Carlos Machado Allison. EL UNIVERSAL
Oposición y gobierno, por razones muy diferentes, han llamado al debate ideológico y aunque el tema les resulta oscuro a algunos, pienso que la mayoría es sensible al mismo aunque se le dé un nombre diferente. El gobierno proclama que posee una base ideológica, con raíces históricas y un quehacer alineado con una suerte de socialismo con ribetes comunistas acompañado de un panteón de figuras entre las que destacan los hermanos Castro, naturalmente Marx, el indigenismo, el igualitarismo, las raíces africanas, las relaciones estrechas con gobiernos autoritarios y, a conveniencia, la figura de Simón Bolívar. Más que una ideología con alguna cohesión, se trata de una colcha de retazos donde se ha tejido cualquier cosa que se oponga a la libre empresa, los derechos de propiedad, la libertad de expresión y la democracia.
Inconexo
Trama gelatinosa e inconexa, en lo histórico y en lo ideológico. ¿Qué relación puede haber entre Simón Bolívar, el Che Guevara y el fallecido caudillo tribal libio? ¿O entre Simón Rodríguez, José Martí y los hermanos Castro? Peor aún, entre Marx que detestaba a Bolívar (en 1858 lo calificó de canalla y cobarde), las Malvinas, los cocaleros bolivianos, la realización de una misa católica en La Habana o la procura de la bendición papal. Pues nada, pero Chávez ha tenido la habilidad de pegar retazos, rehacer la historia de Venezuela y parte de la mundial presentando su revolución como algo bueno para los pobres. Que lo haga al amparo de los petrodólares, del maíz, medicinas, repuestos, camiones procedentes del imperio, poco importa, que lo haga cediendo la soberanía nacional ante La Habana, pues menos aún. Indiferente frente a la muerte de 20.000 venezolanos en manos del hampa. Obsequioso ante nuevos emporios económicos y tolerante frente a la corrupción, se gana un sólido desprestigio internacional. Entonces, ¿cómo plantear un debate ideológico? ¿Por cuál retazo comenzar?
En el mar de inconsistencias, atisbo un elemento coherente. Destruir instituciones, valores y empresas para perpetuarse en el poder. Imperiosa la necesidad de borrar el pasado, no importa si es puente, refinería, tribunal, finca, ateneo, cuerpo policial, universidad o proyecto de parque recreacional. Todo vale, no hay límite para justificar el fracaso o ganar otro voto. Eres pobre, y lo ha dicho sin pudor, porque hay otros que son más ricos. El objetivo revolucionario es destruir la economía nacional llevándose en los cachos a esos "pequeños burgueses" que son comerciantes, intelectuales, profesionales, profesores, emprendedores o empleados de medianas o grandes empresas. En el camino surge una nueva burguesía y empresas tan capitalistas como las eliminadas. ¿Socialismo utópico o científico? ¿Populismo rampante con un toque de fascismo? Nada de eso, apenas un sistema autoritario que suma los vicios de muchas ideologías. Cuando desaparezca dejará atrás una que otra obra, alguna iniciativa social y muchas lecciones que aprender.
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