Fabio Rafael Fiallo. DIARIO DE CUBA
Hay algo que no cuadra en el raciocinio de Hugo Chávez. Cada vez que se encuentra ante una encrucijada fundamental, parecería que se siente compelido a escoger el más absurdo de los caminos.
Tomemos el caso de su conmovedora súplica del Jueves Santo pasado, en la que con lágrimas en los ojos le pide a Jesucristo: "No me lleves todavía".
En aquellos instantes de gravedad existencial, para probar su sinceridad y ganarse la misericordia que imploraba a la providencia, a Chávez le incumbía hacer acto de contrición por sus faltas y pecados.
Ahora bien, ¿qué hizo el líder bolivariano? ¿Expresó su arrepentimiento por injuriar, deshabilitar y encarcelar injustificadamente a sus adversarios políticos? No. ¿Anunció que cesaría de establecer listas negras de quienes votan en su contra para luego sancionarlos arbitrariamente? Tampoco. ¿Decidió al menos levantar el ignominioso arresto domiciliario de la jueza Afiuni, enferma de cáncer como él, cuyo único delito ha sido aplicar la ley de su país? ¡Qué va!
Lo único que se le ocurrió a Hugo Chávez en su plegaria televisada fue pedir perdón por… ¡creer en la teoría de Darwin!
Como si fueran sus opiniones darwinistas, y no los múltiples casos de abuso de poder en que incurre, lo que podría enajenarle la generosidad divina.
¿Cómo podía Hugo Chávez pensar que obtendría la misericordia del creador luego de un acto de contrición tan superficial y poco convincente?
La solemnidad del ejercicio se desploma súbitamente. El espectáculo deja de ser dramático para convertirse en una pantomima chavista más.
El show de ese Jueves Santo no fue la primera ocasión que el caudillo bolivariano adopta un comportamiento incoherente en torno a su enfermedad. El haber escogido La Habana para combatir el cáncer que lo afecta es otra prueba fehaciente de su falta de lucidez.
En efecto, ¿acaso Chávez ignora que dignatarios del régimen castrista e incluso médicos del CIMEQ — el centro en el que Chávez es tratado en Cuba — prefieren salir al extranjero (Inglaterra, Brasil) para ser atendidos de cáncer u otras enfermedades de gravedad similar? Si a pesar de saberlo Chávez pone su vida en manos de los servicios médicos de la Cuba de los Castro, no queda más remedio que concluir que el cacique bolivariano está fascinado hasta la ceguedad por los espejismos del modelo castrista.
Se ha dicho, es cierto, que para Chávez Cuba ofrece la ventaja de un absoluto hermetismo en torno a su enfermedad, lo que en una democracia sería más difícil de garantizar.
Si tal fuese la razón principal de su preferencia por Cuba, eso sería una prueba más de la ausencia de lucidez en las decisiones chavistas. De más está recordar que el cáncer es una enfermedad terrible; motivo suficiente para acudir al centro médico idóneo, en vez de otorgar la prioridad al hermetismo informativo.
Sin sorpresa, aparecen cada día nuevos indicios de que el resultado de la intervención médica cubana deja mucho que desear. Partes periodísticos y opiniones de oncólogos (rusos, brasileños, venezolanos) pululan y convergen para afirmar al unísono que Chávez no ha recibido en Cuba un tratamiento adecuado, que los errores han sido múltiples, que los médicos rusos allí presentes han criticado sin tapujos la manera de proceder de los colegas cubanos y que la esperanza de vida del paciente ha quedado mermada a causa de los desatinos. Incluso se habla de un posible viaje de Chávez a Brasil para consultar y someterse a un tratamiento más eficaz.
Más aun, informes de fuentes autorizadas comienzan a surgir acerca de la manifiesta inconformidad de las propias hijas de Chávez con respecto a la calidad del tratamiento que su padre ha estado recibiendo en La Habana.
Es de esperar, dicho sea de paso, que las hijas de Chávez no sufran un percance misterioso que les impida expresar en público el descontento que las embarga o que puedan ser persuadidas de desmentir tal descontento. Pues no hay nada que el castrismo aborrezca más que las amistades vacilantes. Basta con recordar la suerte de Camilo Cienfuegos, de Arnaldo Ochoa, o del general venezolano Raúl Isaías Baduel, antiguo compañero de lucha de Chávez y arquitecto de la victoria del chavismo, hoy en prisión a causa de acusaciones que Fidel le sopló a su prosélito de Miraflores.
Llegamos al tercer y último ejemplo del divorcio entre Chávez y la lucidez. Helo aquí.
Cuando el movimiento bolivariano toma el poder, ya el socialismo había fracasado en todo el mundo. Con la gran popularidad y el valioso capital que la renta petrolera le proporcionaba, Chávez hubiera podido hacer maravillas por su país, en materia de progreso económico y social, si hubiese adoptado una política coherente y eficaz. Pero el caudillo bolivariano desestima las lecciones de la historia y se embarca en la caótica aventura del "Socialismo del Siglo XXI".
Los estragos de esa decisión no se hicieron esperar: la economía venezolana está hoy hecha trizas, sobreviviendo gracias a la renta petrolera, la producción agrícola se encoge, la inflación es galopante, la criminalidad se asemeja a la de un país en guerra civil, al tiempo que las arbitrariedades del chavismo van socavando los cimientos de la democracia en Venezuela.
Así, pues, tanto por su manera de dirigir el país, como por la forma de tratar su enfermedad o por su plegaria del Jueves Santo, puede colegirse que en el presidente Hugo Chávez Frías la lucidez brilla… pero por su ausencia.
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