La defensa selectiva de la democracia
Andrés Oppenheimer
Disculpen
el atrevimiento, pero Brasil, Argentina, Colombia y otros varios países
latinoamericanos tienen mucha de la culpa por la reciente salida forzada del ex
presidente paraguayo Fernando Lugo: han permanecido en silencio ante tantas
violaciones a la democracia en Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Cuba que han
contribuido a crear un clima de “vale todo"' en la región.
La
defensa selectiva de la democracia de muchos países latinoamericanos — que
ponen el grito en el cielo cuando presidentes de derecha atropellan las
libertades democráticas, pero no dicen una palabra cuando presidentes de
izquierda hacen lo mismo — ha dado como resulto una constante erosión de la
democracia.
El
nuevo gobierno paraguayo del presidente Federico Franco, que fue suspendido del
Mercosur, argumenta que el Congreso paraguayo actuó estrictamente dentro de los
límites de la Constitución cuando depuso a Lugo el 22 de junio.
El
artículo 225 de la Constitución de Paraguay permite que el congreso paraguayo
enjuicie al presidente “si desempeña mal sus funciones” y si — tal como ocurre
en los sistemas parlamentarios — dos tercios de ambas cámaras del congreso
votan su destitución. La votación contra Lugo fue de 39 a 4 en el Senado y de
73 a 1 en la Cámara de Diputados.
Pero
los críticos señalan — acertadamente — que el procedimiento no cumplió el proceso
debido, porque no se le dio a Lugo el tiempo necesario para preparar su
defensa. Aunque el artículo de la Constitución no especifica cuánto tiempo se
debe dar al presidente, otros artículos dicen que todo individuo tiene derecho
“al tiempo indispensable para preparar su defensa”. Lugo había pedido 18 días,
pero sólo se le concedieron dos horas.
En
cualquier caso, los legisladores que orquestaron la destitución forzosa de Lugo
deben haber sentido que su "juicio político express" era un pecadillo
menor comparado con las violaciones de los derechos democráticos que están
teniendo lugar en otros países de la región, sin ninguna consecuencia
diplomática.
En
las elecciones de 2011 en Nicaragua, no hubo ninguna queja oficial
latinoamericana cuando el presidente Daniel Ortega se hizo reelegir para un
tercer período presidencial pese a todo tipo de irregularidades. La misión de
observación electoral de la Unión Europea afirmó que el resultado electoral fue
''opaco", y que el proceso "fue conducido por un sistema electoral
que no era independiente”.
Casi
todos los observadores internacionales coincidieron que la candidatura de
Ortega para la reelección estaba prohibida por el artículo 147 de la Constitución
nicaragüense, que prohíbe la reelección consecutiva, o por más de dos períodos.
Pero Ortega consiguió que los jueces sandinistas dictaminaran — en un
procedimiento ilegitimo ─ que la
cláusula constitucional no se aplacaba en este caso.
De
manera semejante, tampoco hubo quejas latinoamericanas cuando el presidente
venezolano Hugo Chávez inhabilitó sin debido proceso a más de 270 líderes
opositores en las elecciones para gobernadores estatales de 2008.
Tampoco
hubo reclamos regionales cuando Chávez decidió no renovar la licencia de la
cadena televisiva independiente RCTV, ni cuando desconoció la voluntad de los
votantes venezolanos, que en 2008 eligieron al candidato opositor Antonio
Ledesma como alcalde de Caracas. Tras la victoria electoral de Ledesma, Chávez
creó un nuevo cargo por encima del alcalde de Caracas, y le quito a Ledesma
casi todos sus poderes, y virtualmente todo su presupuesto oficial.
En
Bolivia, durante los últimos cuatro años el presidente Evo Morales ha
encarcelado o enviado al exilio a casi todos los gobernadores estatales
opositores, sin someterlos a los procedimientos señalados por la ley. Al menos
cinco gobernadores opositores, incluyendo a algunos ex candidatos
presidenciales de la oposición, han sido encarcelados u obligados a salir del
país sin debido proceso.
Y
el dictador militar de Cuba, Gen. Raúl Castro, en lugar de ser presionado para
que permita elecciones libres, ha sido recibido con creciente calidez por los
muchos de los presidentes que hoy denuncian la destitución de Lugo. En la
reciente Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, casi todos los países
de la región amenazaron con no asistir a futuras cumbres entre Estados Unidos y
Latinoamérica si Cuba no es invitada.
Por
absurdo que parezca, Cuba — que no ha permitido elecciones libres en más de
cinco décadas — retiró su embajador de Paraguay la semana pasada, señalando en
un comunicado que la isla “no reconocerá autoridad alguna que no emane del
sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo
paraguayo", informó la agencia EFE.
Mi
opinión: La destitución del ex presidente paraguayo Lugo estuvo mal y —aunque
no es tan claramente violatoria de la ley como el golpe de Honduras en 2009—
merece la condena de la región.
Pero
la indignación selectiva de Brasil, Argentina, Colombia y otros países por la
violación de los principios democráticos en la región ha promovido este tipo de
conductas. Es hora de que los países alcen la voz contra todas las violaciones
de los principios democráticos, ya sea en Paraguay, Honduras, Nicaragua,
Venezuela o Cuba.
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