Saturday, February 25, 2012

Chávez: a Dios rogando y con el mazo dando

Fabio Rafael Fiallo. DIARIO DE CUBA
Venezuela. Mural Ultima Cena Bolivariana. Seis Judas a la derecha de Cristo

Quien haya incursionado en el estudio de la rama de la filosofía llamada teoría del conocimiento habrá aprendido a abstenerse de establecer relaciones de causa a efecto apresuradas. Pues numerosas son las posibilidades de incurrir en el error. Un ejemplo que se suele evocar es el caso del trueno y el relámpago: como el primero sigue al segundo, la tentación es grande de pensar que uno es la causa del otro, cuando, en realidad, ambos tienen una causa común, a saber, el rayo.
Al mismo tiempo, sin embargo, es posible afirmar con un elevado grado de certidumbre que si una persona recibe un martillazo en la cabeza y enseguida le duele, el martillazo es la causa del dolor.
Algo similar puede decirse a propósito de las múltiples referencias a Jesucristo que el presidente venezolano está haciendo desde que los médicos cubanos le diagnosticaron un cáncer cuya localización continúa escondiendo en desmedro de la transparencia frente al pueblo que le exige su función presidencial.
Por supuesto, su repentino misticismo, y ese hábito adquirido recientemente de encomendarse a todos los santos, podrían deberse a una revelación insospechada, como la de San Pablo en el camino de Damasco o, siglos más tarde, la de San Francisco de Asís mientras oraba en una iglesia de su pueblo. Pero no sería ilegítimo sospechar que la causa de esos sorpresivos arrebatos místicos de Chávez no es otra que el temor generado por la existencia del cáncer que padece.
Dicho de otro modo: al perder las esperanzas de que la medicina moderna pueda curar su enfermedad, el bolivariano presidente ha optado por ponerse en las manos de Dios.
Ahora bien, si desea lograr que sus plegarias sean oídas en las alturas celestiales, Hugo Chávez tendrá que revisar su comportamiento en esta tierra.
El bolivariano presidente no parece haber tomado conciencia de ese deber de coherencia. Recientemente, se excusó ante sus seguidores por hacerles sufrir con la enfermedad que lo aqueja. Pero no ha pronunciado una sola palabra de perdón a los numerosos opositores que ha ultrajado y reprimido, con palabras y con actos, a lo largo de su mandato presidencial.
Tomemos el caso de la jueza María Lourdes Afiuni. El crimen de esa pobre señora consiste en haber contradicho al bolivariano presidente, ordenando la liberación de un opositor de Chávez que cumplía una injusta condena. Por esa corajuda decisión judicial, la jueza Afiuni lleva presa más de dos años, bajo arresto domiciliario desde febrero del año pasado.
Además de que ese encarcelamiento es harto condenable, Chávez no ha tenido compasión alguna ante el hecho de que, al igual que él, la jueza Afiuni sufre de cáncer. Así, mientras Chávez tiene la holgada posibilidad de viajar adonde quiera para intentar curarse, la jueza Afiuni se ve, por una injusta decisión del propio Chávez, incapacitada de recibir un tratamiento adecuado para hacer frente a su enfermedad.
¿Acaso Hugo Chávez piensa que el Jesucristo que él invoca va a escuchar sus devotas plegarias mientras él trata con la soberbia de un déspota a la indefensa jueza Afiuni?
Este no es el único caso en que Hugo Chávez observa un comportamiento que no se compagina con su misticismo actual. He aquí otro ejemplo.
El bolivariano presidente — que dicho sea de paso ha venido adueñándose progresivamente de los medios de comunicación venezolanos — ha prohibido la difusión en Venezuela de varias telenovelas por considerarlas "irrespetuosas" hacia su persona y su condición de presidente.
Dejemos de lado el hecho de que prohibiciones de ese género no ocurren en ningún país del mundo en el que se respeta la libertad de expresión.
Lo más sorprendente es que el mismísimo Hugo Chávez no observa ningún respeto por quien, en primarias masivas y ejemplares, la oposición venezolana ha escogido como candidato para las elecciones de octubre de 2012, es decir, Henrique Capriles Radonski. En efecto, en una vulgar manifestación de desprecio hacia su adversario, Chávez ha calificado públicamente a Capriles nada más y nada menos que de "cochino"
¿Acaso Hugo Chávez piensa que va a salirse con las suyas y obtener la ayuda de Jesucristo mientras cubre de escarnio, hasta el abuso de poder, a su principal opositor?
Esto es una cuestión de rentabilidad religiosa. De nada le vale a Chávez hacer aspavientos de fervor místico, encomendándose a todos los santos habidos y por haber, si al mismo tiempo sigue arrastrando por el lodo a quienes discrepan de él.
No se puede en efecto implorar ayuda a Jesucristo y al mismo tiempo seguir acosando aviesamente a los opositores.

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