Carol Rosemberg. THE MIAMI HERALD.
Base Naval de Guantánamo, Cuba -- Cuando se maneja a lo largo de esta base en la que se ve un McDonald’s, un campo de golf y un autocine con películas de estreno, parece que uno estuviera en cualquier lugar de Estados Unidos.
Pero si se enciende la única estación de radio del pueblo, la ubicación se impone. A Radio Gtmo lo define una cancioncita publicitaria, en alusión implícita al embargo económico: We’re close but no cigar.
El lema de la estación: Rockin’ in Fidel’s Back Yard (Bailando en el traspatio de Fidel).
El lema está impreso en camisetas, llaveros, jabas y portalatas de cerveza, los clásicos artículos para recaudar fondos que venden las estaciones públicas de radio. Excepto que los de aquí se burlan del ex gobernante cubano que ha estado diciéndole a la Marina de Guerra de EEUU que se vaya desde la década de 1960.
Todos estos artículos presentan el lema junto a una imagen de Fidel Castro con una gorra militar verde olivo. Y, aunque Castro dijo haber dejado el hábito hace años, aparece mordisqueando un tabaco, una caricatura que ha persistido en el tiempo de la misma manera que el control de EEUU de este puesto avanzado en el sudeste de Cuba.
Administraciones sucesivas de EEUU han considerado a Guantánamo una ubicación altamente estratégica. De modo que la Marina de Guerra la mantiene como un pueblecito con puerto, cárcel y pista de aterrizaje, con unos 6,000 ocupantes entre tropas, contratistas estadounidenses, cónyuges e hijos.
Para los residentes del lugar que no quieren sintonizar las transmisiones en español de Radio Reloj en Cuba, del otro lado del campo minado, está Radio Gtmo con su mezcla de música country en la mañana y hip-hop por la noche, en su mayoría retransmitida de otras partes.
Ofrecen además programación de servicio público, como recordatorios de usar protector solar al hacer buceo de superficie y, por otra parte, designar a un chofer sobrio cuando salgan a beber. Un marino anunciante se hace pasar por una iguana parlante para advertir a la gente que no den de comer a los animales salvajes. Un anunciante menos chistoso aconseja a los oyentes que se fijen en lo que les rodea, que eviten ataques terroristas, entre otras cosas.
Como quiera, el vestíbulo de la estación es una ubicación popular por su tienda de regalos, un par de libreros atiborrados de baratijas.
Los suéteres con capucha son los más caros, a $40. Una figurita de Fidel Castro que menea la cabeza cuesta $25. Jarros de viaje y abridores de botellas cuestan $10, todo por diversión, no por lucro.
Este año, lo que se recaude ayudará a financiar la excursión escolar de los nueve estudiantes de último año de la secundaria --un crucero de ocho días-- y reducir los precios para los nuevos marines asistan a los bailes de la Marina de Guerra y los Marines, declaró el suboficial Stan Travioli, quien dirige en estos días la estación.
Con mucho, las camisetas de $15 son los artículos de mayor venta.
Los soldados en misiones de un año o menos aquí se las envían a sus hijos en EEUU. Los que están fuera de servicio se las ponen para pasear por la playa. Una corresponsal de la prensa británica estaba comprando una para su esposo el otro día, y en eso entró un empleado del MacDonald’s de Guantánamo a comprar dos.
Cuando se celebran audiencias por crímenes de guerra, los escoltas traen a los observadores de Camp Justice a comprar las ocurrentes baratijas. Generalmente tienden a ser souvenirs de algo que nunca han escuchado en su alojamiento del Pentágono para comités militares, una burda ciudad de tiendas de campaña a la que dan electricidad unos generadores cacofónicos.
El baterista Derek Berk recibió gratis sus recuerdos de Radio Gtmo cuando su grupo de rock independiente radicado en Detroit, The High Strung, vino a tocar un par de conciertos y pasó luego una semana descansando en la base, de 45 millas cuadradas.
Berk vino literalmente a “rockear” en el traspatio de Fidel --“Aquí no hay ningún tipo de combate’’, dijo. “Sólo estamos ocupando tu terreno”-- y considera su souvenir una buena contribución a su colección de camisetas, sin que le importe si son políticamente correctas o no.
“Me parece gracioso”, comentó.
“¿Es políticamente correcto para nuestro Ejército burlarse de su enemigo? Creo que los chistes bobos están bien”.
Los marinos de la estación de radio admiten que ellos no usan su lema como cancioncita de propaganda de la misma, por si acaso los vecinos se ofenden. Y no se sabe qué piensan de eso los de La Habana, si es que piensan algo.
Ni el lema ni las transmisiones han salido a relucir en sus reuniones mensuales con un oficial de las fuerzas armadas de Cuba junto a la cerca, comentó el capitán de marina Kirk Hibbert, el jefe de la base.
Las tropas estadounidenses abrieron este canal de comunicación en la década de 1990, para que ambos lados pudieran informar de actividades que pudieran alarmar al ejército del lado puesto. Aquí, los jefes han notificado por adelantado cuándo hay entrenamientos en el campo de tiro, o la llegada de los primeros presos sospechosos de pertenecer a Al Qaida en el 2002.
La estación de radio y su peculiar lema llevaban años allí cuando Hibbert llegó a la base 14 meses atrás. “Nunca pensé mucho en eso”, dijo, hasta que un reportero le preguntó sobre el tema.
“Yo no considero que estoy sentado en el traspatio de Fidel”, respondió de buen humor. “Yo me considero como el oficial de la Marina de Guerra a cargo de la base de la Bahía de Guantánamo”.
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