Monday, February 20, 2012

Ichikawa no sabe qué es un chivato

Luis Cino Alvarez

Arroyo Naranjo, La Habana (PD) No dejo de asombrarme cuando leo ciertos blogs: Emilio Ichikawa no sabe qué es un chivato. Será que, filósofo como es, no le bastan las representaciones a las que tanto recurrimos los cubanos, y depende demasiado de los conceptos y las definiciones.
Debe de ser eso, porque no hace más de veinte años que se fue de Cuba. Quedadito, para más detalles. No es suficiente tiempo para olvidar, por ejemplo, a los responsables de vigilancia de los CDR, o a los viejitos chivatones que hay en cada barrio. En sus tiempos en la Universidad de La Habana, supongo no deben haber faltado los compañeros que medían el entusiasmo y la participación en las actividades político-ideológicas y los que vigilaban lo que se comentaba – incluso de libros leídos y películas vistas – en las aulas, los pasillos y un poco más allá. Mala memoria que tienen algunos...
Los académicos se supone no hagan mucho caso a los mitos y las representaciones. No obstante, Ichikawa se remite a la chivatería de los que en Miami son más anticastristas que Posada Carriles o simulan serlo para quedar bien, y los que creen ver infiltrados, agentes de influencia y segurosos en Suzuki por todo el condado de Dade y parte de Broward. Lo cual no quiere decir que no los haya, a tutiplén, en la vida real, por toda la Unión...Sólo que no andan en Suzuki.
Tal rollo se forma Ichikawa con el tema de los chivatos, que hace poco incurrió en un acto de chivatería, jaranera, indirecta, retroactiva, pero chivatería al fin, y para colmo post-mortem, al sacarle a Guillermo Cabrera Infante el trapo sucio de que a principios de 1959, cuando el escritor comía candela por la revolución, apoyó los juicios sumarísimos y fusilamientos de militares y policías del anterior régimen acusados de crímenes de guerra. Casualmente, con ese trapo sucio, Ichikawa se sumó a los comisarios y alabarderos del régimen que, frustrados por no poder saquear a sus anchas el patrimonio de Don Guillermo, velado con uñas, dientes y amor a prueba de todo por su viuda, Miriam Gómez, no se cansan de denigrar de todos los modos posibles al autor de Tres tristes tigres.
Claro, la intención de Ichikawa no es denigrar a Cabrera Infante. Su tesis es que en aquellas convulsas décadas, no se andaba como La Jardinera, regando flores, sino balas y metralla. De ambos bandos. Por tanto, hay que perdonar a los fusiladores y a los que pedían paredón, y con los perdonados y sus tracatanes desmerengados, armar la nueva sociedad civil en Cuba. Porque la que hay ahora mismo a Ichikawa no le gusta. Le disgusta tanto que ni siquiera le concede a la oposición la capacidad de "diseñar mártires consistentes que apuntalen la inconformidad nacional". Por ende, Ichikawa propone inventar esa sociedad civil a base de funcionarios arrepentidos, hijitos de papá pasados a la oposición inteligente – la otra, la de verdad, no le sirve para su gozadera –, peloteros, músicos, artistas e intelectuales contestatarios pero con carnet de la UNEAC.
Y ahí incurre en otra chivatería, esta vez diplomática, porque aconseja se reúnan, como si no hubiese otro lugar más discreto, nada menos que en la residencia en La Habana del jefe de la Sección de Intereses Norteamericana. Que sonrían a las cámaras de los segurosos del KJ y esperen la próxima acusación de "mercenarios del Imperio."
De veras que Ichikawa me desconcierta. Y les juro que no es que para mí la filosofía carezca de prestigio social. ¡Platón me libre y Marcuse me coja confesado! Al menos, no me disgusta tanto como parece disgustar al general Raúl Castro, a quien Ichikawa reprocha el "degradar aún más el espíritu metafísico nacional" cuando dijo en su discurso de clausura de la Conferencia Nacional del Partido Comunista que hay que dejarse de tanta filosofía. Dice que el general ha dado pruebas de ser un político más sagaz de lo que se pensaba. Ichikawa sabrá por qué lo dice. Espero entonces que filosóficamente entienda mi desconcierto con sus criterios y no confunda mi actitud con chivatería de tipo alguno. Digo, como no sabe a ciencia cierta qué es un chivato...

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