Mario J. Viera
Cuba no solo ha estado ausente a la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias; Cuba está ausente en cualquier foro internacional desde la Asamblea General de las Naciones Unidas hasta las Cumbres Iberoamericanas, su puesto lo han ocupado los usurpadores de su gobierno. Cuba, la verdadera, la que sufre bajo el poder de un gobierno intolerante, represor y espurio está sola, abandonada por la desidia de muchos gobiernos de América Latina que se consideran democráticos.
En esta soledad a la que ha sido sumido Cuba, resultan ─ si no ofensivas ─ lamentables las afirmaciones de Juan Manuel Santos en el discurso inaugural de la Cumbre de las Américas.
El discurso del presidente de Colombia dio la impresión de intentar complacer a tirios y troyanos sin hacer alusiones incómodas a la realidad que se vive en gran parte de la América Latina: “Aquí hay democracia ─ dijo refiriéndose al conjunto continental ─, aquí hay paz entre las naciones, aquí hay crecimiento; aquí no hay rivalidades irreconciliables o extremismos irracionales”. No hay que ser un observador muy agudo para concluir que esta generalización de Santos se trata de una completa falacia. Olvidó hacer excepciones, como es el caso de sus buenos amigos Hugo Chávez y Rafael Correa o las caricaturas de gobernantes que son Evo Morales y Daniel Ortega.
Tuvo razón cuando dijera: “El viejo estereotipo, en que unos somos del sur y otros del norte, está agotado”; estereotipo que se mantiene vigente en las posiciones ideológicas del bloque antidemocrático de ALBA. Se equivocó tajantemente al agregar: “Aquí todos somos iguales, si queremos tener contundencia”. No existe igualdad entre regímenes populistas, personalistas y autoritarios con los países donde la democracia se consagra más allá del simple principio de las elecciones periódicas.
“América Latina se ha adaptado a la globalización generando condiciones apropiadas, por ejemplo, para atraer la inversión extranjera. Todo ello en un contexto político donde prevalecen el respeto a los derechos fundamentales y las libertades públicas”, afirmó Santos. Pura demagogia. Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia incluyendo a Argentina, Paraguay y hasta el mismo México no son ejemplos de respeto a los derechos fundamentales y las libertades públicas a los que hace referencia el mandatario colombiano.
Asegurando que “…hay que desbancar mitos y prevenciones, derrotar estereotipos y superar anacrónicas amarras ideológicas”, propone Santos “un nuevo paradigma: un paradigma en el cual lo que más importe sean los intereses de la gente, los derechos de la gente”, los intereses de la gente que habita este hemisferio “y que tienen derecho, todo el derecho a soñar con una vida digna, con equidad, con justicia, con desarrollo y en paz” y sugiere “tender puentes, a tender puentes guiados por nuestros principios y buscando siempre la efectividad”.
Entonces, ejemplificando como un caso de “la ausencia de puentes y de creatividad” señala el caso de Cuba: “El aislamiento, el embargo, la indiferencia, el mirar para otro lado, han demostrado ya su ineficacia. En el mundo de hoy no se justifica ese camino. Es un anacronismo que nos mantiene anclados a una era de Guerra Fría superada hace ya varias décadas. Así como sería inaceptable otra cita hemisférica con un Haití postrado, también lo sería sin una Cuba presente”.
¿Dónde está la agudeza de estadista de Juan Manuel Santos? Quizá él también sea uno de los que mantiene su indiferencia hacia la Cuba verdadera y mira para otro lado, olvidando que el castrismo, no Cuba, es el último vestigio que aún subsiste de la Guerra Fría, que se niega a superar esas “anacrónicas amarras ideológicas” a las que hace referencia Santos.
En este contexto es del todo inaceptable la perniciosa idea que encierra la siguiente afirmación de Santos: “No podemos ser indiferentes a un proceso de cambio al interior de Cuba que es reconocido cada vez más ampliamente y que además ese cambio debe continuar”. ¿Cuál es ese proceso de cambio en el interior de Cuba? Ese supuestamente reconocido proceso de cambio no es más que el reacomodo de un estado totalitario para hacerle ganar más tiempo y reafirmar su poder omnímodo sobre toda la sociedad y el Estado. Un “proceso de cambio” para hacer más cruda la represión y suprimir cualquier intento de democratización del país. Quizá Santos, convencido por el Pequeño Casto, quiere que ese, el verdadero proceso de reacomodo de la tiranía sea el que continúe pisoteando la dignidad de los cubanos, manteniendo las mismas estructuras intolerantes de partido único y el secuestro de la soberanía nacional a favor del Buró Político del Partido Comunista, el Partido de los Castro y de los ancianos generales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Concluye Santos: “Es hora de superar la parálisis a la que lleva la terquedad ideológica y buscar consensos mínimos para que ese proceso de cambio llegue a buen puerto”. Una crítica subliminar al gobierno de los Estados Unidos por su supuesta “terquedad ideológica” cuando es la parálisis y la terquedad ideológica de los Castros las que impiden que Cuba rescate su soberanía y su autodeterminación como pueblo y como nación.
No es aceptable tender puentes de solidaridad a un gobierno usurpador que se niega a tender puentes a su propio pueblo.
Mientras el castrismo no sea derrocado ─ de manera pacífica o mediante la revuelta popular ─ Cuba estará ausente a todas las cumbres y a todos los foros internacionales desde la Asamblea General de las Naciones Unidas hasta las Cumbres Iberoamericanas.
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