Saturday, April 21, 2012


¿Diálogo entre cubanos?

Mario J. Viera

La Historia en su desarrollo en espiral muestra que muchos hechos históricos tienden a reproducirse aunque en un plano superior del desenvolvimiento histórico. Así, en la Cuba del Siglo XIX junto a la corriente independentista hubo grupos que se decantaron por el reformismo colaboracionista con la metrópoli, el autonomismo y hasta una corriente anexionista. Estas condiciones se reduplicaban, tanto al interior de la isla como en la comunidad de emigrados cubanos en Estados Unidos. En aquella comunidad de emigrados cubanos bullían contradicciones en sus posiciones políticas. José Martí, finalmente logró unir en una fuerza decidida a los polícromos grupos que aspiraban a la independencia política de Cuba.

En la Cuba de este inicio del Siglo XXI se repiten semejantes patrones a aquellos que prevalecían en el Siglo XIX. Junto a aquellos que se declaran decididos opositores anticastristas y desean la caída total del régimen, conviven los nuevos representantes del reformismo colaboracionista, los autonomistas de nuevo tipo que desean cambios cosméticos dentro del sistema comunista sin reclamar la aplicación de la justicia contra los usurpadores del poder en Cuba y alguna corriente anexionista sin mayores consecuencias y apoyo.

Ejemplo del accionar del reformismo colaboracionista es el documento elaborado por una denominada comisión ad hoc patrocinada por la Universidad Internacional de la Florida y titulado "La diáspora cubana en el siglo XXI”, y el llamado “Diálogo entre cubanos” que impulsó el episcopado de La Habana y la revista Palabra Nueva y que fuera desarrollado en la capital cubana durante los días 19 al 21 de abril.

En nota aparecida en Palabra Nueva firmada por su director se expresaba que era “…la primera vez que desde la Iglesia se convoca a un evento de este tipo” y señalaba que el propósito de tal encuentro era “contribuir, con espíritu de diálogo y como parte de la sociedad cubana, en bien de nuestro país y sus ciudadanos”. A este evento y también según previa información de Palabra Nueva asistirían “unos sesenta delegados previamente invitados, entre ellos dos de los coautores del documento: Uva de Aragón y Jorge Duany, residentes en Miami y Puerto Rico, respectivamente. Junto a ellos otros tres cubanos residentes en Estados Unidos, más de veinte académicos y especialistas cubanos residentes en la Isla, y un número similar de representantes de la Iglesia católica”.

Estos delegados son, como los calificara el líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá, los “que gozan del privilegio de tener voz y espacios protegidos”. Son los mismos a los que el gobierno de los Castro califica como “emigrados respetuosos”

Aunque casi nunca comparto las opiniones de Payá, en esta ocasión considero que sus palabras de críticas a la conferencia denominada “Un diálogo entre cubanos” son contundentes y definitorias y, sobre todo, cuando considera que la misma “está organizada y dirigida por los que en Cuba, no sólo desprecian la oposición pacífica, sino que niegan su existencia, expresamente, en sus publicaciones y avanzan cada vez más en el túnel del alineamiento con las mentiras del régimen y con el proyecto de continuidad del totalitarismo, en el que están encaprichados los privilegiados del poder”, una evidente insinuación al triste papel que están jugando en el acontecer socio político de Cuba el cardenal Jaime Ortega y la misma revista Palabra Nueva.

Ya desde el resumen introductorio del documento base de la conferencia se establece que las consideraciones de la Comisión redactora “…no se limitan a la actualidad” y establece claramente que el informe “está escrito desde la perspectiva del potencial de la diáspora cubana para contribuir al desarrollo nacional de Cuba”, es decir dirigido a un hipotético futuro de colaboración entre el exilio y la dictadura castrista, donde el primero contribuirá a fortalecer el continuismo del Partido Comunista de Cuba como órgano superior del Estado y la sociedad.

Como proyecto reformista el Comité se limita a dos condiciones particulares: Primero, eliminar el requisito para permitir la entrada y salida y garantizar la libertad de los cubanos de circulación y su derecho a elegir libremente su lugar de residencia y, segundo, modificar el sistema jurídico existente para reconocer a todos los cubanos –emigrantes y residentes de la isla – como iguales ante la ley y en su capacidad para participar en la economía nacional. Nada se dice sobre el derecho de los cubanos a afiliarse a otros partidos políticos y realizar elecciones libres y democráticas supervisadas por observadores internacionales; como nada se dice en contra de los actos de hostigamiento y represión que el gobierno castrista impulsa en contra de los opositores. Estas dos condiciones fundamentales para modificar el injusto sistema jurídico que impera en Cuba y garantizar el rencuentro de la emigración y el exilio cubano con su tierra.

Para los ponentes del enjundioso documento “La diáspora cubana en el Siglo XXI” es el exilio cubano el que ha dificultado las relaciones entre este y el gobierno castrista, como se expresa en su Introducción:

Para una porción significativa de la diáspora ─ se lee en el documento ─ las relaciones con las autoridades cubanas han sido por lo general hostiles, particularmente en el siglo diecinueve y de nuevo desde 1959. Esto explica por qué, en sentido amplio, las relaciones entre Cuba y su diáspora han sido tan difíciles”.

Refiriéndose a las supuestas “perspectivas actuales de la relación entre los emigrados cubanos y su país de origen” de las que hala la nota de Palabra Nueva, que toman como referencia el proceso de reformas o actualizaciones económicas que emprende el gobierno de Raúl Castro, Payá las caracteriza acertadamente como  los mismos términos que  emplea el régimen para negar la condición plena de cubanos a los que han salido de nuestra Patria en busca de la libertad que no existe en Cuba y a los que el propio régimen mantiene en condición de desterrados como lo hace con los que actualmente salen con la categoría impuesta de salida definitiva”.

Tiene toda la razón Oswaldo Payá cuando estampa esta refutación a la tesis complaciente del documento de la Universidad Internacional de la Florida: “La Diáspora es Diáspora porque son cubanos desterrados  a los que el régimen les niega los derechos como se los niega a todos los cubanos”. No existe la diáspora mexicana sino inmigrantes que buscan mejores  oportunidades en otras tierras, como no existe la diáspora dominicana. Es falsa la interpretación que ofrece el documento reformista cuando se refiere como tal a las “comunidades de nacionales que se han establecido en otros países por una serie de razones y cuyos miembros tienden a mantener varias formas de interacción ─ familiares, económicas, culturales o políticas ─ con sus países de origen aun si parte de la comunidad opta por distanciarse de su país e integrarse a la sociedad del país anfitrión”. Diáspora en su acepción original significa dispersión, la dispersión de un pueblo, una etnia, un segmento importante de una nación obligada a vivir fuera de sus países no por decisión propia sino obligados por imperativos externos, ya sea persecución, amenazas o acosos o expulsado por fuerza por un poder dictatorial.

Los redactores del libelo colaboracionista en sus propuestas al gobierno castrista plantea la necesidad de promover “un patrón de migración circular para revertir la pérdida permanente de recursos humanos bajo el actual flujo unidireccional de los inmigrantes cubanos en el extranjero” para lo que recomienda suprimir “el requisito de entrada y salida del país y levantar la prohibición de retorno y reasentamiento”, y para que los Castro y compañía se sientan tranquilos, los redactores proponen audazmente: “Las personas que el Gobierno cubano considere  sean una amenaza para la seguridad nacional deben ser acusadas formalmente ante los tribunales.” Entonces para acallar posibles críticas matizan la propuesta agregando que esas personas deberán “ser notificadas de las acusaciones formuladas contra ellos, tienen el derecho a refutar estos cargos y darse la oportunidad de defenderse con la ayuda de representación legal independiente. En ningún caso la ley cubana estará en conflicto con las normas internacionalmente reconocidas de derechos humanos”.

En este contexto es totalmente justa la crítica planteado por Oswaldo Payá al afirmar:

“Solo  en el contexto de la cultura del miedo y de represión  con que el régimen silencia al pueblo, se puede desarrollar  la penosa maniobra en la en que se combinan algunos que toman posición política desde la Iglesia,  otros desde sus vitrinas intelectuales y mediáticas,  otros desde sus intereses económicos y otros desmarcándose de la Diáspora,  para  con su participación  contribuir al cambio fraude que es el proyecto del gobierno expresado en la frase que dice ‘cambios para más socialismo’”.

Y agrega el líder del Movimiento Cristiano Liberación:

“Aunque el totalitarismo se ha sostenido por más de cincuenta años, no ha sometido el corazón de los cubanos, ni puede fabricarse un pueblo a la medida de un régimen sin libertad, ni una iglesia y una diáspora en función de su poder”. 

La jerarquía de la Iglesia católica de Cuba, no los católicos cubanos, no la fe de los Apóstoles, no los miles de creyentes que veneran y cantan a la Virgen Mambisa, ha demostrado su estrecha colaboración con el castrismo y emprendido un indigno camino de connivencia con el régimen opresor promoviendo encuentros de personajes muy seleccionados para montar un incoloro diálogo entre cubanos que no da participación a los sectores de la oposición cubana dentro de la isla, que no representa las verdaderos deseos de la gran mayoría de los cubanos de una y otra orilla del Estrecho de la Florida.

Hago también mías las palabras de Payá a la conclusión del artículo en que criticaba la farsa clero-intelectual del proyecto colaboracionista elaborado por un Comité ad hoc de la Universidad Internacional de la Florida:

Basta ya de despotismo,   de doctrinas,  de conferencias excluyentes y condicionadas, de jugadas de distracción  y maniobras para justificar y consolidar el cambio fraude, que es el cambio sin derechos, que deja a la mayoría de los pobres más pobres y a todos los cubanos sin libertad. Los cubanos de la Diáspora y los que vivimos dentro de Cuba, somos un solo pueblo, víctimas del mismo régimen opresivo y tenemos la misma esperanza y el mismo reclamo de libertad”.

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