Wednesday, April 25, 2012


Hay que escribir de los cobardes

Leonardo Calvo Cárdenas. CUBANET

Con mucha facilidad han olvidado los hermanos Castro que cuando ellos se dedicaban a asesinar compatriotas bajo el manto protector de las sierras orientales nadie fue a molestar a su señora madre.
Juan Antonio Madrazo, Coordinador Nacional del CIR en su domicilio, sede de la organización.

Un refrán antiguo asegura con certeza. “De los cobardes no se ha escrito nada”, pero cuando se ligan cobardía, poder y soberbia para causar profundo daño humano, llamar al crimen por su nombre constituye una responsabilidad para las personas honestas y amantes de la justicia.

Nunca, en más de trece años, he dedicado una letra a los agentes del gobierno cubano condenados por espionaje en Estados Unidos, en primer lugar porque creo que los espías constituyen noticia cuando son descubiertos y acaso cuando son objeto de la tradicional negociación entre estados. Los cinco miembros de la red Avispa que decidieron, a costa de cumplir largas penas, mantener fidelidad al gobierno cubano después que una decena de sus compañeros colaboraron con la justicia norteamericana para aliviar su infortunio, fueron convertidos en bandera de confrontación política por el alto liderazgo de la Isla.

En un alarde de interesada manipulación e indolente desprecio por los seres humanos, el gobierno cubano guardó silencio durante más tres años sobre el caso para luego de definidas las alineaciones y fidelidades de los encartados desarrollar una intensa y permanente campaña mediática y política que, a un altísimo costo, pretende supuestamente consagrar en la opinión pública y en el sistema judicial norteamericano la pretendida inocencia de los que considera héroes. Las autoridades cubanas nunca se han molestado en explicar como se puede, en medio de esta álgida confrontación con sabor a guerra, ser héroe e inocente al mismo tiempo.

El alto liderazgo de La Habana incapaz de prodigar justicia ni piedad a sus víctimas, nunca ha valorado o reconocido las determinaciones judiciales favorables a sus “héroes” y no atenúa su lenguaje agresivo y desafiante para con las autoridades políticas y judiciales del vecino del norte. Pero lo inesperado ha sucedido, René González,  el espía convicto y fiel que se encuentra en régimen de libertad supervisada después de cumplir la primera parte de su condena, recibió permiso judicial para visitar a su hermano en grave estado de salud.

El gesto es contrastante con la impiedad del gobierno cubano, pues baste recordar como la inmortal Celia Cruz, la gran guarachera de Cuba, no recibió el permiso de La Habana para regresar a su tierra a sepultar a su madre, o el caso de Mario Chanes de Armas, ese héroe e inocente condenado por sus ex compañeros de lucha a treinta años que no pudo salir a enterrar a su hijo por negarse a vestirse con ropa de preso común, por solo citar dos de muchos ejemplos.

Al conocer la noticia los cubanos nos preparamos para la altisonancia carnavalesca y chauvinista que era de esperar, sin embargo la visita del convicto pasó en sepulcral mutismo. De hecho René estuvo tan preso durante sus catorce días en La Habana como en sus trece años en las cárceles norteamericanas. Las autoridades cubanas siempre pródigas en bravuconadas a distancia se comportaron como dóciles alguaciles federales cuidando celosamente al recluso y devolviéndolo puntualmente a su cómodo cautiverio.

Esa observancia estricta de las disposiciones legales y judiciales del enemigo contrasta de manera chocante con la sistemática violación de los derechos de los ciudadanos y de sus propias disposiciones legales utilizadas por las fuerzas represivas del régimen para imponer su hegemonía intolerante sobre toda la sociedad.

Los arrogantes poderosos quienes, llegado el momento, no se atreven a mover una pestaña ante las condiciones impuestas desde allá por sus enemigos jurados, esos que huyen despavoridos ante una simple cámara de video y no se atreven a usar sus nombres verdaderos en su labor represiva,  prodigan sin embargo abuso y ensañamiento sobre todo a personas que consideran indefensas o vulnerables.

En el más deplorable modelo de terrorismo de estado los oficiales de la policía política no han encontrado otro mecanismo que dedicarse a aterrorizar a la anciana madre de Juan Antonio Madrazo, Coordinador Nacional del CIR, para impedir la celebración de las actividades convocadas en su domicilio, que es por cierto la  sede de esta organización civilista.

Teresa Luna, una encantadora abuela llena de ternura, simpatía y lucidez a sus 75 años, mantiene valor y firmeza ante las cobardes amenazas de que ha sido víctima en más de una ocasión. La determinación de su hijo es no dar un paso atrás en su compromiso con la lucha por la democracia y la justicia, pero todos los que la conocen, familiares o no, están profundamente indignados por la bajeza de estos hombres que presumen de tanto poder y ninguna humanidad.

Con mucha facilidad han olvidado los hermanos Castro que cuando ellos se dedicaban a asesinar compatriotas bajo el manto protector de las sierras orientales nadie fue a molestar a su señora madre.

Más allá de ideologías o confrontaciones políticas, lanzar todo el peso de la violencia sobre mujeres que esgrimen una flor, o hacer tan miserable uso del presumible celo de una madre, caracteriza a un régimen que perdió definitivamente la razón, los argumentos y el decoro, al punto de ser incapaz de plantar cara a sus enemigos de siempre en el momento clave o reconocer cuando un diseño represivo ha fracasado sin remedio.

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