Mario J. Viera
Yo era muy joven cuando soñaba con una América Latina unida en una poderosa federación que sirviera de contrapeso natural a la poderosa federación del norte. Era la época de las dictaduras de Batista, Trujillo, Stroessner, Somoza, Pérez Jiménez, Duvalier y del momento álgido de la Guerra Fría. Estados Unidos respondiendo a los intereses de la realpolitik y a su seguridad nacional apoyaba a aquellos regímenes como contén al avance del comunismo. En Cuba crecía el movimiento insurreccional en contra del régimen de Batista, Venezuela se convertía en una esperanza con el derrocamiento del gobierno de Marcos Pérez Jiménez.
Se avistaban tiempos de cambios… La Revolución cubana sería un sueño frustrado en los paredones de fusilamiento; Cuba se sometía a los dictados del imperio soviético. América Latina rompería sus vínculos con el gobierno de Castro y Castro replicaría con la Tricontinental (OSPAAAL) y la formación de focos guerrilleros en numerosos países latinoamericanos.
La táctica de los focos guerrilleros funcionó a favor del gobierno castrista. Muchos gobiernos de la región decidieron comprarse ─ con el restablecimiento de relaciones con el gobierno de Cuba ─ una “póliza de seguros” contra riesgos de actividad guerrillera, como Argentina en 1973 bajo el gobierno de Perón. El México del PRI no solo votó en contra de la expulsión del gobierno castrista de la OEA, sino que fortaleció sus vínculos diplomáticos con la isla. Regímenes de izquierda que surgieron en el subcontinente iniciaron relaciones diplomáticas con el castrismo. En 1970 el gobierno de Salvador Allende restablece las relaciones diplomáticas con el de Cuba; Perú bajo el régimen de Juan Velazco Alvarado lo hace en 1972. A esta troika comenzaron a unirse el resto de los países latinoamericanos. Brasil en 1986 bajo el gobierno de José Sarney reinicia las relaciones con el régimen cubano, más por intereses comerciales que por razones ideológicas. En 1975, Alfonso López Michelsen, presidente de Colombia, restablece las relaciones diplomáticas con el castrismo, aunque en 1981, Turbay Ayala interrumpe esas relaciones debido al incidente de la toma de la Embajada de la República Dominicana por terroristas del M-19 que eran sustentados por el gobierno de Fidel Castro; estas relaciones no se restablecieron hasta después de un encuentro privado entre Fidel Castro y César Gaviria y a la conclusión de la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara en 1991.
Salvo alguna tímida crítica al régimen castrista por algún que otro gobierno latinoamericano, todo fue una larga luna de miel con la dictadura cubana. El sentimiento antinorteamericano que prevalece en prácticamente en toda la América Latina fortaleció los lazos de colaboración de los gobiernos latinoamericanos con el gobierno de Fidel Castro. La gran mayoría de esos gobiernos votaban siempre a favor del castrismo en la Comisión de Derechos Humanos o se abstenían cuando se le enjuiciaba por las violaciones a esos derechos y condenaban como criminal el embargo comercial de Estados Unidos al régimen totalitario de Cuba.
Con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela se inició un nuevo planteamiento de las relaciones diplomáticas latinoamericanas hacia el régimen de los Castro que se fortaleció con la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en la que Fidel Castro jugó, junto a Chávez, un papel de primera línea, al igual que en la fundación de Telesur como vocero del socialismo del siglo XXI.
Tras la aprobación en 2009 del reingreso del gobierno castrista a la Organización de Estados Americanos surgió una ola de solidaridad latinoamericana a favor del régimen de los Castro. La Cuba castrista recibió el respaldo continental con Venezuela y Brasil a la cabeza. Muchos de los presidentes elegidos democráticamente no dudaron en visitar la isla y peregrinar hasta el santuario de la Zona Cero donde reside el anciano Castro y hacerse fotografiar muy sonrientes con el decrépito tirano caribeño, sin prestar oído a las denuncias de la oposición cubana sobre los actos de repudio y represión y la muerte de Orlando Zapata en medio de una huelga de hambre.
El castrismo ha recibido tribuna en organismos regionales como, además de su puesto en ALBA, en el CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) ─ junto a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela ─, la Asociación de Estados del Caribe ─ junto a Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Colombia, Costa Rica, Dominica, El Salvador, Granada, Guatemala, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Trinidad y Tobago, Venezuela.
El último acto de respaldo al régimen castrista fue la propuesta lanzada por Rafael Correa de admitir a Raúl Castro como si fuera un presidente electo democráticamente a la Cumbre de las Américas y que ha recibido el apoyo de la gran mayoría de los gobiernos latinoamericanos.
A diferencia de los gobiernos latinoamericanos, los gobiernos de Europa que también mantiene relaciones diplomáticas con los usurpadores del poder en Cuba, han sido persistentes en condenar al castrismo en la Comisión de Derechos Humanos y mantenido unas tímidas sanciones de carácter moral en contra del régimen. No obstante, Europa sostiene relaciones comerciales con los Castro, ha condenado el embargo económico de Estados Unidos y le conceden el trato de gobernantes legítimos.
Ante de la celebración de la Cumbre de las Américas se produjo la vergonzosa visita del presidente mexicano Felipe Calderón a Cuba. Con esta visita, como afirmara el candidato a doctor en filosofía en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Denver, Arturo López Levy, “ambos países buscaran resolver los problemas de la deuda cubana y el acceso cubano a créditos frescos a cambio de oportunidades a grupos empresariales mexicanos interesados en aprovechar las aperturas que tienen lugar en la isla. Permitir la participación de PEMEX en la explotación conjunta de los recursos petroleros cubanos es una vía apropiada, no la única, para esos propósitos”. Son los intereses mexicanos puestos al servicio de la continuidad del régimen usurpador.
López Levi señala además: “A diferencia de Fox y Castañeda, renegado de posiciones juveniles de izquierda, el actual inquilino de Los Pinos no ha considerado un deber de identidad exhibir simpatías por los opositores cubanos que se deducen de su trayectoria e ideología”.
Para Calderón la oposición cubana no existe; él declararía que “México y Cuba (entiéndase los Castro) han emprendido una renovada etapa en su relación bilateral” y no conforme con ello afirmó que en lo personal condena y seguirá condenando “el bloqueo injustificado”, como coincidente con el castrismo calificara al embargo de Estados Unidos en contra del gobierno totalitario de la isla; además le expresó a los periodistas que cubrieron su llegada a la isla: “Queremos ampliar el comercio y la inversión entre Cuba y México”.
El régimen castrista agoniza ya dio de sí todo lo que pudo dar; su fin se producirá ineludiblemente bajo acciones endógenas y se desplomará como un edificio viejo y agrietado que cae por su propio peso. Aquellos que se han dado a la caza de oportunidades aprovechando la crisis del castrismo serán los grandes perdedores. La República renacida de entre sus cenizas no aceptará como suyos las deudas y compromisos contraídos por los usurpadores. Será entonces el momento del recuento. Cuba nada tendrá que agradecerle a la América Latina, no volveremos a reconocernos como naciones hermanas; Abel no puede abrazar a Caín.
Tal vez, un día pudiéramos rencontrarnos pero solo cuando todo el subcontinente le ofrezca excusas a los cubanos por haberles abandonado coqueteando con sus tiranos.
Hoy en mis años maduros he abandonado muchas de las ilusiones pueriles de mis años mozos, una de ellas la Federación de Estados Latinoamericanos.
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