La
grosería del Presidente
Francisco
Rivero Varela. EL UNIVERSAL
La grosería es la cédula de identidad de la ruina moral del
maleducado, del vulgar, del chabacano, patán, obsceno, soez, irrespetuoso y
otros congéneres. Y lleva al atraso.
Lo contrario sería la actitud del educado, instruido,
respetuoso, cortés, disciplinado y otros antónimos. Y lleva al camino del
progreso y bienestar.
O sea, hay solo 2 caminos: del progreso y bienestar, con la
educación y la disciplina; o el camino a la ruina moral y al atraso, con la
vulgaridad y la grosería. Seleccionar el camino correcto depende del uso de la
inteligencia de cada uno.
Por otra parte, la grosería incita a la violencia, al violar
la libertad, privacidad y respeto inherentes a los derechos humanos de la otra
persona. Y puede transformar al grosero en sadomasoquista.
La grosería depende de la mala educación y, la educación,
del gobierno. Sería como una pirámide de vértice superior ocupado por el
gobierno, y de base inferior ocupada por toda la población. O sea, todo viene
desde arriba.
En pocas palabras, la mala educación, la grosería y la
violencia nacen de gobiernos miserables. Y llevan a la ruina moral de los
pueblos.
La Venezuela de mi infancia, por ejemplo, fue un país
moralista, de gobiernos preocupados por la educación escolar y familiar, con un
principio elemental: primero los valores morales. O sea: ser buen hablante. Ser
buen ciudadano en los sitios públicos y privados. Respetuoso con los padres,
maestros y personas mayores. Honorable con el compromiso. No robar. No mentir.
Y demás. Hasta los discursos del Presidente eran piezas de oratoria, dirigidas
con respeto a la nación y a la comunidad internacional. La grosería era
invisible.
La Venezuela de hoy es otra cosa. Es violenta. Insegura.
Corrupta. Caminante hacia el atraso. Polarizada. Grosera. Por culpa de un
gobierno que lleva 14 años aplicando 4 de sus mejores principios: la
mentira, el cinismo, la corrupción y la grosería. Y la ñapa: infundir miedo
para tratar de implantar una revolución que ha resultado ser una robolución
auténtica al robar, entre otras cosas, la idiosincrasia del venezolano, las
riquezas, el derecho y la gran oportunidad de avanzar hacia el progreso
económico y social y, lo peor, sustituir los valores morales de nuestro pueblo,
con el atraso, para lograr su control absoluto.
Y es que, en este mundo de sustitución de valores por
antivalores, el maestro de la grosería en nuestro país es el Presidente. Ocupa
el vértice superior de la pirámide con sus cadenas y discursos violentos contra
cualquiera, como piezas oratorias magistrales pero de vulgaridad.
Luego vienen sus ministros, que se notan, como buenos
alumnos, por su cinismo y mitomanía. Y la base del chavismo que trata de ser
igual o, quizás, más obscena que su propio maestro, aun en los medios de
comunicación social del Estado que, contradictoriamente, por ser propiedad de
la nación, y no del gobierno, deben ser utilizados en mejorar la educación de
todos los venezolanos.
O sea, esta Venezuela decadente también es la confrontación
de vida o muerte entre grosería y valores morales.
Faltaría ver si los venezolanos seleccionan con inteligencia
el camino correcto en las elecciones: el camino de paz, unidad y progreso, sin
groserías, de Capriles, o continuar el camino de atraso, mentira, cinismo, y de
grosería del Presidente.
Al fin y al cabo, el Presidente hasta ignora que sea como
fuere lo que pienses, es mejor decirlo con buenas palabras. Shakespeare.
Lo veremos.
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