Aleaga Pesant. CUBANET
La mayor polea de trasmisión del mandato comunista hacia los jóvenes, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), ha celebrado otro aniversario de su fundación. Entrega de medallas, grandes fiestas, constante presencia en los medios y otras pequeñeces atiborraron al cubano de a pie en los últimos días.
Las instituciones fuertes y de larga trayectoria recurren a su memoria, y en especial a los líderes pasados, como forma de mostrar su continuidad y homenajear el esfuerzo y el talento. Ese no puede ser el caso de la UJC. Para estas festividades, resultó que la mayoría de los líderes juveniles, durante estos 50 años, fueron tronados del altar fidelista, por diferentes razones y métodos, pero, sobre todo, por haberse dejado atrapar por la ambición de poder. Veamos.
Joel Iglesias fue el primer líder de la UJC, sin carisma ni visión, terminó alcohólico. Como miembro juvenil del anterior partido comunista (PSP), tuvo la tarea de convertir a la organización juvenil en polea de trasmisión de los mandatos de la “dictadura del proletariado”. Pero es obvio que no pudo cumplirla.
Jaime Crombet, el segundo líder en la cronología, es el que más tiempo se ha mantenido en el establishment castrista, donde actualmente es el Vicepresidente de la Asamblea Nacional y miembro del Comité Central comunista. Incluso, sobrevivió a la purga de su yerno, Felipe Pérez.
Luis Orlando Domínguez, carismático líder, de gran ascendencia y encendido verbo. Luego de casi diez años como Primer Secretario de la UJC, fue el primero de los tronados. Se le acusó de corrupción y cumplió varios años en prisión. Ahora es taxista particular y, en las mañanas, se le puede ver en el mercado del habanero Reparto Flores, en el exclusivo Miramar, ofreciendo sus servicios.
Carlos Lage Dávila, gris hasta el tuétano, fue tal vez el menos egocentrista de los líderes de la UJC. Su gobierno en esa organización fue de transición, entre dos líderes carismáticos. Pocas personas lo recuerdan como Primer Secretario de la juventud comunista. Pero su final no es diferente al de casi todos los demás. Terminó tronado por ambicionar “las mieles del poder”. Ahora trabaja de médico en un hospital de la periferia capitalina. Con su purga, también afectó la ascendente carrera política de sus hijos.
Roberto Robaina fue sin duda el más capaz y carismático de todos los líderes de la Unión de Jóvenes Comunistas. Con un discurso renovador, puso en remojo las barbas de Fidel Castro, cuando el incendio anticomunista hacia caer gobiernos y el Periodo Especial se entronizaba en la isla. Se ganó el odio de la ortodoxia, cuando, en 1986, impuso su tesis: “El comité nacional (UJC), está donde estén los jóvenes cubanos”. Y se fue con las tropas cubanas a Angola. Modernizó el trabajo juvenil y le dio un aire fresco la Cancillería, aunque muy poco protocolar. Luego de destituido como canciller, costo más de tres años sacarlo del Comité Central comunista y de la Asamblea Nacional.
Juan Contino, es otro de los dos dirigentes de la juventud comunista que aún quedan con vida política. En su liderazgo, aprovecho la sinergia dejada por Robaina. Ex Alcalde de la Ciudad de La Habana y ex miembro del Comité Central comunista y del Parlamento, ahora está al frente de una pequeña empresa de flora y fauna.
María Victoria Velázquez (Vicky), luego de la rimbombante etapa de Roberto Robaina, Vicky fue incapaz de levantar vuelo dentro de la organización. Sin embargo, su caída se relaciona, según rumores, con una puja de amantes entre Nelson Torres y Raúl Castro. Nelson Torres tuvo que dejar el Ministerio del Azúcar y Vicky la jefatura de la UJC. Actualmente está al frente de una dirección en el Ministerio de Educación.
Otto Rivero fue un poderoso jefe de la UJC. Sin carisma y sin talento para centralizar, es uno de los pocos líderes de esa organización que ascendió desde la posición de obrero. Fue parqueador en la terminal de ómnibus urbanos, en Santa Clara. Llegó hasta Vicepresidente del Consejo de Estado. Se le consideraba el líder de la facción “talibán” (radical), dentro del partido comunista. Su caída fue casi silenciosa (tan silenciosa como sus actos de corrupción), y se rumora que atentó en varias ocasiones contra su vida, durante el año 2011.
Julio Martínez Ramírez, escaló a la máxima dirección desde su puesto al frente de un Comité de Base de la UJC, en Ciego de Ávila. Considerado un proto-raulista, sin más sombra que su grisura, ganó la mano a Hassan Pérez, la propuesta de Fidel Castro, en el VIII Congreso (2004). Actualmente es miembro del Comité Provincial del partido comunista en Artemisa.
Hassan Pérez sólo fue segundo secretario UJC. Pero tuvo mucha visibilidad, por ser amamantado de Fidel Castro. Su oratoria y su imagen de robot protofascista, lo hicieron profundamente impopular entre los jóvenes y la población cubana en general. El pueblo celebró su salida. No definitiva, pues actualmente aparece como Diputado a la Asamblea Nacional, con uniforme de oficial de las Fuerzas Armadas.
Felipe Pérez fue Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), lo que le dio un puesto en el Buro Nacional de la UJC. Sin carisma, ni oratoria, ni imagen, fue resueltamente impopular. Ascendió a la sombra del ex presidente Fidel Castro, de quien se consideraba su mejor intérprete. Su caída fue estruendosa. Como ingeniero, hoy ocupa una discreta plaza en una empresa constructora.
Carlos Balenciaga, también Presidente de la FEU y miembro del Buro Nacional de la UJC, llegó a ser secretario personal del ex presidente Fidel Castro. Su estrepitosa caída tuvo lugar durante el gobierno de Raúl Castro. Actualmente es un empleado de bajo nivel en la Biblioteca Nacional.
Luego de este breve repaso por las ruinas del hombre nuevo, quedaría por saber cuál será el destino de la casi cuarentona Liudmila Alamo Dueñas, la líder UJC en este momento. De mantenerse las actuales tendencias del poder, es poco probable que sobreviva al cargo con buena salud política. Menos cuando existen tan serios cuestionamientos relacionados con el decrecimiento en las filas de la organización, y con la desmotivación entre los jóvenes por seguir “la obra de la revolución”.
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