Friday, April 13, 2012

Amores difíciles

Leonardo Calvo Cárdenas. CUBANET

La Habana. Lo inesperado sucedió a comienzos de semana, Oswaldo “Ozzie” Guillén, el venezolano mánager del equipo de béisbol Miami Marlins, confesó su amor y respeto al ex presidente cubano Fidel Castro en una entrevista concedida a la revista Time. Lo previsible no se hizo esperar y el hecho provocó una extendida repulsa en la comunidad cubana exiliada del sur de la Florida, y también entre los venezolanos exiliados.

En pocas horas el destacado atleta, de larga trayectoria en el Big Show y responsable, al frente de los Medias Blancas de Chicago, de la primera Serie Mundial ganada por este conjunto en muchas décadas, tuvo que realizar una humillante retractación, que no impidió que fuera suspendido por cinco partidos. El reafirmado arrepentimiento de Guillén no consigue calmar las peticiones de despido de muchos aficionados y personalidades locales.

Los voceros mediáticos del castrismo se rasgan las vestiduras hipócritamente, escandalizados por “la intolerancia y el extremismo” que no permite en Miami cantar loas a quien ha causado tanto sufrimiento a los cubanos que viven a ambos lados del Estrecho de la Florida.

Resulta lamentable ver cómo los que han sumido a todo un pueblo en el terror defienden la libertad de expresión de los otros desde este país donde las personas miran hacia los lados antes de atreverse a decir en voz muy baja algo de lo que piensan. Cabe preguntarse por qué no respetan igualmente la libertad de expresión de los que en Cuba no amamos a Fidel Castro y tantos cubanos han pasado por las prisiones por hacer patente tal sentimiento.

Para la ocasión no dejaron de manifestarse los prominentes miembros de la cofradía de alabarderos castristas de la diáspora. Lázaro Fariñas y Edmundo García volvieron a deshacerse en críticas hacia la comunidad exiliada y la intolerancia que según ellos tanto los aterra. Fariñas, con la burda puerilidad que lo caracteriza, nos informa que a Fidel Castro lo aman millones de cubanos, pero esta vez tampoco nos explica por qué el máximo líder nunca se atrevió a  someterse al escrutinio electoral del “pueblo que lo ama”, o qué razones le impiden a él mismo disfrutar in situ de tanta bondad y tanta grandeza, en lugar de vivir en Miami.

Por su parte Edmundo, quien marchó de Cuba cargando sus lacras y descréditos morales para fracasar en Miami, tomó el camino de los inadaptados del exilio: ponerse al servicio de la tiranía. Estos paladines del castrismo que han vendido sus tristes almas y sus malas plumas a los intereses del régimen que idealizan, pero en el que no se atreven a vivir, constituyen una de las más bochornosas escorias del proceso de degradación ética que genera una autocracia en estado terminal.

En cuanto al infausto desliz del atribulado Guillén, debo decir que, como se ha reiterado a tenor del suceso y la polémica, la libertad de expresión es harto respetable en cualquier circunstancia, sin embargo el amor cuando deja de ser platónico implica compromisos, responsabilidad y consecuencias. Cuando uno se decide a manifestar ciertos amores resulta necesario estar dispuesto a asumir las repercusiones de esa devoción.

El destacado atleta debe tener la prudencia de reconocer cuánto dolor, fratricidio, fractura social y familiar ha causado a través de su historia el objeto de su amor, debe tener la sensibilidad de reconocer cuantas víctimas de su venerado líder conviven con él en esa comunidad.

Ozzie Guillén debe darse cuenta que Fidel Castro es la antítesis y negación de todos los valores, espacios y posibilidades que él ha aprovechado para hacer su brillante carrera. Si hubiera nacido en Cuba tal vez conservaría su amor por el máximo líder, pero no habría logrado alcanzar la obra y éxito personal que hoy exhibe, o tendría que haber escapado de la Isla para ser un miembro más de esa comunidad a la que ha ofendido, estoy seguro que sin mala intención. Baste recordar que hoy se discuten en Cuba las graves consecuencias que ha traído para la pelota cubana el capricho personal de Fidel Castro de convertir en tabú invisible al mejor béisbol del mundo.

Sin dudas la libertad de expresión es un valor esencial de la convivencia moderna, sin embargo hay situaciones y circunstancias, a nadie se le ocurriría declarar su adhesión a Israel en una plaza de Teherán, y mucho menos proclamar eterno amor a Adolf  Hitler en medio del mismísimo Tel Aviv.

El futuro del director de Los Miami Marlins es todavía incierto, pero si finalmente su desliz y el encrespado clima de presión política que se vive allí por estos días decretan su cesantía, bien podría radicarse en Cuba para alimentar su amor con los rigores de un sistema que coarta, ante todo, el libre albedrío que dicen defender los alabarderos del castrismo.

Sea cual sea el final de la historia, el señor Guillén debe aprender la lección: el amor tiene valor y precio, y cuando se ama debemos estar dispuestos a pagarlos, como hemos demostrado los que en esta Isla, desconocida para él, amamos la libertad sin pensar en riesgos ni consecuencias.

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