Exhortos, reproches y lectura
entrelíneas
Jorge Alvear
Macías. EL UNIVERSO
El
llamado de atención del primer mandatario al presidente de la Asamblea
Nacional, Fernando Cordero, y la respuesta de este han originado diferentes
lecturas.
Algún
asambleísta, por ejemplo, considera que detrás de la calificación de “grosera
interferencia a la Función Ejecutiva”, debido a que la Asamblea aprobó ciertos
exhortos para que se declare la emergencia en determinadas regiones, lo que en
realidad existe es el disgusto del presidente Correa. Habría un reproche a
Cordero por haber conducido defectuosamente la discusión y aprobación de
ciertos temas que le urgen al mandatario. Entre ellos, la imposibilitada
aprobación de la Ley de Comunicación y de los levantamientos de inmunidad
parlamentaria de reciente trámite. Y que además hay una advertencia a los
asambleístas de Alianza PAIS para que no se desvíen de los lineamientos y
deseos del Ejecutivo, pues la inclusión de sus nombres para la reelección
depende de ello.
Esa
especulación tendría sentido, al menos en aquello de la inexistente
interferencia a la Función Ejecutiva, si se recuerda que el propio presidente
en meses pasados consideró legítimo que los asambleístas gestionen partidas para
obras en sus respectivas provincias (la Constitución lo prohíbe).
También
aportaría a fundamentar esa lectura entrelíneas, que la respuesta de Fernando
Cordero es tibia aunque pretenda elevarse con educación y lenguaje apropiado.
Además, porque justifica la arremetida del primer mandatario en las influencias
de los “discursos incoherentes de cierta oposición”.
Cabría
tener presente, eso sí, que un exhorto ─ indiferentemente de quien lo reciba ─
tiene la connotación de un ruego a quien se dirige. No se trata de una
imposición u orden. Cuando se hace una exhortación, se incita con palabras,
razones o ruegos, para que una persona haga algo o se inhiba de hacerlo.
El
exhorto es común entre los estados y entre las autoridades internas. Responde y
respeta a la soberanía de los estados y la independencia externa e interna de
las autoridades.
A
la vista de lo ocurrido, se confirma la urgencia de que la Función Legislativa
recupere su decoro, dignidad y rango constitucional. Entiendo que en el actual
periodo eso es harto difícil.
Sobre
lo comentado, se podría sostener que estamos viviendo una situación similar a
la que vivió México durante la hegemonía del PRI por muchas décadas, hasta que
llegó a la presidencia Vicente Fox.
Según
un estudio de Rafael Velázquez Flores, el sistema político mexicano de esa
época “se caracterizó por un fuerte
presidencialismo en el que la disciplina de los legisladores frente al primer
mandatario era una norma estricta. La sumisión (…) ante el jefe del Ejecutivo permitía cierto grado de estabilidad en el
sistema político. La realidad era que los diputados y senadores llegaban al
Congreso por la decisión del presidente y no por el voto de la sociedad; por lo
tanto, la lealtad era con la persona que los había colocado en el puesto y los
legisladores se sometían a las instrucciones del mandatario”.
Esa
información me recordó a Rousseau: “Mientras
que un pueblo está obligado a obedecer y obedezca, hace bien; pero en el
momento en que puede sacudirse el yugo y se lo sacude, hace todavía mejor...”.
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