¿Diálogo entre cubanos?
Mario J. Viera
La
Historia en su desarrollo en espiral muestra que muchos hechos históricos
tienden a reproducirse aunque en un plano superior del desenvolvimiento histórico.
Así, en la Cuba del Siglo XIX junto a la corriente independentista hubo grupos
que se decantaron por el reformismo colaboracionista con la metrópoli, el
autonomismo y hasta una corriente anexionista. Estas condiciones se
reduplicaban, tanto al interior de la isla como en la comunidad de emigrados
cubanos en Estados Unidos. En aquella comunidad de emigrados cubanos bullían
contradicciones en sus posiciones políticas. José Martí, finalmente logró unir
en una fuerza decidida a los polícromos grupos que aspiraban a la independencia
política de Cuba.
En
la Cuba de este inicio del Siglo XXI se repiten semejantes patrones a aquellos
que prevalecían en el Siglo XIX. Junto a aquellos que se declaran decididos
opositores anticastristas y desean la caída total del régimen, conviven los
nuevos representantes del reformismo colaboracionista, los autonomistas de
nuevo tipo que desean cambios cosméticos dentro del sistema comunista sin
reclamar la aplicación de la justicia contra los usurpadores del poder en Cuba
y alguna corriente anexionista sin mayores consecuencias y apoyo.
Ejemplo
del accionar del reformismo colaboracionista es el documento elaborado por una
denominada comisión ad hoc patrocinada por la Universidad Internacional de la
Florida y titulado "La diáspora cubana en el siglo XXI”, y el llamado
“Diálogo entre cubanos” que impulsó el episcopado de La Habana y la revista
Palabra Nueva y que fuera desarrollado en la capital cubana durante los días 19
al 21 de abril.
En
nota aparecida en Palabra Nueva firmada por su director se expresaba que era “…la primera vez que desde la Iglesia se
convoca a un evento de este tipo” y señalaba que el propósito de tal
encuentro era “contribuir, con espíritu
de diálogo y como parte de la sociedad cubana, en bien de nuestro país y sus
ciudadanos”. A este evento y también según previa información de Palabra
Nueva asistirían “unos sesenta delegados
previamente invitados, entre ellos dos de los coautores del documento: Uva de
Aragón y Jorge Duany, residentes en Miami y Puerto Rico, respectivamente. Junto
a ellos otros tres cubanos residentes en Estados Unidos, más de veinte
académicos y especialistas cubanos residentes en la Isla, y un número similar
de representantes de la Iglesia católica”.
Estos
delegados son, como los calificara el líder del Movimiento Cristiano
Liberación, Oswaldo Payá, los “que gozan
del privilegio de tener voz y espacios protegidos”. Son los mismos a los
que el gobierno de los Castro califica como “emigrados respetuosos”
Aunque
casi nunca comparto las opiniones de Payá, en esta ocasión considero que sus
palabras de críticas a la conferencia denominada “Un diálogo entre cubanos” son
contundentes y definitorias y, sobre todo, cuando considera que la misma “está organizada y dirigida por los que en
Cuba, no sólo desprecian la oposición pacífica, sino que niegan su existencia,
expresamente, en sus publicaciones y avanzan cada vez más en el túnel del
alineamiento con las mentiras del régimen y con el proyecto de continuidad del
totalitarismo, en el que están encaprichados los privilegiados del poder”,
una evidente insinuación al triste papel que están jugando en el acontecer
socio político de Cuba el cardenal Jaime Ortega y la misma revista Palabra
Nueva.
Ya
desde el resumen introductorio del documento base de la conferencia se
establece que las consideraciones de la Comisión redactora “…no se limitan a la actualidad” y
establece claramente que el informe “está
escrito desde la perspectiva del potencial de la diáspora cubana para
contribuir al desarrollo nacional de Cuba”, es decir dirigido a un
hipotético futuro de colaboración entre el exilio y la dictadura castrista,
donde el primero contribuirá a fortalecer el continuismo del Partido Comunista
de Cuba como órgano superior del Estado y la sociedad.
Como
proyecto reformista el Comité se limita a dos condiciones particulares:
Primero, eliminar el requisito para permitir la entrada y salida y garantizar
la libertad de los cubanos de circulación y su derecho a elegir libremente su
lugar de residencia y, segundo, modificar el sistema jurídico existente para
reconocer a todos los cubanos –emigrantes y residentes de la isla – como
iguales ante la ley y en su capacidad para participar en la economía nacional.
Nada se dice sobre el derecho de los cubanos a afiliarse a otros partidos
políticos y realizar elecciones libres y democráticas supervisadas por
observadores internacionales; como nada se dice en contra de los actos de
hostigamiento y represión que el gobierno castrista impulsa en contra de los
opositores. Estas dos condiciones fundamentales para modificar el injusto
sistema jurídico que impera en Cuba y garantizar el rencuentro de la emigración
y el exilio cubano con su tierra.
Para
los ponentes del enjundioso documento “La diáspora cubana en el Siglo XXI” es
el exilio cubano el que ha dificultado las relaciones entre este y el gobierno
castrista, como se expresa en su Introducción:
“Para una porción significativa de la
diáspora ─ se lee en el documento ─ las
relaciones con las autoridades cubanas han sido por lo general hostiles,
particularmente en el siglo diecinueve y de nuevo desde 1959. Esto explica por
qué, en sentido amplio, las relaciones entre Cuba y su diáspora han sido tan
difíciles”.
Refiriéndose
a las supuestas “perspectivas actuales de la relación entre los emigrados
cubanos y su país de origen” de las que hala la nota de Palabra Nueva, que
toman como referencia el proceso de
reformas o actualizaciones económicas que emprende el gobierno de Raúl
Castro, Payá las caracteriza acertadamente como “los
mismos términos que emplea el régimen
para negar la condición plena de cubanos a los que han salido de nuestra Patria
en busca de la libertad que no existe en Cuba y a los que el propio régimen
mantiene en condición de desterrados como lo hace con los que actualmente salen
con la categoría impuesta de salida definitiva”.
Tiene
toda la razón Oswaldo Payá cuando estampa esta refutación a la tesis
complaciente del documento de la Universidad Internacional de la Florida: “La Diáspora es Diáspora porque son cubanos desterrados a los que el régimen les niega los derechos
como se los niega a todos los cubanos”. No existe la diáspora mexicana sino
inmigrantes que buscan mejores
oportunidades en otras tierras, como no existe la diáspora dominicana.
Es falsa la interpretación que ofrece el documento reformista cuando se refiere
como tal a las “comunidades de nacionales
que se han establecido en otros países por una serie de razones y cuyos
miembros tienden a mantener varias formas de interacción ─ familiares,
económicas, culturales o políticas ─ con sus países de origen aun si parte de
la comunidad opta por distanciarse de su país e integrarse a la sociedad del
país anfitrión”. Diáspora en su acepción original significa dispersión, la
dispersión de un pueblo, una etnia, un segmento importante de una nación
obligada a vivir fuera de sus países no por decisión propia sino obligados por
imperativos externos, ya sea persecución, amenazas o acosos o expulsado por
fuerza por un poder dictatorial.
Los
redactores del libelo colaboracionista en sus propuestas al gobierno castrista
plantea la necesidad de promover “un
patrón de migración circular para revertir la pérdida permanente de recursos
humanos bajo el actual flujo unidireccional de los inmigrantes cubanos en el
extranjero” para lo que recomienda suprimir “el requisito de entrada y salida del país y levantar la prohibición de
retorno y reasentamiento”, y para que los Castro y compañía se sientan
tranquilos, los redactores proponen audazmente: “Las personas que el Gobierno cubano considere sean una amenaza para la seguridad nacional
deben ser acusadas formalmente ante los tribunales.” Entonces para acallar
posibles críticas matizan la propuesta agregando que esas personas deberán “ser notificadas de las acusaciones
formuladas contra ellos, tienen el derecho a refutar estos cargos y darse la
oportunidad de defenderse con la ayuda de representación legal independiente.
En ningún caso la ley cubana estará en conflicto con las normas internacionalmente
reconocidas de derechos humanos”.
En
este contexto es totalmente justa la crítica planteado por Oswaldo Payá al
afirmar:
“Solo en el contexto de la cultura del miedo y de
represión con que el régimen silencia al
pueblo, se puede desarrollar la penosa
maniobra en la en que se combinan algunos que toman posición política desde la
Iglesia, otros desde sus vitrinas
intelectuales y mediáticas, otros desde
sus intereses económicos y otros desmarcándose de la Diáspora, para
con su participación contribuir
al cambio fraude que es el proyecto del gobierno expresado en la frase que dice
‘cambios para más socialismo’”.
Y
agrega el líder del Movimiento Cristiano Liberación:
“Aunque el totalitarismo se ha
sostenido por más de cincuenta años, no ha sometido el corazón de los cubanos,
ni puede fabricarse un pueblo a la medida de un régimen sin libertad, ni una
iglesia y una diáspora en función de su poder”.
La
jerarquía de la Iglesia católica de Cuba, no los católicos cubanos, no la fe de
los Apóstoles, no los miles de creyentes que veneran y cantan a la Virgen
Mambisa, ha demostrado su estrecha colaboración con el castrismo y emprendido
un indigno camino de connivencia con el régimen opresor promoviendo encuentros
de personajes muy seleccionados para montar un incoloro
diálogo entre cubanos que no da participación a los sectores de la oposición
cubana dentro de la isla, que no representa las verdaderos deseos de la gran
mayoría de los cubanos de una y otra orilla del Estrecho de la Florida.
Hago
también mías las palabras de Payá a la conclusión del artículo en que criticaba
la farsa clero-intelectual del proyecto colaboracionista elaborado por un
Comité ad hoc de la Universidad Internacional de la Florida:
“Basta ya de despotismo, de doctrinas, de conferencias excluyentes y condicionadas,
de jugadas de distracción y maniobras
para justificar y consolidar el cambio fraude, que es el cambio sin derechos,
que deja a la mayoría de los pobres más pobres y a todos los cubanos sin
libertad. Los cubanos de la Diáspora y los que vivimos dentro de Cuba, somos un
solo pueblo, víctimas del mismo régimen opresivo y tenemos la misma esperanza y
el mismo reclamo de libertad”.
No comments:
Post a Comment