El
medievalismo y los recortes
Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
Un
partido y su (casi) candidato oficial quieren que los millonarios paguen menos
impuestos. Con el slogan ‘creadores de empleo’, paulatinamente les rebajan cada
día más, hasta el punto que entre loopholes, exenciones y recortes, ya hay
empresas que, a pesar de ganar billones, pagan cero. Pero, casualmente, la
época en que menos han creado empleo estos creadores de empleo ha sido en la de
estos recortes.
La
primera parte, la del presidente Bush hijo, Estados Unidos llegó a perder
800.000 empleos al mes; las empresas, muy ‘agradecidas’, se llevaron sus
trabajos a otros países, y de paso, recibieron más exenciones. Es decir, a los
creadores de empleo, los premiaron por llevarse los empleos. La otra época, la
del Congreso con mayoría republicana que ha mantenido estos recortes utilizando
como pistola el filibusterismo, y tomando de rehén a la seguridad social, los
seguros de desempleo, el Medicare y el Medicaid, la educación pública, los
policías, rescatistas y bomberos, y lo que pudo amenazar incluyendo a la economía
del país cuando el techo de la deuda que elevó a la décima potencia el anterior
presidente de su partido estuvo a punto de vencerse… esa otra época, gracias a
que el presidente no es de su partido, y combatiéndolos logró sacar adelante
varias leyes que estimularan la economía, ha sido de una recuperación pausada,
lenta gracias a ellos. Pero son tan astutos que le echan la culpa al
presidente.
Yo
sinceramente nunca imaginé que un partido de los dos únicos de Estados Unidos
pudiera ser tan sucio, tramposo e infantil. Me recuerdan las puerilidades de
Chávez, y sus embajadores presidentes del esperpento del socialismo del Siglo
XXI. Y su corrupción. Y su populismo. Y sus eslóganes vacíos, que atraen a
tanta gente. Nunca imaginé que tantos en este país, incluyendo los inmigrantes
contra los que ese partido se ha ensañado en miles de ocasiones, no aprobando
el Dream Act, abogando por muros en la frontera, esgrimiendo soluciones tan
idiotas como la auto deportación (anótensela a Romney), y las leyes de Alabama
y Arizona, entre tantos otros abusos que más recuerdan las dictaduras que a un
partido de una nación libre, se dejen engañar tan fácilmente, y terminen
abogando por quienes los están hundiendo.
Porque
el Partido Republicano no solo está atacando a los inmigrantes (hoy son los
indocumentados, mañana serán otros) sino que están acabando con la clase media,
mientras de paso, le quitan más beneficios a los pobres. Y que caiga la
guillotina sobre todo aquel que no tenga la cantidad de ceros necesaria para
estar en la lista de los que no pagan. Aunque bien que quieren a los otros,
cuando se trata de llevarlos a la guerra, por ejemplo. Para morir defendiendo
al país sí se merecen todos los beneficios, claro que solo mientras están
combatiendo, porque cuando regresan, se olvidan de ellos. ¿O cuánto no tuvo que
batallar Obama con la Cámara republicana para que aprobaran una ley que
estimulara a quienes emplearan a los veteranos?
Pero
no cansados con esto, también se lanzan contra las mujeres. Ahora resulta que
para estos señores que parecen amantes del feudalismo, se debe revisar que
ellas tomen pastillas anticonceptivas. Es decir, cambian la discusión, por
ejemplo de que las mujeres ganan menos que los hombres que realizan su mismo
trabajo, o de la cuota de representación de las mujeres en el gobierno, o de
los días pagados que les otorga la ley a las que trabajan para que puedan estar
suficiente tiempo con su hijo recién nacido, a un debate de hace al menos
cuarenta años. ¿Y hay quienes piden un partido de centro? ¿Cuál sería el centro
desde ese extremismo, desde ese fanatismo?
Hace
cuarenta años. Quizá esa es la clave. Gran parte de la población de esta nación
todavía les cree cuando esgrimen una amenaza comunista, como si estuviéramos en
plena guerra fría, y la crisis de los misiles en Cuba hubiese sido el domingo
pasado. Claro, todo eso mientras sus intocables empresas que no deben pagar
impuestos, se llevan los trabajos a China, la única potencia comunista que
queda en el mundo, que ya parece más capitalista que la Coca-Cola. Porque no
ser democrático ya no significa no ser capitalista. Aunque ese ejemplo más que
de China, me parece que le encaja perfectamente al Partido Republicano.
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