Fernando Mires. Blog POLIS
Tesis 1. No hubo ni probablemente no habrá una “primavera árabe”. El proceso que recorre el mundo árabe equivale a una revolución política antidictatorial cuyo curso no sólo depende de acontecimientos que ocurrirán en el “Oriente Próximo”.
Si con el término “primavera” se quería decir que en la región iban a florecer democracias como la suiza, es natural que hoy existan muchos desilusionados.
Pero hay que diferenciar entre desilusionados y enemigos. Dictaduras y autocracias del mundo han cerrado filas en torno a los sátrapas que aún gobiernan en la región. Desde las llamadas “izquierdas”, a su vez, las insurrecciones no han contado con ningún apoyo. Desde las derechas, lo mismo. Las “viudas de Bush” han vuelto incluso a levantar la tesis relativa a que los árabes son culturalmente negados para la vida política.
Tesis 2. La gran conquista de las insurrecciones árabes no ha sido la democracia sino, lo que es muy importante, la “politización de lo religioso”, invirtiéndose así los términos en una realidad donde lo que primaba era “la religiosidad de lo político”.
Tanto en Túnez como en Egipto, pronto en Libia y en el Yemen, ha tenido lugar una división que cruza al Islam sunita. A un lado los conservadores. Al otro, sectores más liberales. Ninguna de esas fracciones renuncia, por cierto, a sus fundamentos teológicos. Pero sí, han tenido que aceptar la división del Islam en “partidos”. Además, han recurrido a elecciones y no a la guerra para resolver sus diferencias. Del mismo modo, han practicado alianzas con actores no religiosos. En breve: ya han gustado del néctar de la política.
Nadie asegura por supuesto que la politización del mundo árabe llevará a su democratización, pero sin politización nunca habrá democratización. Quien no entienda eso, no entiende nada de política.
Tesis 3. Después de las dictaduras, los grandes derrotados con las insurrecciones árabes han sido los gobiernos de Rusia e Irán.
Las insurrecciones árabes han dado al traste con el “pacto nasserista” de acuerdo al cual las dictaduras, en tanto aliadas de la ex URSS, se entendían como parte de un “segundo mundo”. Los nuevos gobiernos árabes, por el contrario, siguiendo la vía trazada por Turquía, parecen abiertos a intensificar relaciones con “occidente”. Cabe hacer notar, por ejemplo, que ninguna insurrección asumió un carácter antinorteamericano, hecho muy nuevo en la región.
En ese sentido, Rusia, con la caída de las dictaduras árabes, ha sufrido una gran derrota. Su última trinchera reside en el eje que todavía mantiene con Siria e Irán. De ahí el gran interés de Rusia por preservar la dictadura de al-Assad. El caso de Irán es aún más grave.
Tesis 4. El gobierno de Irán persigue un proyecto doble: Convertir al país en gran potencia atómica y transformarlo en un centro antioccidental en torno al cual deberán rotar los demás países islámicos. Ambos proyectos son interdependientes.
Irán no es una nación árabe y la gran mayoría de su población es shiíta. De ahí que ni religiosa ni culturalmente está en condiciones de convertirse en vanguardia islámica de la región. La alternativa, desde los tiempos de Ayatollah Jomeini, es otra: convertirse en vanguardia militar en contra del “imperio americano-israelí”. Es en ese punto donde el “factor nuclear” podría jugar un papel decisivo. Veamos:
Todas las provocaciones en las que incurre el gobierno iraní conllevan un mensaje cifrado a los países islámicos. Visto de ese modo, al gobierno de Irán convendría incluso ser atacado por Israel, y en cierto modo eso es lo que está buscando. Así convertiría a Irán en el centro mundial de resistencia en contra del “sionismo” y del “imperialismo”. A la vez, una guerra permitiría a Ahmadinejad y los suyos deshacerse físicamente de la oposición interna en nombre de la “patria amenazada”. No olvidemos que la primera insurrección democrática de la región ─ aplastada por la soldadesca de Ahmadinejad ─ tuvo lugar en el 2009 (revolución verde). Pero el espíritu que la hizo posible, así como muchos de sus actores, hoy en clandestinidad, siguen activos, y en cualquier momento, de acuerdo al ejemplo árabe, podrían volver a la escena.
Ahora, mirado el problema desde otra perspectiva, la eventual caída de la dictadura siria con la cual el régimen de Irán mantiene estrecha alianza, disminuiría notablemente el radio de acción iraní. En ese caso, Ahmadinejad no tendría más alternativa que negociar. Luego, la clave del “problema persa” no sólo está en Teherán. Está también en Damasco.
Tesis 5. En gran medida la distensión militar en la región islámica dependerá de constelaciones políticas nacionales.
En primer lugar en Siria. La caída de la dictadura es fundamental para la paz, no sólo regional sino, además, mundial.
En segundo lugar en Israel, cuya democracia, como ocurre con todas las democracias, está dividida en franjas. Luego, para nadie es un misterio que en Israel, como en los EE UU y en Europa, existen sectores políticos cuya legitimación interna depende de una mayor tensión internacional.
En tercer lugar en Europa, donde persiste la posibilidad de una recomposición de un eje político-militar formado por Inglaterra, Francia y Alemania. Esa posibilidad depende de las elecciones que tendrán lugar en Francia pero también de que Alemania asuma una responsabilidad política proporcional a la económica.
En cuarto lugar en la Rusia de Putin, la que objetivamente tiene tres caminos. Uno, el actual: seguir actuando al estilo de la fenecida URSS. Dos: reconstituirse como potencia asiática. Tres: integrarse en un marco democrático europeo, pero sólo como un par entre pares.
Y en quinto lugar, quizás el más decisivo, las elecciones que tendrán lugar en los EE UU. Ellas determinarán la continuidad del “obamismo” o la posibilidad de un retorno del “bushismo”.
El futuro es incierto, lo que no es ninguna novedad. Hasta ahora nadie ha inventado un futuro que sea “cierto”.
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