Thalía Flores y Flores. HOY. Com
En cinco años de Gobierno, Alianza País ha montado en el Ecuador el espectáculo de la política, donde el presidente, convertido él mismo en actor total, escribe, interpreta y promociona el libreto de una democracia acomodada a sus intereses.
A quienes coinciden con el pensamiento imperante se les ha asignado el papel de co-protagonistas; eso sí, su actuación estelar es interpretar el libreto impuesto sin hacer pregunta alguna, aunque contradiga su pensamiento de siempre o su postura ideológica defendida en las calles y en la academia. A los que piensan diferente, por el contrario, se les somete a escarnio público, se les persigue y hasta se los manipula para sacarlos de la escena nacional.
Ayer (15 de febrero), el teatro del absurdo montó su tarima en la Corte Nacional de Justicia (CNJ), en Quito, donde el actor principal pugnaba por ganar el juicio por un delito de opinión, aunque el mismo esté proscrito en todas las legislaciones del mundo.
El rol protagónico de Correa puede ser materia de estudio en los mejores centros de arte dramático. Se trata de un desdoblamiento imposible, en el que plantea el juicio contra El Universo en calidad de ciudadano de a pie, pero echa mano de toda la parafernalia de su rango de presidente, y usa los recursos del Estado para armar el tinglado y convencer a los jueces que fallen a su favor.
La invención de la autoría coadyuvante puesto de pretexto, para que los directivos del diario respondan por el pensamiento y la opinión de un articulista, es la mayor de las aberraciones jurídicas y el más contundente golpe contra el libre pensamiento, porque impone la censura previa, para que los dueños de los medios pretendan decidir, ahora, qué se publica y qué no por parte de los articulistas.
El verdadero rostro del Gobierno de los falsarios de la democracia pudo ser contemplado ayer, cuando en las afueras de la CNJ se prendieron hogueras y se quemaron ejemplares de algunos periódicos del país, convertidos en los enemigos públicos de quien detenta el poder y se considera el dueño de la verdad.
Eso sí, el fallo en favor de Correa por parte de los flamantes jueces de la Corte Nacional, no será, de manera alguna, una victoria. El país asistirá a la derrota de las libertades, lo que será motivo adicional para que el prestigio del Ecuador se degrade por los cuatro puntos cardinales.
El fallo que se habrá conseguido a fuerza de presión, más no por la erudición de bisutería de los abogados de Correa, será la contradicción de la verdadera revolución del siglo XXI: la tecnológica, que, con las redes sociales, ha echado por tierra las barreras en el mundo y hasta ha conseguido derrotar a dictadores que se creían imbatibles.
El papel de la prensa seguirá siendo el que la sociedad le ha asignado: sacar a la luz lo que el poder quiere ocultar. O como Kapuscinski lo define con certeza: "El trabajo del periodista no consiste en pisar cucarachas, sino en prender la luz para que vean como corren a ocultarse". Los jueces podrían conseguir que Correa exclame: me la gané, pero habrán infringido un aleve y certero golpe a las libertades.
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