Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Trayvon Martin murió por caminar siendo negro, WWB, Walking While Black. George Zimmerman, su victimario, afirma que actuó en defensa propia. En Florida, como en muchos lugares, hay dos sistemas. Uno donde la vida prospera, y otro donde el ser humano se esconde. Trae a mente una obra de Herman Hesse, El Juego de Abalorios, donde “la gran mayoría de seres humanos sobre la tierra vivía de forma simple, primitiva, peligrosa, desordenada. Por encima de este existía otro mundo, espiritual, ordenado, protegido”. Zimmerman parece haberse considerado miembro del mundo de arriba. A Trayvon Martin debe de haberlo visto como habitante del mundo de abajo. ¿Qué pasó?
Zimmerman era un vigilante solitario. Llamó a la policía unas 50 veces en ocho años para denunciar actividades y personas que consideraba malas. El bien y el mal poco tienen que ver con nuestra consideración de ellos. Nos hemos acostumbrado a considerar bien lo que facilita y ayuda. Lo que impide y dificulta lo consideramos, en términos generales, mal. Buscamos lo fácil y evitamos la adversidad. La adversidad también tiene una función en la vida. Nos elevamos sobre la adversidad. Los agentes de la adversidad desempeñan papeles muy desagradables. Hay veces en que somos agentes de la adversidad de manera accidental o, incluso, sin darnos cuenta ¿Podría ser el caso de Zimmerman? Su defensa tratará, seguramente, de tejer este tema en su argumento.
Zimmerman, en el mejor de los casos, creyó haber visto algo que pertenecía al mundo del mal, juzgó y actuó. Nuestro sistema de justicia no juzga el bien y el mal. Juzga lo legal e ilegal. Tenemos una noción muy elemental del bien y el mal. La noción que tenemos a duras penas nos alcanza para juzgar la legalidad, la corrección y la moralidad. La medida para juzgar la legalidad está en nuestro código de justicia. Lo que hizo Zimmerman o es ilegal o debiese serlo. Nos trajo de regreso a los albores de la civilización. Uno de los grandes avances de la humanidad, el código de Hammurabi, se remonta 1,700 años antes de Cristo. Codifica la ley y la pone en manos de la justicia. Una ley del 2005 después de Cristo nos regresa en Florida a la Babilonia antes de Hammurabi, cuando cada uno se hacía justicia por sí mismo. Zimmerman debe haberse creído amparado por esa ley en Florida que permite el uso de fuerza letal a quien determine que la necesita para permanecer donde está, to stand your ground. Uno, según esta ley, no tiene por qué retirarse ante la agresión y puede, si su vida peligra, matar.
Las leyes codifican las consecuencias del deseo. El deseo y la necesidad son lo que más motivan la acción humana. El deseo debe ser sincero. George Zimmerman, aparentemente, deseó el rol de protector en su comunidad. Es probable que lo que realmente haya deseado es un papel protagónico, el de vigilante, que le dé más sentido y significado a su vida. Las vidas que carecen de significado son insignificantes. Las que carecen de sentido son insensatas. Zimmerman debe de haberse sentido algo insignificante y actuó como un insensato.
El deseo asume y consume. Zimmerman parece haber deseado un papel protagónico. Para eso asumió el rol de vigilante protector. En ese rol consumió una vida inocente, la de Trayvon Martin. Más allá no debemos juzgar. Para eso están las autoridades, para determinar la legalidad o ilegalidad de lo que hizo. También deben revocar, modificar, o al menos ajustar esa ley de la Florida que nos remonta a costumbres tribales del tercer milenio antes de Cristo.
Este es un caso de justicia por presión comunitaria. Sin esa presión la muerte de Trayvon Martin hubiese quedado en el olvido. Es el caso de Fuenteovejuna, la obra de Lope de Vega donde, en el pueblo de Fuenteovejuna, todos se hicieron justicia. “¿Quién mató al Comendador? / Fuenteovejuna, señor / ¿Quién es Fuenteovejuna? / Todos a una”. Aquí ha habido innumerables revueltas por falta de justicia, con incendios y todo lo demás. Hay incendiarios que ya han aparecido en este caso, dando sus comentarios de expertos a todo aquel que quiera escucharlos. Hay que andar con cuidado. La defensa de Zimmerman seguramente enfatizará la figura del agresor como víctima. Quizás sea exitosa. En todo caso nadie salvará a Zimmerman de sí mismo. El juez más implacable lo llevamos todos adentro.
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