Mario J. Viera
Tropas argentinas capturadas durante la guerra de las Malvinas |
Quién le hubiera dicho a Américo Vespucio que aquellas umbrosas y gélidas islas que avistara una mañana del año 1501 con el paso de 4 siglos se convertirían en el foco de un agudo diferendo entre una de las naciones que surgirían en aquel Mondus Novus que cartografiaba y la ya entonces vieja Gran Bretaña. Quién le hubiera dicho que por aquellas tierras semiáridas se desatarían las ambiciones de Inglaterra, Francia y España que se las pasarían de unas manos a las otras.
Primero sería España quien tomara posesión del archipiélago el 4 de febrero de 1540 cuando fray Francisco de Ribera llegara a las islas y en ellas invernara. Luego llegaría Louis Antoine de Bougainville ─ 31 de enero de 1764 ─ quien bautizaría el territorio con el nombre de Illes Malouines ─ el antecedente de su nombre actual de Malvinas ─, para luego fundar una colonia en la isla Soledad denominada por él Port Saint-Louis y en abril de 1765 tomaría posesión formal a nombre del soberano francés Luis XV.
Como España reclamara el dominio sobre el archipiélago, Francia optó por concederlo de modo que aquella colonia de Bougainville quedaría sometida a la capitanía general de Buenos Aires.
Más la Pérfida Albión no renunciaba al dominio de las Malvinas por su posición estratégica de cercanía al Estrecho de Magallanes. En 1765 Inglaterra se apoderaría del territorio creando una situación prebélica con España la que finalmente y por la fuerza y por acuerdos diplomáticos logró rescatar su dominio exclusivo en 1774.
Al lograrse la independencia de España, el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata reclamó la posesión de las Malvinas y envió en 1820 una fragata para tomar el dominio formal. Sin embargo Inglaterra decía que no había renunciado a sus derechos que en su opinión no habían sido anulados tras su evacuación en 1774.
El 3 de enero de 1833 los británicos se apoderarían definitivamente de las Malvinas, bautizadas Falkland por ellos. Nada pudo hacer el marino argentino José María Pinedo quien contaba con solo una fragata para la defensa del archipiélago. Aquella acción de los británicos quedaría en el imaginario argentino como una afrenta infligida a su nacionalismo; una afrenta que se consideraría más poderosa que la sufrida por los pueblos originarios de la Patagonia al concluir, algunos años después, la Campaña del Desierto que conducía el general Julio A. Roca quien llegaría ser presidente de la Argentina.
Las tribus que sobrevivieron en aquella campaña militar según se recoge en Wikipedia, “fueron desplazadas a las zonas más periféricas y estériles de la Patagonia. Unos 10.000 nativos fueron tomados prisioneros y unos 3.000 enviados a Buenos Aires, donde los separaban por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos: a las mujeres las repartieron por los diferentes barrios de la ciudad como sirvientas, mientras una parte de los hombres se envió a la isla Martín García, donde murieron, en su gran mayoría, a los pocos años de reclusión”.
No hubo protestas diplomáticas, los pueblos mapuches no tenían representación; como si se repitieron una y otra vez las protestas argentinas por la devolución de las Falkland/Malvinas incluidas las planteadas por el mismo Julio A. Roca.
Juan Domingo Perón reavivó el tema de las Malvinas. En 1946 el Congreso argentino exigió que el gobierno de Perón reclamara la devolución de las islas ante el Consejo de Seguridad de la ONU. El tema se retomó en la Conferencia de Bogotá de 1948 donde el canciller argentino Atilio Bramuglia expresó que “la emancipación americana no estaba concluida mientras existiere en el continente regiones sujetas a régimen colonial”. Según documentos desclasificados en Londres se conoce que Perón intentó comprar el archipiélago al gobierno británico, un acto menos convulsivo que el accionar demagógico que marcaría la pauta en durante el gobierno de la dictadura militar de Leopoldo Galtieri y el gobierno actual de la presidenta Cristina Fernández. Posteriormente se ha conocido un pacto propuesto en 1974 por el gobierno británico al gobierno de Perón que buscaba un condominio británico-argentino sobre las Falkland/Malvinas.
El ex embajador argentino Carlos Ortiz de Rozas recientemente ha revelado el pacto que contó con el entusiasmo de Perón quien según el informante le dijera a su Canciller: “Si ponemos un pie sobre las islas, no nos sacan más”. La muerte del gran demagogo interrumpió las negociaciones para el establecimiento del condominio. Se estaba dando, como expresara Ortiz de Rosas, “pasos concretos para resolver el problema de la soberanía por la vía pacífica” cuando se produjo la invasión militar a las islas por el gobierno de Leopoldo Galtieri. De acuerdo con el ex embajador “en febrero de 1982, días antes de la guerra, en las rondas de la ONU se discutió la posibilidad de un retroarriendo, para que los ingleses se comprometieran administrar las Malvinas por un determinado número de generaciones y luego cedieran la soberanía”.
La invasión a la Malvinas resultó un contundente fracaso para la Argentina y una pérdida inútil de vidas y recursos económicos. En el conflicto murieron 649 soldados argentinos y 258 británicos. En el plano político resultó un fortalecimiento del gobierno de Margaret Thatcher, la caída en desgracia de Galtieri, la desconfianza de los pobladores de las Falklan/Malvinas hacia los gobiernos argentinos. En 1985 el gobierno británico concedió a los habitantes del archipiélago el derecho de autodeterminación que definitivamente se consideran ellos mismos como británicos.
Treinta años después del fracaso bélico argentino, el gobierno de Cristina Fernández ha desatado una fuerte política de confrontación por el tema de las Malvinas con un marcado tinte populista y demagogo que busca agitar los sentimientos nacionalistas y entrando en el terreno de una verdadera guerra fría donde los más perjudicados son los kelpers, los habitantes de las islas, con el embargo comercial que impulsa Argentina y el apoyo de numerosos países de América Latina.
El gobierno de Cristina de Kichner se ha pronunciado reiteradamente en contra del embargo comercial que los Estados Unidos mantienen sobre el gobierno castrista y, contradictoriamente, se decide por el bloqueo al comercio de los habitantes de las Falkland/Malvinas.
La historia no miente. Argentina inclinó la cabeza ante Gran Bretaña cuando esta ocupó por la fuerza el territorio de las Malvinas. No hubo voluntad para recuperar por las armas el territorio disputado; Juan Manuel de Rosas se dedicó entre 1833 y 1834 a impulsar una campaña militar, no contra los británicos, bien distantes de sus costas, sino contra los indígenas de la Pampa y el norte de la Patagonia. La lucha del más fuerte contra el más débil.
Argentina desea recuperar el control de las Falkland olvidando que sus habitantes se consideran británicos, que hablan en lugar del español, el idioma inglés. Traumático sería para los kelpers verse obligados a vivir dentro de una cultura diferente que como dice la canción de León Gieco, surgida en momentos terribles de dictadura militar y durante la amenaza de una guerra entre Argentina y Chile:
Sólo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente,
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente.
Ciertamente las Falkland/Malvinas, constituyen una afrenta al nacionalismo argentino.
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