Pompeyo Márquez. ULTIMAS NOTICIAS
Teóricamente, los torneos electorales en los países democráticos se caracterizan por lo que se denomina igualdad de oportunidades
En la práctica, no faltan los abusos de quienes están en el poder. Pero en la actualidad, ni siquiera en teoría existe esa igualdad de oportunidades. Todo lo contrario: los mayores abusos del poder, la obsesión de un hombre de perpetuarse en el poder porque sí, porque le da la gana, para decirlo coloquialmente.
En 1952 vivimos una experiencia excepcional. Después del asesinato de Delgado Chalbaud, presidente de la Junta de Gobierno, Pérez Jiménez se vio precisado a cumplir con el legado del difunto, que consistía en convocar a elecciones.
Efectivamente, unas elecciones con las cárceles llenas de presos, con millares de exiliados, centenares de perseguidos. La presión popular logra conquistar algunas libertades y se produce una movilización nacional en la cual Jóvito Villalba, Mario Briceño Iragorri y Rafael Caldera logran masivas concentraciones. A la hora de la votación, la paliza que recibe la dictadura es colosal. Hubo mesas electorales donde ni siquiera aparecía el voto del FEI, partido oficial. No hubo unidad y el dictador da el golpe del 2 de diciembre de ese mismo año. Y a partir de allí el terror se enseñoreó. En 1956 vuelve a reanimarse el frente opositor, esta vez unido, y exige que se cumpla la Constitución en cuanto a la elección directa del Presidente de la República. Cuando el dictador observa a todos unidos en una misma dirección convoca a un plebiscito y la disidencia llama a la abstención. De allí que Consalvi diga que "1957 fue el año en que Venezuela perdió el miedo". Se unió el más amplio frente nacional que se plasma en la Junta Patriótica, y el alzamiento de Hugo Trejo y Martín Parada el primero de enero de 1958 abre las posibilidades del derrocamiento de la dictadura. Había una política, nada fue espontáneo; fue el fruto de una dirección política que supo aprovechar las circunstancias y logró la victoria.
Ahora hay más amplitud, existe un poderoso movimiento de unidad en apoyo a la candidatura de Capriles, con una propuesta de Gobierno de Unidad Nacional.
Sin embargo, los abusos de poder están a la orden del día. Se ha roto por completo la igualdad de oportunidades. Hay un autócrata que en forma prepotente proclama que gobernará hasta 2031, que maneja a la Fuerza Armada a su voluntad y al país de acuerdo con sus humores y caprichos.
Hay que hablarle claro al país. La disyuntiva es autocracia militarista o democracia con justicia social y equidad.
El autócrata está desfasado, perdió el sentido de la realidad. Acude a la brutalidad. Dividir la sociedad venezolana entre ricos y pobres, nada tiene que ver con la Venezuela contemporánea.
Los vientos de la historia soplan a favor de la democracia social. Ese es el porvenir de nuestra República, y no otro.
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