Diego Cevallos Rojas. EL COMERCIO
Los rasgos autoritarios del Presidente son necesarios en este momento histórico, su forma de enfrentarse a los poderes fácticos es la única vía para avanzar, él es un “no político”, él tuvo valor para enfrentar partidocracia. Los ecuatorianos requieren este tipo de liderazgo. Usted habrá escuchado estos argumentos más de una vez entre quienes simpatizan con el Gobierno e incluso entre quienes tienen reparos, pero lo apoyan. ¿Qué está detrás? ¿Qué futuro se construye así?
Gran parte de estas posturas están tejidas del descrédito de los principios de la democracia y del hartazgo frente a un pasado tormentoso. Aquella sentencia que se escucha desde hace décadas entre los desencantados y víctimas sociales y económicas de gobiernos fallidos: “Este país lo que necesita es mano dura, alguien que ponga disciplina”, ha sido atendida.
La afinidad de las mayorías con Rafael Correa, sembrada durante cinco años con su impronta de caudillo, recursos petroleros favorables, gran capacidad de trabajo, cercanía con los pobres y otros elementos, es un hecho incontrovertible. Su figura, que a otros ─ hoy minoría ─ resulta negativa y en algunos casos hasta odiosa, se agranda frente a las crisis institucionales del pasado y a la ausencia de una oposición cohesionada y decente.
Así, poco importa a los seguidores de Correa su escaso o nulo apego al diálogo y a los acuerdos con el contrario, la ausencia de equilibrio entre poderes, la baja rendición de cuentas, el irrespeto a las reglas del juego internas y a las normas internacionales.
Ahora poco importa que las instituciones giren en torno al líder más que a las leyes. Tampoco los patinajes éticos del gobernante, que habla de honor mientras insulta a diestra y siniestra o que bombardea al país con propaganda plagada de patrañas. En fin, poco importan los valores de la democracia.
Un reciente e interesante libro del PNUD, ‘El estado de la ciudadanía’, precisa que la cohesión social y las posibilidades de desarrollo se erosionan cuando priman la intolerancia, la desconfianza y la lejanía frente a las instituciones. El famoso politólogo Norberto Bobbio señalaba que la democracia está abierta “a todos los posibles contenidos, pero a la vez es muy exigente en pedir respeto para las instituciones, porque precisamente en esto reposan todas las ventajas del método”.
Podríamos comparar al sistema político ecuatoriano con un sistema planetario. Advertiremos entonces que cuando acabe la energía del sol ─ sea el dinero con el que cuenta el Gobierno gracias al petróleo, un quiebre de salud del líder, un escándalo, un gran error, o al final, el declive electoral — habrá un colapso. La falta de instituciones sólidas, de acuerdos, de tolerancia y de los básicos combustibles de la democracia, pasarán factura. El terreno está siendo abonado.
No comments:
Post a Comment