Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, febrero (www.cubanet.org) – A unas cien millas de Puerto Padre, en la calle Cristo, en Camagüey, personas llegadas de lugares inimaginables se apretujaban el 23 de enero de 1998 para escuchar al Santo Padre. Cuando Juan Pablo II concluyó, alguien cercano al comandante Huber Matos durante sus días camagüeyanos, dijo:
-Con esas palabras bastarían para que Cuba comenzara a ser otra, si los cubanos no se debieran a otro Papa.
Como para corroborar ese comentario, dos días después, la tarde del 25 de enero de 1998, cuando pocas horas antes de regresar a Roma, Juan Pablo II saludaba a los empleados de la nunciatura en La Habana, el Nuncio Beniamino Stella presentó a un hombre a Su Santidad con estas palabras:
-Un amigo de la casa.
El amigo de la casa era el otrora jefe del espionaje cubano, y director del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista, el comandante Manuel Piñeiro, más conocido como Barba Roja, que durante treinta años sembró a medio mundo de espías y guerrilleros, abonados desde Cuba.
A catorce años de aquellas prédicas, cuando Juan Pablo II oró por la fraternidad entre los cubanos, pidiéndoles no tener miedo, y pidiendo a Cuba abrirse al mundo, y al mundo abrirse a Cuba, incluso sin poner reparos en saludar al más grande arquitecto de delatores internacionales que tuviera este hemisferio al servicio del comunismo, presentado nada menos que como un amigo de la iglesia, ¿qué pretenderán hacer ver, y qué verá Benedicto XVI cuando llegue a Cuba?
Demasiados cubanos, tanto dentro como fuera de la isla, no abandonan sus miedos. Miedo a expresarse, miedo a conducirse, miedo a ser ellos mismos. Y bastan dos ejemplos, los más notorios, para demostrar que Cuba no se ha abierto al mundo, y mucho menos el mundo se ha abierto a Cuba, como pidió Juan Pablo II.
En diferentes ocasiones, en sólo dos años, el régimen ha impedido a la joven filóloga Yoani Sánchez salir de la Isla, violando el ordinal 2 del artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Dilma Rousseuff, Presidenta de Brasil, que visitó nuestro país recientemente, no se ha preguntado por qué Cuba, un país empobrecido tiene, proporcionalmente, más cárceles, policías y soldados que Brasil.
Ante un dilema se verá Benedicto XVI cuando llegue a Cuba: ver la realidad cubana tal cual es y pronunciarse acerca de ella; o mirar a otro lado mientras el régimen, que ya dura 53 años, prosigue echando candados mientras simula abrir rejas; y aunque Barba Roja está muerto, sabido es que a otros presentarán a Benedicto XVI como “amigos de la casa”.
Pero más que reprochar las posibles miradas de soslayo del Sumo Pontífice, los cubanos deberíamos preguntarnos qué vamos a hacer con lo que cada día vemos, soslayando las realidades. En definitiva Roma está lejos, mientras algunos de nosotros sólo estamos a cien millas de la calle Cristo, en Camagüey, y otros a 90 millas de las costas cubanas.
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