Luis Cino Álvarez
La HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org. Che Guevara siempre creyó que la historia de la revolución cubana debía ser escrita por los que la hicieron. De hecho, con “Pasajes de la guerra revolucionaria” fue el primero en intentarlo.
Pero después que él, los que se han animado a escribir sus memorias, lo han hecho a medias. Abundan en detalles sobre la etapa insurreccional pero se detienen en seco, como si hubieran perdido totalmente el resuello y las ganas de escribir, en enero de 1959 o poco después, justo cuando se inicia el nuevo régimen. Si acaso, dan un brinco de más de dos años y caen en la batalla de Playa Girón. Ahí terminan sus relatos, como si no sólo sus historias, sino la de Cuba toda, hubiesen llegado a su definitivo final. O a un largo interregno hacia sabrá Dios qué, porque ya sabemos que el paraíso comunista que una vez nos anunciaron, no será.
Parece ser mucho más cómodo y seguro escribir sobre una guerra de guerrillas que duró dos años que narrar los 53 años que han vivido en el poder.
Los que más tendrían que decir al respecto, y tendrían mucho más margen para hacerlo, Fidel y Raúl Castro, no parecen demasiado motivados a escribir personalmente sus memorias.
En el caso del general-presidente es comprensible su reluctancia a escribir. Con tan arduo trabajo que tiene por delante con las reformas a paso corto que no quiere de ningún modo llamar reformas sino “actualización y perfeccionamiento del modelo económico”, es muy poco probable que le quede espacio ni energías para escribir memorias o algo que se le parezca.
El Comandante, con tanto que gusta de escribir Reflexiones para Cuba Debate y suficiente tiempo para ello como tiene ahora, prefería que otros se encargasen de transcribir sus relatos. Hasta que escribió dos libros “estratégicos” sobre la contienda en la Sierra Maestra, con más páginas cada uno que las memorias del mariscal Zhukov.
Las historias bélicas del Comandante han sido contadas y recontadas infinidad de veces, así que quedaba pendiente el asunto de sus memorias de puño y letra. En lugar de ellas, teníamos que conformarnos con la trascripción no muy literal de sus 100 horas de conversación con Ignacio Ramonet.
Ahora, con “Guerrillero del tiempo”, seguimos en las mismas: el comandante contó con el auxilio de su biógrafa oficial, la periodista Katiuska Blanco.
Justo cuando pensábamos que le había cogido el gusto a escribir, el Compañero Fidel, que parece últimamente ha vuelto a ser el Comandante en Jefe ─ si es que alguna vez dejó de serlo ─, se limita a conversar y responder las preguntas que le hace Katiuska Blanco. Y volvemos a quedarnos a medias, porque las preguntas de la periodista y las respuestas del Comandante sólo se refieren al periodo de poco más de 30 años comprendidos entre su niñez y el punto donde terminan las memorias de casi todos sus seguidores: en el triunfo de la insurrección. Las del Comandante ─ vía Katiuska Blanco ─ ni siquiera llegan al primero de enero de 1959, sino que terminan en los últimos días de diciembre de 1958.
Como esperaba mucho más del libro, sigo prefiriendo las memorias apócrifas de Fidel Castro que escribió por Norberto Fuentes, un desenganchado de la corte verde olivo, que hace el cuento mejor y más parecido al Comandante que él mismo. Y que me disculpe, Katiuska Blanco, que sé que tuvo que trabajar duro. Sólo que no siempre los médiums logran salir airosos. Dime tú los amanuenses…
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