Gonzalo Peltzer
Parece una estupidez semejante pregunta, pero es probable que si empezamos a enfocar no nos quede claro de quién es la mismísima Península Ibérica: ¿Los países y sus territorios son de quienes los habitan, aunque hayan desalojado a los que estaban antes que ellos? ¿De quién es España: de los celtíberos, los latinos, los moros o los godos? ¿Y América…? Mejor ni averiguarlo. La Conquista de América no fue consensuada con los que la habitaban y los abuelos de los argentinos que reclamamos las Malvinas llegaron a este suelo después que los grandparents de los que ahora las ocupan. Ellos –los abuelos – las usurparon, pero los nietos no tenemos la culpa ni de la conquista ni de la usurpación.
Las Islas Malvinas fueron ocupadas por Gran Bretaña en 1833 cuando la Argentina estaba recién fundada y tan complicada con luchas internas que apenas podía defender su soberanía sobre la Patagonia (la mitad del país actual). En 1806 los ingleses tomaron Buenos Aires durante 46 días. En 1807 y durante siete meses ocuparon Montevideo. España andaba enredada por Napoleón en esos años, así que Santiago de Liniers (de origen francés) recuperó ambas capitales a sangre y fuego. Estos sucesos tan cercanos a nuestra independencia pudieron convertir a Uruguay y a la Argentina en algo así como Australia y Nueva Zelanda. Hoy la Argentina tampoco tiene nada que ver con la de 1833: es un país de inmigrantes europeos llegados a fines del siglo XIX y principio del XX. ¿Quiénes son los dueños de la Argentina? ¿Los indios tehuelches, los guaraníes, los españoles, los ingleses, los italianos, los polacos o los judíos?
Los actuales malvineros están desde 1833, ellos y sus antepasados. Desde entonces la Argentina declama una soberanía que no alcanza a ejercer con hechos. Y cuando en 1982 lo intentó en contra del derecho, fracasó estrepitosamente y además tiró por la borda 150 años de reclamos. A partir de 1982 ya no vale decir que tenemos derecho porque el 2 de abril lo ignoramos. Y porque probamos con hechos y ante todo el mundo que ni siquiera podemos expulsar a los invasores. Así fue como perdimos nuestro derecho con una guerra a la que nos llevaron los cobardes canallas que nos gobernaban en contra de nuestras propias leyes.
A todos los argentinos nos dicen desde chiquititos y hace 180 años, que esas islas son nuestras. Recuperarlas es una obligación de todos y muchos, muchísimos, millones, seguro, darían su vida por reconquistarlas a como dé lugar. Las Malvinas son parte de nuestra identidad: son como nuestra bandera, el escudo o el himno nacional: no podemos vivir sin ellas. El general Galtieri y su gobierno manosearon el reclamo legítimo de la soberanía argentina para mantenerse en el poder: fue una canallada de primer orden.
Pero mucho peor es haber desatado una guerra imposible, en la que involucraron a todo un país y, por supuesto, a unos inocentes soldados por más heroicos que sean. Desarmados, mal preparados y muertos de frío fueron a la guerra animados por el fuego que lleva en el corazón todo argentino, dispuesto a recuperar el territorio patrio a costa de su vida y mil vidas que tuvieren. Ya ven que la canallada es mayúscula…
La única guerra que no se pierde es la que no se libra y solo se gana la que se libra hasta el final. Las guerras se terminan con el último barco y el último soldado. Con sangre y fuego. Con valor, como el que mostraron los oficiales, suboficiales y soldados que fueron heroicamente a las Malvinas; los que murieron y los que volvieron. Los canallas que comandaban la batalla, en cambio, fueron unos cobardes que usaron el sentimiento patriótico de todos los argentinos para intentar quedarse en el poder. Quienes capitaneaban la guerra y gobernaban el país en esos años decidieron orgullosos presentar batalla a los británicos que preparaban su armada a 10.000 kilómetros, pero luego guardaron la flota en el puerto y el violín en bolsa. La salvaron los muy cobardes para herrumbrarla sin destino en sus puertos moribundos. Estaría tanto más orgullosa en el fondo del mar, junto con el crucero General Belgrano, el único buque argentino que se perdió en la contienda y que estaba amortizado desde Pearl Harbor.
Al final, la tierra es de quienes en ella entierran a sus muertos. Y ahora hay héroes argentinos enterrados en las Malvinas. Eso es muy fuerte, pero la Argentina no va a recuperar las islas por sus muertos, ni por la fuerza, ni por el derecho, aunque demuestre que tiene el derecho para reclamar y la fuerza para sostener su soberanía. La Argentina va a recuperar las islas cuando sea un país solvente, basado en un proyecto serio y duradero, de planteos serios, coherentes y consecuentes, con el que no se juega. Lo demás es verso.
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