Sunday, June 17, 2012


Reducción al absurdo

A propósito de la decisión de Correa de prohibir a sus ministros hacer declaraciones a medios privados

Pepe Laso R. HOY.com

La escolástica fue la gran corriente filosófica de la Edad Media que hizo una recuperación del pensamiento greco-latino. Las disputas escolásticas que muchas veces se reducían a juegos lógicos, eran tan acendradas que Buñuel, en su película "La vía láctea" las inmortalizó, representándolas como un duelo entre frailes con espadas de verdad. Uno de esos métodos lógicos de argumentación era lo que llamaban los escolásticos "la reducción al absurdo".

Una proposición, supuestamente defendida, era estirada lógicamente, para demostrar que llevaba al absurdo, a un callejón sin salida o a una contradicción tan grande que caía por su propio peso y desmoronaba el edificio conceptual. Este método se usa en matemáticas y en muchas ciencias exactas. Yo lo voy a usar ahora quizá con la certeza de ser acusado, si alguien me lee, de vil sofista simplemente para mostrar que un cierto argumento afirmado desde el poder soberano me deja un reguero de desasosiegos de diverso orden y magnitud y de dudas porque me parece que despojándolo de la pasión política remite a alguna otra cosa incierta que pretende a lo mejor producir unos extraños miedos que domestiquen a los mensajeros y mediadores.

El argumento del poder para prohibir que los funcionarios públicos vayan a los medios de comunicación privados porque estos al pertenecer a la órbita del mercado enriquecen a unas pocas familias que dominan los medios de comunicación podría ser reducido al absurdo como ejercicio lógico para mostrar una cierta simplicidad de la mirada sobre la complejidad del mundo y de la hora que nos ha tocado vivir.

No se podría me he preguntado extender acaso la prohibición a los funcionarios a que usen cualquier bien o servicio privado que enriquezca a algún otro ser humano que habite en cualquier lugar de este planeta. Por ejemplo, los funcionarios públicos deberían cultivar sus propios alimentos con el sudor de su frente en algún terreno celestial donde las semillas y los insumos no vengan de algún espacio nacional o multinacional con fines de lucro y deberían alimentarse con una especie de maná caído del cielo y tener unos rebaños de ovejas para que con la lana trasquilada fabricaran sus vestidos, cuidando de no tener pastores que podrían enriquecerse o viles diseñadores de modas que podrían medrar de la necesidad humana de abrigarse.

El problema no es negar las determinaciones del mercado sobre la vida social a través de múltiples mediaciones sino preguntarse cómo el mundo de lo simbólico que circula por las industrias culturales y lo medios engendra, gracias a la capacidad de lo humano, sus propias tácticas creativas de resistencia a las múltiples formas de poder. Porque si esto no fuera así la única posibilidad liberadora que tendríamos los esclavos del sistema que gozamos del fútbol televisado y de las telenovelas, sería preguntarnos, lo que el poder quiere escuchar: ¿y ahora quién podrá defendernos?

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