Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Se acelera la desamericanización de Obama con miras a la elección de noviembre. La manera americana, el American way, es un arma en la contienda electoral, junto a la religión, la sexualidad y los gays. Son cuatro instrumentos utilizados por republicanos para demonizar demócratas. Su uso se acelera cada cuatro años, especialmente ahora, con Obama en el poder. A Barack Obama la extrema derecha le añade su segundo nombre, Hussein, con especial gusto. Hace ya un tiempo lo vienen declarando un-American, ‘des-americano’, algo como los undead, zombies de vida dudosa. En el caso de Obama dudan de su lealtad al país tal como lo proyectaron los padres de la patria. Aseguran que Obama es un socialista, quizás incluso un comunista, y en todo caso un activista dedicado a la expansión del socialismo. Enemigo de todo patriota, Obama, según la derecha, debe ser retirado de la presidencia. Es un mensaje claro, propagado a escondidas y a veces ni tan a escondidas. Nunca se ha escuchado lo opuesto, a Obama impugnar el patriotismo de sus opositores. Es una táctica utilizada exclusivamente contra él. Lo acusan de apoyar causas que no van con los principios de una nación bajo Dios, one nation under God. Tienen toda una producción montada alrededor de esto. Buscan desvíos en el teatro político que montan para derrotarlo. Luego pintan al presidente como patrocinador y protector de esos desvíos.
Cartel demonizando a Obama por anticonceptivos en seguros |
Obama, dicen, está en guerra con la religión. La derecha evangélica y el catolicismo se oponen al control de la natalidad. Acusan a Obama de ser enemigo de la religión por querer que las instituciones de filiación religiosa incluyan el control de la natalidad en sus seguros para empleados, directa o indirectamente. Eso, dicen, obligaría a gente de fe a ir en contra de sus principios. El arzobispo de Miami, Thomas Wenski, expresó que “el presidente piensa, de alguna manera, que la fertilidad es una enfermedad y el embarazo una patología. Insiste en dar a nuestros empleados acceso a anticonceptivos, esterilización y métodos químicos de prevención de embarazos, sabiendo que esto va contra la doctrina de la Iglesia”. Marco Rubio dice que “mientras más normas de este tipo se mantengan, nuestros derechos constitucionales estarán en peligro”.
Apelan a nuestra inconformidad e inseguridad sexual deshumanizando a gays y lesbianas, víctimas fáciles que pocos defenderán abiertamente por temor a ser identificados con ellos. La extrema derecha, la derecha evangélica, la católica, y el tea-partidismo pretenden estar contra los desvíos y no contra los desviados. Condenan el pecado, no al pecador, dicen. Pintan y definen a los demócratas como transgresores de la fe, la moral y la sexualidad, enemigos de lo más preciado del ser americano, la libertad. Denigran a la oposición sin darse cuenta de lo denigrante que es denigrar.
Tienen una extraña fijación. El tema sexual ocupa un lugar prominente en su táctica. Se manifiestan contra el homosexualismo, el lesbianismo y el matrimonio gay. Pintan la homosexualidad no como condición del ser sino como práctica de gente que opta libremente por ella. Dicen que el homosexualismo es una opción y las personas pueden cambiar de opción sin cambiar su ser. Dicen no querer cambiar a los homosexuales, que lo que quieren cambiar es su comportamiento, como si fuera posible cambiar lo uno sin lo otro. Ligan de alguna manera el aborto con el feminismo, y rechazan ambos. Oscurecen un tema que no les conviene, el económico, porque la cosa es clara. Los ricos son cada vez más ricos, los pobres más pobres, y la clase media se encoge cada vez más.
Es patético, pero más patético es el eco que encuentran en una población agobiada por la depresión cuajada en los años de Bush, con su desregulación de la industria, la banca y el comercio, con una guerra innecesaria, la de Irak, financiada íntegramente a crédito, y con sus rebajas de impuestos a personas que en lugar de invertir aquí lo que ahorraron, lo que hacen es invertir en países donde la mano de obra es barata.
También es patético que Obama se haya dejado acorralar, pintar, maniatar e inmovilizar de tal manera que ahora les es fácil pretender que el culpable de todo sea él. Es patético pero así es. Sería ideal que el presidente electo en noviembre logre su victoria sin mentir, denigrar y desamericanizar a nadie. Sería ideal, pero los hechos apuntan a una campaña sucia. Los políticos parecen dispuestos a cualquier cosa con tal de triunfar. Se acerca la hora. No hay que dejarse engañar. Sea como sea, lo que ha de ser será, y no quedará otra cosa, cuando todo haya sido dicho y hecho, que vivir con el resultado de esta elección.
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