Pablo Lucio Paredes. EL UNIVERSO
La revolución ciudadana se basa en inyectar todos los recursos financieros disponibles (petróleo, reservas, préstamos) para generar más actividad económica y que el Estado cumpla su rol de motor esencial. Y dice el Gobierno: qué importa que el Estado sea el gran motor, si los beneficiados son agentes privados. Y es cierto. Si el Gobierno invierte en carreteras lo hace a través de empresas privadas, si paga sueldos son estos individuos los que mueven la economía con sus gastos. Cuando el Gobierno empuja la economía, empuja a agentes privados.
Sin embargo, no deben darse confusiones, una cosa es una economía donde el Estado empuja a los privados; otra cosa, una economía donde los privados por sus propias decisiones generan actividad económica (vía inversión, generación de empleo, etcétera) y el Estado es un soporte que da un marco adecuado (legalidad, seguridad, infraestructura, oportunidades). La diferencia no radica en las cifras económicas (pueden ser incluso similares en ambos casos) sino en el proceso y calidad de las decisiones, evaluadas desde la satisfacción de necesidades reales de la sociedad o generación de procesos creadores de riqueza/bienestar. La esencia de la decisión estatal es doble: por un lado la disponibilidad de recursos, si los hay deben ser utilizados satisfaciendo o no necesidades reales; por otro lado es un proceso centralizado alrededor de un pequeño grupo que establece necesidades y prioridades en base a sus creencias e intereses (unas veces pueden coincidir con necesidades reales de los usuarios y de los que aportan impuestos, otras no … pero usuarios que no pueden abandonar el proceso porque pagan impuestos obligatoriamente y reciben servicios pasivamente). En el sector privado (con todas las imperfecciones que tiene) las decisiones son descentralizadas (millones de decidores), se basan en satisfacer necesidades (conocidas o desconocidas) de los clientes y manejar eficientemente recursos escasos, en base a la rentabilidad, un indicador esencial del buen uso de los recursos frente al grado de satisfacción de los clientes que compran ciertas cantidades a ciertos precios… y pueden abandonar al empresario, dejando de comprarle. Por eso la economía empujada por decisiones privadas genera más bienestar/riqueza que la actividad estatal (insistimos, útil como generadora de entorno).
No es una diferencia de si uno u otro atiende el bien colectivo, porque contrariamente a lo que se quiere hacer creer, el privado también atiende necesidades colectivas: el panadero no vende el pan que a él le gusta, sino el que satisface gustos de sus clientes. Es una diferencia que se palpa todos los días. El Estado tiene miles de empleados que en parte, más allá de su buena voluntad y dedicación, no generan riqueza porque realizan procesos de control o tramitología que frena en lugar de apoyar la satisfacción de necesidades. El Estado realiza mil actividades innecesarias (desde aeropuertos que no son sino elefantes blancos, hasta reparaciones de bordes de calles o cambios de aceras que no se harían si alguien sintiera que pone dinero de su bolsillo) …un Estado enorme es un freno a la generación de bienestar.
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