Hay
que escribir de los cobardes
Leonardo Calvo Cárdenas. CUBANET
Con
mucha facilidad han olvidado los hermanos Castro que cuando ellos se dedicaban
a asesinar compatriotas bajo el manto protector de las sierras orientales nadie
fue a molestar a su señora madre.
Juan Antonio Madrazo,
Coordinador Nacional del CIR en su domicilio, sede de la organización.
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Un
refrán antiguo asegura con certeza. “De los cobardes no se ha escrito nada”,
pero cuando se ligan cobardía, poder y soberbia para causar profundo daño
humano, llamar al crimen por su nombre constituye una responsabilidad para las
personas honestas y amantes de la justicia.
Nunca,
en más de trece años, he dedicado una letra a los agentes del gobierno cubano
condenados por espionaje en Estados Unidos, en primer lugar porque creo que los
espías constituyen noticia cuando son descubiertos y acaso cuando son objeto de
la tradicional negociación entre estados. Los cinco miembros de la red Avispa
que decidieron, a costa de cumplir largas penas, mantener fidelidad al gobierno
cubano después que una decena de sus compañeros colaboraron con la justicia
norteamericana para aliviar su infortunio, fueron convertidos en bandera de
confrontación política por el alto liderazgo de la Isla.
En
un alarde de interesada manipulación e indolente desprecio por los seres
humanos, el gobierno cubano guardó silencio durante más tres años sobre el caso
para luego de definidas las alineaciones y fidelidades de los encartados
desarrollar una intensa y permanente campaña mediática y política que, a un
altísimo costo, pretende supuestamente consagrar en la opinión pública y en el
sistema judicial norteamericano la pretendida inocencia de los que considera
héroes. Las autoridades cubanas nunca se han molestado en explicar como se
puede, en medio de esta álgida confrontación con sabor a guerra, ser héroe e
inocente al mismo tiempo.
El
alto liderazgo de La Habana incapaz de prodigar justicia ni piedad a sus
víctimas, nunca ha valorado o reconocido las determinaciones judiciales
favorables a sus “héroes” y no atenúa su lenguaje agresivo y desafiante para
con las autoridades políticas y judiciales del vecino del norte. Pero lo
inesperado ha sucedido, René González,
el espía convicto y fiel que se encuentra en régimen de libertad
supervisada después de cumplir la primera parte de su condena, recibió permiso
judicial para visitar a su hermano en grave estado de salud.
El
gesto es contrastante con la impiedad del gobierno cubano, pues baste recordar
como la inmortal Celia Cruz, la gran guarachera de Cuba, no recibió el permiso
de La Habana para regresar a su tierra a sepultar a su madre, o el caso de
Mario Chanes de Armas, ese héroe e inocente condenado por sus ex compañeros de
lucha a treinta años que no pudo salir a enterrar a su hijo por negarse a
vestirse con ropa de preso común, por solo citar dos de muchos ejemplos.
Al
conocer la noticia los cubanos nos preparamos para la altisonancia carnavalesca
y chauvinista que era de esperar, sin embargo la visita del convicto pasó en
sepulcral mutismo. De hecho René estuvo tan preso durante sus catorce días en
La Habana como en sus trece años en las cárceles norteamericanas. Las
autoridades cubanas siempre pródigas en bravuconadas a distancia se comportaron
como dóciles alguaciles federales cuidando celosamente al recluso y
devolviéndolo puntualmente a su cómodo cautiverio.
Esa
observancia estricta de las disposiciones legales y judiciales del enemigo
contrasta de manera chocante con la sistemática violación de los derechos de
los ciudadanos y de sus propias disposiciones legales utilizadas por las
fuerzas represivas del régimen para imponer su hegemonía intolerante sobre toda
la sociedad.
Los
arrogantes poderosos quienes, llegado el momento, no se atreven a mover una pestaña
ante las condiciones impuestas desde allá por sus enemigos jurados, esos que
huyen despavoridos ante una simple cámara de video y no se atreven a usar sus
nombres verdaderos en su labor represiva,
prodigan sin embargo abuso y ensañamiento sobre todo a personas que
consideran indefensas o vulnerables.
En
el más deplorable modelo de terrorismo de estado los oficiales de la policía
política no han encontrado otro mecanismo que dedicarse a aterrorizar a la
anciana madre de Juan Antonio Madrazo, Coordinador Nacional del CIR, para
impedir la celebración de las actividades convocadas en su domicilio, que es
por cierto la sede de esta organización
civilista.
Teresa
Luna, una encantadora abuela llena de ternura, simpatía y lucidez a sus 75
años, mantiene valor y firmeza ante las cobardes amenazas de que ha sido víctima
en más de una ocasión. La determinación de su hijo es no dar un paso atrás en
su compromiso con la lucha por la democracia y la justicia, pero todos los que
la conocen, familiares o no, están profundamente indignados por la bajeza de
estos hombres que presumen de tanto poder y ninguna humanidad.
Con
mucha facilidad han olvidado los hermanos Castro que cuando ellos se dedicaban
a asesinar compatriotas bajo el manto protector de las sierras orientales nadie
fue a molestar a su señora madre.
Más
allá de ideologías o confrontaciones políticas, lanzar todo el peso de la
violencia sobre mujeres que esgrimen una flor, o hacer tan miserable uso del
presumible celo de una madre, caracteriza a un régimen que perdió
definitivamente la razón, los argumentos y el decoro, al punto de ser incapaz
de plantar cara a sus enemigos de siempre en el momento clave o reconocer
cuando un diseño represivo ha fracasado sin remedio.
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