explosiones. Y nosotros, los niños que fuimos y los actuales, presenciando todas esas escenas de muerte.
Mientras nosotros postergamos los juegos porque debemos esperar que los adultos terminen con los suyos, pero con armas reales, y nos devuelvan las calles, mientras esperamos la llegada de padres y madres a nuestros hogares, con sus uniformes sudados y botas con lodo, que apena les queda ánimo para cuidar la limpieza de la casa, solo sus cuerpos piden baño, alimento y reposo, qué nos puede quedar: la imitación, ir a repetir esos fuegos, a ocupar las barricadas con sacos rellenos de tierra.
A eso agregarle, por supuesto, siempre quitando la máscara de la inocencia y señalando la realidad, que los programas de la televisión nacional en su horario estelar son los de policías, héroes incorruptibles, que a través de la violencia alcanzan la justicia. Basta recordar aquellas grandes series de "En silencio ha tenido que ser", "Julito el pescador", "Algo más que soñar", entre tantas, presentaciones que, queramos o no, marcaron la personalidad de lo que somos hoy, y nuestros padres sin poder impedirlo, aunque estuvieran conscientes de las consecuencias futuras en el ser humano que seríamos después. ¿Pero cómo detener los acontecimientos, el tiempo, aislarnos de todo?
Estimo que el periodista, quizá con su mejor intención, atropella su propia inocencia, o subestima la sociedad al ocultar las verdaderas razones de la violencia actual que se trasmite a través de los discursos, el miedo perenne que nos engendran con invasiones a nuestras costas, ataques aéreos, entre otros. La sociedad cubana en estos 54 años de proceso político que nos rige, sobre todos a aquellos que nacimos dentro del caos, fue educada para matar a un supuesto enemigo que nunca llegó. Aún esperamos el cacareado ataque inminente de los Estados Unidos, por lo que varias generaciones de cubanos sacrificaron sus vidas, postergando sus anhelos por un futuro mejor que tampoco llegó.
Recuerdo que en la inocencia de mi generación jugábamos a matar como cowboy, pero la mayoría queríamos ser indios, apaches que defendían su territorio porque veíamos a los pistoleros del oeste como abusadores que deseaban imponer su ley, robar la tierra, la tranquilidad y sesgar sus costumbres. Eso lo aprendimos de las películas norteamericanas conque también nos cocinaron, justo antes que llegaran las películas de guerra soviéticas y del resto del campo socialista. Allí nos torcieron la cultura, la mirada y la inocencia.
Ojalá que lo más objetivo del articulista sea el llamado a una “reflexión”, que valdría la pena que alguien hiciera, aunque, lo entendemos, no tuviera la osadía directa de nombrarlo porque eso sería un suicidio, cerrar la puerta oficial a su ejercicio periodístico. Porque en definitiva, lo que somos, bueno o malo, se lo debemos a nuestra rebeldía o a Fidel Castro, que impuso las reglas de juego que cada generación debió acatar.
Caminos bifurcados que cada cual, arrollando o arrullando su inocencia, tomó para sí.
No comments:
Post a Comment