Mario J. Viera
Onán no quiso cumplir con la Ley. No quería darle hijo a su hermano difunto después de verse obligado a casarse con su cuñada. “... Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos, entonces cada vez que se unía a la mujer de su hermano, vertía en tierra, para no darle descendencia a su hermano. Esto desagradó a Yahvé y le quitó la vida” (Gn. 38: 9 y 10) Como todavía no se había inventado el condón al pobre de Onán no le quedaba más remedio que perder lo mejor del clímax de su orgasmo vertiendo su semen sobre la tierra.
Lo cierto es que Onán se rebelaba contra una ley que él consideraba del todo injusta aun cuando se enfrentaría a la pena de muerte que le impondría el implacable Dios hebreo. Creo que es el primer caso reportado en el mundo de un acto de resistencia pasiva en defensa de la individualidad.
Muchísimos años después se inventarían los condones. Se dice que, aunque cierto tipo de preservativo ya era empleado por los romanos, no sería hasta el siglo XVI cuando el médico italiano Gabrielle Fallopius elaborara el primer condón recomendado para evitar el contagio de sífilis. Más tarde el doctor Condom desarrolló los condones ─ que recibieron su nombre ─ elaborados con intestinos de ovejas especialmente para cubrir los arrebatos sexuales del rey Carlos II de Inglaterra. Los condones de látex finalmente vieron su aparición en 1844 para llegar a su forma actual a partir de 1921 con las modificaciones que le incorporó Alfred Trojan.
Desde los viejos tiempos bíblicos hasta la fecha millones y millones de hombres han hecho uso de los condones para evitar embarazos no programados o evitar contagios de enfermedades de transmisión sexual. El pobre Onán pagó por la primicia porque todos aquellos que le continuaron evitaron la pena de muerte, quizá ya porque el furioso Yahvé había moderado su intolerancia sexual.
No obstante, la Iglesia católica y muchas denominaciones protestantes siguen contemplando a los condones como si fueran artilugios satánicos a partir de su interpretación fundamentalista del pasaje bíblico.
En toda su prédica Jesús nunca hizo referencia al onanismo condenando solo el adulterio que para el caso es lo mismo si en su comisión se emplea el preservativo o no; no obstante para la Iglesia católica el rey David es considerado santo y ya se conoce su adulterio con Betsabé y la traición que le hizo a Urías el esposo de esta. Sin embargo, Jesús perdona a una adúltera, sin mediar arrepentimiento de la misma, en clara oposición a la ley mosaica que le imponía la muerte por lapidación.
¿Hay derecho a imponer un dogma religioso? No, absolutamente no. ¿La libertad religiosa implica imponer los dogmas de esa religión a todos, pasando por encima del derecho de decisión de cada persona? Indudablemente no.
La misión de la Iglesia cristiana está referida a la evangelización, a la labor espiritual, nunca a actuar como empresaria. No se puede servir a dos señores al mismo tiempo y mucho menos cuando entre ambos existen contradicciones. Empresa e iglesia son actividades contradictorias. La empresa tiene sus propias leyes, sus propios derechos y también sus propias obligaciones. Toda empresa tiene que sujetarse a lo que para su funcionamiento exige la ley.
Si la Iglesia católica quiere jugar el papel de empresaria, manteniendo hospitales propios, escuelas y universidades propias, contratando y empleando, tiene que cumplir con lo que para cada empresa se exige por ley. No pueden existir privilegios en cuanto a obligaciones para un patrón, un empleador, con respecto a otro patrón, a otro empleador. La libertad de religión no puede eximirle de cumplir lo que se exige por igual a cualquier otra empresa.
La ley que ampara un derecho laboral no puede hacer excepciones entre una empresa dirigida por un determinado empresario y otra con diferente tipo de empresario. La ley tiene que ser igual para todos, lo demás es demagogia. La Iglesia-Empresa no puede reclamar excepción en la ley para imponer sus conceptos de fe a sus empleados, ni alegar para ello su libertad de religión.
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