Wednesday, June 20, 2012


Los aforismos castristas

Mario J. Viera

Los aforismos son frases breves, relampagueantes y chispeantes que encierran el modo de sus autores de ver un aspecto de la vida. En su brevedad se expresa la genialidad. Un aforismo preciso, fulminante, se queda en la mente colectiva como frase que de tanto uso se torna en trillada.



Muchos aforismos son sencillos apotegmas con un fuerte contenido moral, ético y sapiencial. José Martí con su fina agudeza dejó para la posteridad brillantes ejemplos de apotegmas enmarcados dentro de sus brillantes crónicas periodísticas. Quién no ha repetido aquel apotegma suyo que decía: “La patria es ara, no pedestal”; o este tan repetido y conocido de “ser culto es la única manera de ser libres”.



Acaso, ¿no es hermoso y elocuente el aforismo martiano con el que se refirió a la América hispana? “Pueblo, y no pueblos, decimos de intento, por no parecernos que no hay más que uno del Bravo a la Patagonia. Una ha de ser, pues que lo es, América



Una preciosa colección de aforismos se recoge en la Biblia dentro de los libros sapienciales donde su autor o autores recogen los frutos de sus experiencias para exponerlos con frases cortas como consejos, como proverbios útiles para normar la vida. Y hermosos y profundos son los aforismos del maestro cubano del sigo XIX José de la Luz y Caballero que es raro el cubano que no recuerde o cite alguna que otra de esas hermosas perlas de saber, como aquella sentencia suya de “la educación empieza en la cuna y acaba en la tumba”; o aquella de que “instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo”.


José de la Luz Caballero

Ahora el dictador jubilado de Cuba le ha dado por pergeñar aforismos y, hasta la fecha, le ha regalado al mundo una pequeña colección de seis micro-reflexiones que han suscitado interrogantes y suspicacias en torno al estado de su salud mental. No lo creo independiente de que en sus aforismos no hay el brillo de la genialidad y se cargan de trivialidades, ellos no representan, por sí solos, señales de su decrepitud, aunque no deje de serlo.



En Fidel Castro prima el narcisismo, la creencia enfermiza de ser una especie de oráculo, el portador de la verdad absoluta. No se resigna al anonimato y se considera a sí mismo más brillante que José Martí y más sapiencial que José de la Luz Caballero; de aquí su afán de hacer publicar sus idioteces literarias.



Promocionado por la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, se publicó en La Habana (2001) una edición de los Aforismos del educador José de la Luz Caballero; quizá Castro tuvo la oportunidad de leer esa compilación y decidió ser el nuevo Luz Caballero; sin embargo no tuvo en cuenta, quizá no conozca, el aforismo de Ralph Waldo Emerson, que muy bien le cuadraría: “Emplea el lenguaje que quieras y nunca podrás expresar sino lo que eres”. Esto simplemente es lo que expresan los mediocres aforismos castristas, lo que es él, lo que queda de él, su petulancia. Es que como dijera Luz Caballero, “los aforismos no son para las inteligencias vulgares”.

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