Wednesday, February 29, 2012

¿Qué pensaría Voltaire?

Gabriela Calderón de Burgos. EL UNIVERSO
A muchos no les gustaba su estilo. “Se le pasó la mano”, “está loco”, “está envenenado”, decían muchos luego de leer sus artículos. Cuando fue demandado en 2009 por su artículo ‘Camilo, el matón’, muchos dijeron “bien hecho”.
Cuando vino la segunda demanda desde el “ciudadano-presidente”, ahora incriminándolo no solo a él sino a sus jefes y la empresa por lo que él había dicho en un artículo, en Ecuador para muchos fue impulsiva la reacción de defender a los directivos del diario y al diario, pero no a él, puesto que “a él sí se le pasó la mano”. A una importante mayoría de periodistas/columnistas/abogados ─ quienes influyen en la opinión pública del país ─ no les preocupó tanto que se quiera silenciar la expresión de alguien que dijo algo que incomodó al poder, sino más bien “la desproporción de la sentencia” y la intención de responsabilizar a terceros.
La semana pasada, cuando más de 60 diarios alrededor de Latinoamérica reprodujeron el artículo de Emilio Palacio me pareció revelador que es principalmente fuera del país donde él ha encontrado grandes muestras de solidaridad y apoyo, no dentro de Ecuador. Lo que revela es que una importante mayoría de nuestra sociedad no concuerda con el principio de Voltaire acerca de la expresión libre: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.
Comprendo que en varias ocasiones muchos habrán encontrado agresivos y/o poco serios sus artículos, pero esto no elimina su derecho a expresarse libremente sin miedo a represalias, derecho infaltable en una sociedad abierta.
Esta idea de Voltaire, tan inculcada en la opinión pública de otros países de nuestro hemisferio, ha brillado por su ausencia en nuestro país. En todo momento se ha inclinado la balanza de la opinión pública a favor del poder del Estado para silenciar una opinión y en contra del derecho del individuo a expresarse sin miedo a represalias.
En la película The People vs. Larry Flynt se cuenta la historia del caso de un famoso pastor que demandó por calumnia y daños emocionales la revista pornográfica Hustler del Sr. Flynt. La revista había publicado una parodia en la que aparecía el pastor hablando de un encuentro incestuoso con su madre. El abogado que defendía a Flynt le dice al jurado algo que deberíamos considerar en este contexto los ecuatorianos:
“…no estoy tratando de convencerlos de que les guste lo que Larry Flynt hace. A mí no me gusta lo que él hace. Pero lo que sí me gusta es que vivo en un país donde usted y yo podemos tomar esa decisión por nuestra propia cuenta. Me gusta que vivo en un país donde puedo coger la revista Hustler… leerla si lo quiero hacer… o botarla a la basura, si creo que es ahí donde pertenece. O mejor todavía, puedo expresar mi opinión al no comprarla. Me gusta ese derecho. Me importa. Y a usted debería importarle también, porque vivimos en un país libre… Pero hay un precio que pagar por esa libertad y ese precio es que algunas veces tenemos que tolerar cosas que no necesariamente nos agradan”.
Entonces, la defensa de Palacio es igual de importante que la de un medio de comunicación.

¿Fidel es un cerebro?

Ilei Urrutia Alvarez
San Miguel del Padrón, La Habana (PD) Dos jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 20 y 25 años, leyeron el artículo que escribí titulado "Una visita profiláctica". A pesar que me confesaron que les resultaba pedante la figura de Fidel Castro, creían que yo estaba equivocado al catalogarlo como un individuo con bajo coeficiente de inteligencia, pues para ellos, y cito textualmente "Fidel es un cerebro porque lleva más de 50 años ahí".
Hace mucho tiempo observo que este argumento es el pilar fundamental de algunas personas para sustentar la cubanísima oración de "Fidel es un cerebro". Al pedirles que expongan una tesis paralela que demuestre está misma idea, se quedan mudos pues no logran encontrarla.
La permanencia de Castro en el poder no se debe a que él haya convencido a un electorado para que deposite el voto a su favor, pues el personaje en cuestión jamás se ha presentado a una elección de esta naturaleza después de 1959. Tampoco ha tenido que enfrentar a un contrincante electoral en un debate público y en igualdad de condiciones, donde tenga que convencer a una mayoría de que su propuesta es la correcta. Sólo en este juego de la democracia es donde el individuo honesto con aspiraciones políticas tiene la oportunidad de abrirse paso haciendo uso de la inteligencia.
En Cuba, a partir del triunfo de la revolución y a medida que se consolidó la misma, se instauró un régimen que sustenta su supervivencia en la fórmula del sometimiento del ciudadano por medio del fusilamiento, la cárcel o la intimidación. ¿Alguien puede defender la teoría de que este método de sustentación en el poder es un ejercicio de la inteligencia? La respuesta es no: esto es simple y llanamente el procedimiento de la fuerza y el terror.
En resumen, Fidel Castro es un dictador que ha compensado su escasa inteligencia con un alto nivel de crueldad que se manifiesta en el desprecio por la vida de sus semejantes, porque fusila, incluso por escarmiento. Al que le quede alguna duda, lo invito a que vea el documental del cineasta Oliver Stone titulado Looking for Fidel.
Fidel Castro desprecia la libertad de los demás porque encarcela no solo por un delito cometido sino por uno que se pueda cometer en el futuro. Si no me cree, remítase a la ley de peligrosidad social pre delictiva. Y desprecia la integridad moral y física del ciudadano. Si tampoco cree esto, puede observar las golpizas y los mítines de repudio contra los que manifiestan una opinión diferente a la del gobierno.

La dictadura cubana y la oposición democrática venezolana

Eugenio Yáñez. CUBAENCUENTRO
Hay tantos tan interesados en escuchar lo que desean, que cada vez que alguien hace referencia a que una eventual salida de Hugo Chávez del poder — por vía electoral o biológica — crearía un escenario tan inconveniente para la dictadura cubana que resultaría insuperable, sin pensarlo demasiado se lanzan a las calles virtuales a celebrar por anticipado el fin del totalitarismo en la Isla.
Sin embargo, aparentemente las cosas no serían tan sencillas. Quienes mejor pueden contribuir a delinear ese escenario desde la perspectiva democrática anti-chavista no parecen tener los mismos criterios que muchos tremendistas de café con leche, arepa y hayacas, o ham and eggs.
El programa que va delineando la candidatura de Henrique Capriles Rodonski, líder electo por la oposición venezolana para enfrentar al Teniente-Coronel golpista en las presidenciales de octubre, está demostrando más sentido común y conceptos de realpolitik que muchos de sus alabarderos y detractores que desde Caracas, La Habana o Miami lo mismo le llaman “cochino” — repitiendo el insulto de Hugo Chávez — que le ven como la gran esperanza blanca frente a la bestia negra del chavismo: como siempre, eso de términos medios no tiene mucho que ver con las culturas caribeñas, no solamente la cubana.
Decepcionando a muchos duros que sueñan noches de cuchillos largos en Venezuela al día siguiente de una eventual victoria de Capriles, un asesor suyo, Carlos Romero, acaba de declarar que una nación presidida por el candidato opositor no renunciaría a ayudar a “los países más pobres como Haití, pero no va haber subsidios para países como Cuba o países lejanos como es el caso de Siria”.
Lo cual va fijando el programa de Capriles en una imagen de sensibilidad hacia los más desposeídos de su propio país y de la región, pero sin llegar a la demagogia o el populismo de Chávez, recortando o eliminando ventajas otorgadas por condicionamientos ideológicos e intereses políticos, como son los escandalosos convenios con Cuba o la “ayuda solidaria” a la criminal dictadura siria.
Según una agencia de prensa extranjera en La Habana, un cubano de a pie, de 72 años de edad, habría dicho: “Estoy erizado. No quiero ni pensar en lo que puede pasar aquí si le sucede algo malo a Chávez. Eso para nosotros sería terrible”. No está claro lo que este señor quiere decir al hablar de “nosotros”, si se refiere a la dictadura o al pueblo cubano. Porque ¿qué sería lo más malo que podría suceder a los cubanos de a pie, que faltara Chávez o que se siga manteniendo en el poder la gerontocracia raulista?
Tampoco hay que forjarse ilusiones con las declaraciones del asesor, quien en la misma conversación señala claramente la voluntad de eliminación de subsidios injustificados, pero no niega en ningún momento la posibilidad de relaciones normales con la Isla, criterio que se refuerza, sobre todo, cuando señala, refiriéndose a los convenios de colaboración médica cubana, que “en principio (…) esos programas van a continuar”.
Llevando la “solidaridad” a cálculos de relaciones comerciales a precios de mercado, cien mil barriles diarios de petróleo, a cien dólares el barril, son diez millones de dólares diarios, tres mil seiscientos cincuenta millones al año, que el Gobierno cubano debería pagar a Venezuela por ese suministro sin subsidios. Si “en principio” van a continuar los programas de colaboración médica cubana en Venezuela, de las obligaciones de la factura petrolera habría que deducir el costo de médicos, dentistas, enfermeras y demás profesionales de la salud, así como de entrenadores deportivos y otros profesionales. Chávez declaró recientemente que son alrededor de 40.000 colaboradores, que si se calculan a un promedio de cien mil dólares anuales, se estaría hablando de cuatro mil millones de dólares, suficiente para pagar por el petróleo.
Naturalmente, el escenario sería mucho más complejo, por diferentes razones, desde la posibilidad de que el régimen cubano reduzca su demanda petrolera a niveles más realistas que la demanda actual basada en la “solidaridad” chavista, o que los venezolanos cuestionen el costo de la ayuda médica, hasta el hecho de que no puede saberse el número de colaboradores cubanos que preferirían “quedarse” en una Venezuela sin Chávez o los chavistas, como personas libres y ganando de acuerdo a su trabajo, en vez de mantenerse como funcionarios vigilados y abusivamente mal pagados por el castrismo.
Todo ello dependería, además, del espacio y alcance que en esa Venezuela pudieran desarrollar los “compañeros” de los aparatos de seguridad controlando a los “cooperantes” en el país, así como las medidas a tomar en La Habana para enfrentar los recortes financieros por la reducción de los subsidios, desde abrir la mano a las tímidas reformas de mercado hasta apretar las clavijas a niveles de campos de concentración y hacer resurgir con mucha más fuerza el llamado “período especial”, que oficialmente nunca ha terminado ni terminará.
Y todo lo anterior estará en dependencia también del estado de salud de los hermanos Castro (cualquiera de los dos), los precios mundiales del petróleo, y la actuación de Estados Unidos.
Entonces, ¿qué puede suceder exactamente? No tengo la capacidad de predicción requerida para una respuesta contundente en estos momentos, ni disfruto de momentos de “iluminación” o visión portentosa como tantos tremendistas que de seguro no ven ninguna complejidad en esta situación y ya hace mucho rato que tienen la solución en el bolsillo, por lo que no dudarán en expresar aquí mismo salidas adecuadas, tanto para la oposición democrática venezolana como para el régimen cubano o el chavismo.
Yo me conformo, por el momento, con plantearme preguntas coherentes, aunque no tenga las respuestas necesarias. No me interesa para nada tener respuestas antes de saber exactamente cuáles son las preguntas.

La colosal vena dramática de Hugo Chávez

Nicolás Pérez Díaz-Argüelles. EL NUEVO HERALD
Hay recuerdos que lo persiguen a uno toda la vida. De niño recuerdo con meridiana claridad una novela que escuchaban por radio mi madre y mis tías conjuntamente con todo el pueblo de Cuba que se llamaba El Derecho de Nacer, de Félix B. Caignet. Cierro los ojos y escucho todavía a Don Rafael del Junco con voz entrecortada tratando de revelar un arcano secreto, y en el momento cumbre, cuando iba a decir lo que sabía, se terminaba abruptamente el capítulo. Eso se mantuvo durante semanas y meses batiendo un récord latinoamericano de melodrama y ridículo culebrón para impresionar a amas de casa aburridas y a niños ingenuos como yo.
Ese record de B. Caignet de atrapar a una audiencia a sombrerazos está a punto de romperlo Hugo Chávez con su estudiada y profesional actuación en la película de su lucha contra el cáncer, estableciendo una electrizante atmosfera parecida a la creada por la descomunal actuación de Paul Newman y Elizabeth Taylor en la obra de Tennesse Williams Una gata sobre el tejado de zinc caliente.
El cáncer no dudemos que lo tiene, pero sin olvidar que su capacidad de manipulación y el dramatismo pueril con que intenta convertir su tragedia particular en un drama nacional le ha beneficiado en las encuestas. Pero todo es caricatura, payasada, como dijo el domingo Carlos Alberto Montaner, pero peligrosa y siempre indignante como aquel retrato enorme de Cristo acompañado de las palabras “Yo te sanaré”, encajado en el parabrisas del carro que lo llevaba hace pocos días a su operación en Cuba.
Este recorrido de Miraflores al aeropuerto rodeado de aplausos y fantasía me recuerda el de Fidel Castro de Santiago a La Habana en 1959, con una diferencia, Castro iba a tomar el poder y Chávez a enfrentar a un cáncer maligno. ¿Hasta qué punto él está en una actitud de negación de su verdadera realidad? ¿O acaso es un irresponsable que cambia vida por poder?
Un aspecto que me ha llamado la atención de la cacareada noticia es la pésima información que tiene el entorno de Chávez sobre la naturaleza de su cáncer. Acaban de nombrar vocera de su enfermedad a la ministra de Salud, Eugenia Sader, que al parecer, desea destituir del cargo a quien lo ostentaba hasta ayer, el periodista opositor del diario El Universal Nelson Bocaranda, una especie de oráculo que se ha burlado miserablemente de la SEBIN, antigua DISIP, policía política venezolana, haciendo quedar en ridículo el secretismo de café con leche chavista, y que nos señala la porosidad del entorno del coronel golpista, ¿a causa de familiares del gobernante que lo prefieren vivo a líder del Socialismo del Siglo XXI o acaso una conspiración dentro de la trama de sus sucesores que le intentan boicotear su postulación presidencial?
Indudable que cierto tipo de enfermedades se incuban durante un largo tiempo, pero también pueden precipitarlas y agravarlas crisis emocionales repentinas. La salud de Fidel Castro, alguien poco acostumbrado a que lo impugnen de frente y sin concesiones, ¿no estalló en pedazos pocas horas después que el periodista cubano Juan Manuel Cao le provocó un berrinche histórico durante la X Cumbre Iberoamericana de Panamá? Entonces, el frío que le recorrió a Chávez por toda la espina dorsal cuando se enteró de los 3,040,449 votos que recibió el candidato opositor Henrique Capriles Radonski, ¿no pueden haber sido responsables de la nueva urgencia médica que pocas horas antes Venezuela entera ignoraba?
En la primera operación estuvo fuera de Venezuela un mes; en esta viaja como el mismo ha admitido “sin fecha de regreso”. Y partió hacia la isla con un “Grupo de Comando”, término militar posiblemente para sí el cáncer reaparece matarlo a balazos.
Otra arbitrariedad, desde Cuba intentará gobernar negándose a ceder los poderes presidenciales al vicepresidente Elías Jauja, violando su propia Constitución.
Horas antes su llegada a La Habana, la agencia EFE reportó que un ciudadano de a pie, Edelberto Hartman, de 73 años, dijo: “Estoy contento con su decisión de viajar a Cuba. Chávez sabe que aquí puede resolver y nos alegramos de la confianza que tiene en los médicos cubanos”. Ya sabemos cómo se siente Hartman, lo que me pregunto es, ¿cómo se sentirán ante las decisiones chavistas los médicos de Venezuela?
Me complace la sabiduría de la oposición venezolana que no desea un Chávez derrotado por un cáncer. Hay líderes carismáticos y populistas que son más peligrosos muertos que vivos: Juan Domingo Perón murió hace 60 años y hoy la izquierda, el centro y la derecha argentina es peronista. Digo, es un decir, a Chávez solo lo sepultará políticamente una derrota en unas elecciones libres.

Tuesday, February 28, 2012

Aquí no va a pasar nada

Jorge Linares Angulo. EL UNIVERSAL
Diosdado Cabello: "Chávez seguirá siendo el candidato"
El miércoles 22 pasado, el Sr. Diosdado Cabello, con cara de malas pulgas, refiriendo que hay gente que se alegra por la enfermedad del Presidente, entre adjetivos hostiles, dijo que "a la oposición le conviene" que el comandante Chávez no desaparezca de la escena política. Una afirmación de esta naturaleza es más bien recurrente en los sectores gubernamentales porque hasta ahora ningún dirigente de la oposición ha dicho cosa distinta al deseo de que el Presidente recupere su salud. Se sentiría uno tentado a retar al oficialismo para que muestre un caso, solo uno, en que alguien entre los dirigentes democráticos haya expresado interés contrario a la buena salud del Sr. Chávez.
Analizado este asunto con objetividad, la conclusión a que se llega es a la de que, jugar con la posibilidad del retiro o deceso del Presidente, obedece a la estrategia del miedo que el oficialismo se ha trazado, especialmente a raíz del magnífico evento del 12-F. Pero no es nueva. Se maneja desde el año 2007 en el que Chávez tuvo su primera gran derrota al ser rechazada la reforma constitucional, de extrema importancia para él. En 2008 perdió las principales gobernaciones y en 2010 las elecciones parlamentarias cuando la oposición logró el 52% de los votos y el oficialismo, por mañosa prestidigitación, obtuvo más diputados. La táctica es evidente: hay que propalar el miedo para que los electores se alineen nuevamente con el Presidente continuista. Este miedo tiene dos pivotes: el de la inestabilidad suma, la confrontación civil, y el de la pérdida de las "conquistas sociales".
En este contexto se sitúa la declaración de Alí Rodríguez Araque[1] el 20/11/11: "Viene una batalla de grandes proporciones, una batalla pacífica, democrática, que debe ser una fiesta, pero allí se va a decidir si este proceso va a continuar o si vamos a retrotraernos a las condiciones que nos llevaron en un momento determinado a tomar las armas"
Como se nota es ésta una declaración edulcorada con veneno añadido pues implica que si Chávez pierde las elecciones ello repondrá las condiciones que en los años 60 del siglo pasado provocaron la lucha armada. ¿Es esto así? De ninguna manera pues la lucha armada fue derrotada en esos años precisamente porque carecía de condiciones justificantes: la población votó masivamente por las opciones democráticas y el ejército venezolano la derrotó por ausencia de apoyo popular. Venezuela venía de unas condiciones materiales de vida no despreciables pues la dictadura de Pérez Jiménez había impulsado un crecimiento importante y la democracia instaurada en 1958 dio lugar a un gran salto en materia social, educativa y urbana. Tanto, que la impropiamente llamada "Cuarta República" hasta hoy ha sido la generadora del progreso del país en todos sus aspectos, progreso que la "revolución bolivariana" ─ plañidera de la lucha armada vencida e ideológicamente inspirada por Cuba castrista ─ ha estado destruyendo. Basta comparar las realizaciones de la gestión democrática pasada con las del gobierno chavista en 13 años de continuismo para darnos cuenta del falaz bienestar con el que el chavismo pretende engatusarnos.
Si Chávez pierde las elecciones, o su sucesor, nada malo va a pasar. El golpe de Estado es absolutamente inviable y la confrontación civil imposible. Sólo ocurrirá la alegría de un nuevo Presidente y de un fértil nuevo comienzo democrático.





[1] Alí Rodríguez Araque, Ministro de Energía Eléctrica de la República Bolivariana de Venezuela. Antiguo líder guerrillero comunista. Apoyó a Chávez y a su fallido intento de golpe de estado del 4 de febrero de 1992.

La 'Ley de Ajuste Mexicana'

Andy P. Villa. DIARIO DE CUBA
Inmigrantes cubanos capturados en Cancún por la Marina de Guerra mexicana
(Ciudad de México) La idea que tienen los cubanos (sobre todo lo que viven en la isla y en EE UU) sobre México como país para emigrar, o para ser usado como tránsito hacia los Estados Unidos, es la peor y la más funesta. Y no es por gusto, durante años los cubanos que han entrado ilegales, o legalmente con visa temporal, o que se les ha vencido la estadía legal, han sido tratados con gran desprecio por las autoridades, han sido vejados, estafados y extorsionados.
El colmo de esta situación fue el acuerdo de deportación establecido en octubre de 2008 entre los gobiernos de Cuba y México, firmado por el canciller que posteriormente terminaría siendo defenestrado por Raúl Castro: Felipe Pérez Roque.
Ese bochornoso acuerdo migratorio es lo que ha quedado en la mente de los cubanos, junto con una infinidad de testimonios sobre las calamidades sufridas en las estaciones migratorias mexicanas. Pero, lo que al parecer nadie o muy pocos saben, porque no se comenta sobre eso ni siquiera en México, es que en abril de 2011 se aprobó en el Congreso de México la reforma más importante y que fuera el mayor logro de la administración panista de Felipe Calderón, La Ley de Migración.
Dicha ley enuncia, entre otros puntos, lo siguiente: "Respeto irrestricto de los derechos humanos de los migrantes, nacionales y extranjeros, sea cual fuere su origen, nacionalidad, género, etnia, edad y situación migratoria, con especial atención a grupos vulnerables como menores de edad, mujeres, indígenas, adolescentes y personas de la tercera edad, así como a víctimas del delito".
"En ningún caso una situación migratoria irregular preconfigurará por sí misma la comisión de un delito ni se prejuzgará la comisión de ilícitos por parte de un migrante por el hecho de encontrarse en condición no documentada".
"Hospitalidad y solidaridad internacional con las personas que necesitan un nuevo lugar de residencia temporal o permanente, debido a condiciones extremas en su país de origen que ponen en riesgo su vida o su convivencia, de acuerdo con la tradición mexicana en este sentido, los tratados y el derecho internacional".
"Protección complementaria: la protección que la Secretaría otorga al extranjero que no ha sido reconocido como refugiado, consistente en no devolverlo al territorio de otro país en donde su vida se vería amenazada o se encontraría en peligro de ser sometido a tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes"
"Los migrantes tendrán derecho a recibir cualquier tipo de atención médica, provista por los sectores público y privado, independientemente de su situación migratoria, conforme a las disposiciones legales y reglamentarias aplicables. Los migrantes independientemente de su situación migratoria, tendrán derecho a recibir de manera gratuita y sin restricción alguna, cualquier tipo de atención médica urgente que resulte necesaria para preservar su vida".
Con esta nueva ley, ningún extranjero será considerado delincuente y se le respetarán sus derechos, sin importar su calidad migratoria, origen o nacionalidad. Por el contrario, el Estado mexicano está en la obligación de atender, orientar y proteger a los migrantes extranjeros de cualquier nacionalidad.
Con esta nueva ley se interpreta que queda sin validez el anterior acuerdo migratorio de deportación entre México y Cuba. Los cubanos que lleguen a México huyendo del "socialismo cubano", violador de derechos humanos, sobre todo del derecho al libre tránsito de sus nacionales, quedarán protegidos y podrán legalizar su situación migratoria en México o dirigirse sin peligro hacia la frontera con los Estados Unidos.
La nueva Ley de Migración pone a México a la vanguardia a nivel mundial en el tema migratorio y de protección a los Derechos Humanos. Funciona para los cubanos de forma parecida que la "Ley de Ajuste Cubano" de los Estados Unidos, con la diferencia de que vale para todos los extranjeros.

Teología política

Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Los contendores republicanos están dedicando tiempo y energía a un tema de mediados del siglo pasado, el control de la natalidad. ¿Por qué? Por teología. Se han metido en teología.
La de Obama, según Santorum, no es cristiana. Dice que es una teología falsa. También ha dicho que la mayoría de protestantes ha abandonado la cristiandad. Mainline protestantism… is gone from the world of Christianity as I see it”. Santorum se guía por la teología de San Agustín, que incluye el uso de la fuerza para respaldar su interpretación de la palabra de Dios. Dejó establecido, entre los siglos IV y V, el concepto de guerra santa que siglos después sería adoptado en la Jihad musulmana. Agustín tiene una noción exclusiva de la libertad. Nadie, dice, es libre sin Dios. Quienes no lo aceptan están intrínsecamente excluidos de la libertad. Fue un libertino convertido al cristianismo ascético. Nombrado obispo de Hippo, enfatizó la represión del deseo, especialmente el sexual.
Santorum no puede estar más de acuerdo con él. El control de la natalidad, los anticonceptivos y el sexo prematrimonial, según Santorum, conducen a drogas, promiscuidad, bestialidad y degeneración. Santorum es católico al estilo de Agustín. El otro puntero, Romney, sigue una teología muy parecida. El ángel de la revelación mormona, Moroni, en el Libro de Mormón, Alma 46-35, habla de matar a quienes rechacen la causa de la libertad. Those who will not support the cause of freedom are put to death”. Menudas libertades las de Agustín y Moroni. Las teologías de Romney y Santorum, aunque de distintas fuentes, son similarmente represivas.
Ambos pasan por encima del legado de los próceres de la independencia americana. Nos dejaron un símbolo espiritual de la corriente masona prevalente entre los patriotas de la revolución. Está en el billete de un dólar. Es una pirámide trunca, con separación entre cima y cuerpo. Se refiere al desarrollo espiritual. Todo recién nacido tiene en la cabeza, bajo la piel, una zona sin hueso. Es la fontanela. También tenemos fontanela espiritual. De eso trata el símbolo masónico en el billete de un dólar. Nacemos con base corpórea, biológica. De ella se alza de un lado nuestro ser emocional y del otro nuestro ser intelectual. Deben unirse en la cúspide. La tarea de unirlos nos toca a todos y cada uno de nosotros, individualmente.
Mientras no hayamos cerrado nuestra fontanela espiritual, por allí entrarán y saldrán los vendavales de la existencia, afectando e impidiendo el espíritu. Los padres de la patria señalaron la tarea, en ese símbolo de la pirámide inconclusa, de completar nuestro ser espiritual. Los punteros republicanos parecen validar el uso de la fuerza para obligar a que esa tarea se desarrolle a su manera, la manera de San Agustín y el ángel Moroni en nombre de Dios y la libertad. La fuerza avalada por los padres de la patria es otra. Es una fuerza libre, empleada por cada uno libremente para alzar su ser emocional e intelectual, buscando su unión en la cúspide. Bajo esa unión se guarece y crece nuestro ser espiritual. Está presente en aquellos que dicen lo que sienten y sienten lo que dicen. Hablan su verdad libremente y lo hacen con amor. Su espíritu prospera.
Todos nacemos con cúspide incompleta. Somos libres para completarla o no de acuerdo a cada uno. Agustín y Moroni verían esto con horror. Para ellos ser libres es seguir a Dios sin variación, equivocación u opción. La pirámide de terminación propia no está en los esquemas de Romney y Santorum. Gingrich también auspicia el esquema de libertad obligatoria. Ron Paul, el libertario, lo rechaza.
Albergar nuestro ser espiritual, terminar nuestra pirámide de vida libremente, sin límite ni reserva, es una tarea que nos dejaron los padres de la patria, inscrita simbólicamente en nuestra moneda. Los punteros republicanos quieren hacerlo de acuerdo a sus teologías obligatorias. No ven la contradicción. Hablan como si hubiera una teología política no manifiesta en el país. Tal teología no existe.
Romney, Santorum y Gingrich auspician un esquema orquestado hacia una teocracia, mientras dicen creer en la separación de iglesia y estado. Preparémonos en esta campaña a oír y recibir conceptos políticos en nombre de Dios y la libertad. San Agustín, obispo de Hippo entre el siglo IV y el V, y el ángel Moroni de la revelación mormona a principios del siglo XIX, verían con interés lo que se propone en el siglo XXI para este país, bajo Dios, con libertad y justicia para todos. Mientras tanto el mundo, ahora realmente interconectado e interdependiente, es testigo de esta discusión medieval en el país supuesto a ser el líder de la vanguardia científica y tecnológica en el planeta.

Luis Sexto, un periodista oficialista

Mario J. Viera

Luis Sexto es ante todo un periodista oficialista, aunque se moviera con decoro sobre los pantanales de la humillada profesión periodística habitual en la llamada prensa “revolucionaria”.
Hombre de gran cultura, don bien escaso en la gran mayoría de los escribidores oficialistas, domina los mecanismos de la lengua literaria con fluidez y elegancia. La crónica literaria de Sexto se muestra en crónicas como Santiago, Sé por qué lo digo y Mi Secretaria.
En ocasiones, y no pocas, Luis Sexto repite los cliché oficialista para disminuir a la prensa libre, no sometida a un poder político: “No renuncio a repetir que el periodista, en la mayoría de los sitios habitables del planeta, es un personal auxiliar ─ directa o indirectamente ─ de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos”, dice en un artículo de opinión publicado en la página oficial de la organización oficialista de periodismo “Cubaperiodistas”; no en balde se había iniciado en el oficio de periodista en 1972. Sin embargo es capaz de cuestionarse la credibilidad del periodismo panfletario que se ejerce en los medios oficiales cubanos. Ante la pregunta sobre cuál es el papel de la prensa respondió en el XI Festival de la Prensa Escrita en Pinar del Río: “Siempre que me preguntan respondo lo mismo, ¿Cuál es el principal problema de la prensa cubana en la actualidad? La credibilidad, cuántos de los que nos ven creen en nosotros, yo no sé, es algo que no me atrevo a asegurar y ¿por qué pasa esto? Porque tenemos muchas veces la mentalidad de una prensa cómoda, y no de una prensa incómoda. La prensa es siempre incómoda cuando ejerce su papel” y ese ejercicio de “prensa incómoda” es el principal conflicto de los periodistas oficiales los que, como afirma Luis Cino, “están advertidos de que no pueden cruzar la línea que separa el dentro y el fuera de la revolución. Y como nadie se ha tomado la molestia de explicarles dónde está situado exactamente ese límite, los periodistas se sienten en el riesgo permanente de quedarse cortos o excederse”.
En este difícil juego de ajedrez de adelantar la crítica sin sobrepasarse Sexto ha sido un maestro. Ataca las justificaciones y el doble pensar de los burócratas de jerarquía: “La doble moral, sin embargo, aunque pueda ser en alguna persona un don gratuito, ha tenido un condicionamiento en nuestras relaciones sociales ─ apunta en “Escobas y alfombras” del 10 de febrero en su columna Coloquiando ─. A veces ha predominado la incapacidad para clasificar la crítica como un instrumento de la dialéctica. Y sobre todo ha faltado la flexibilidad para aceptarla. ¿Qué hacer, pues, ante quien, sentado a una mesa de preeminencia, se remueve cuando oye lo que no le gusta o no le conviene, y luego manda a callar, o cuando en vez de orientar u ordenar, manda sin el matiz que admita un reparo, una salvedad? Lo sabemos: no es la primera vez que se habla o se escribe contra esa especie de alergia crítica, cuya llaga más notable es la doble moral”. Y define la doble moral “como la carencia de moral; dos morales solo pueden caber en la amoralidad, porque no parece admisible ser leal a dos causas antagónicas como la simulación y la sinceridad”.
En esta que fue su penúltima crónica, Sexto se atreve a enfocar una velada crítica a las más altas luminarias del poder:
Últimamente, y en particular en la reciente Conferencia del Partido, hemos aludido con insistencia a la crítica y, sobre todo a la ética. Y quienes han aludido a la ética saben que esta trasciende la palabra misma y, sobre todo, supera la firma de un compromiso. Un compromiso que ha de suscribirse, sobre cualquier rúbrica, haciendo coincidir leyes y conducta, esencia y apariencias”; y agrega: “Si alguna vez fuimos permeados, de una u otra manera, por la doblez, si algunos creímos útil decir sí pensando en no, hoy, en cambio, Cuba y su empeño socialista requieren de sujetos para los cuales la verdad no se cubra con un mosquitero o se eche debajo de la alfombra”.
Más estentóreo continúa: “Si hiciéramos un examen a conciencia desnuda, posiblemente repararíamos en que algún gramo del polvo de ayer se ha convertido en barro de hoy. No tengo la intención de exagerar, ni generalizar. Pero la historia no necesita de amplias retrospectivas, de tiempo acumulado, para mostrarnos lo que en un momento resultó un mal paso, o para demostrarnos que lo que antes creímos provechoso, quizá ahora sea erróneo. De esa demanda de la actualidad, de ver qué es y qué no es, qué resulta conveniente o negativo, provendrá la efectividad en nuestra actualización”.
Quizá el cronista había, para los censores de la prensa, cruzado la línea donde se inicia el más allá, un Rubicón peligroso, no aceptado dentro de la conjunción de la crítica con la ética. Quizá fueron fuertes las críticas que recibiera de las alturas por causa de sus sutilezas ideológicas obligándole a anunciar su retiro:
Los maestros del periodismo recomiendan que si alguna vez se abre una columna —espacio regular en su frecuencia, y caracterizado por los temas y un modo personal de enfocarlos y expresarlos—, es conveniente también cerrarla en términos estrictos. Esto es, respetar a los lectores, pocos o muchos, hasta el último día e informarles que el autor se retira del escenario prefijado”.
¿Respetar a los lectores? Así de manera relámpago pone fin a su columna, aunque aclarando: ¿Me han pedido acaso que ponga el punto final? He de aclararlo, por si alguno piensa en clave de censura. Y, créanme, he tenido por el contrario que argumentar mi decisión para convencer a quienes incluían cada viernes mis textos en JR”. No, él no cierra porque se lo hayan pedido, dice, justifica, sino porque ya pesaba excesivamente a su edad “la obligación de concebir, relacionar y publicar los temas, como los esperaba hasta hoy el lector”.
En Cuba para entender lo que se dice hay que leer entre líneas, como hay que hacer también leyendo que él “intentó interpretar el periodismo revolucionario como un instrumento crítico desde el ejercicio de la opinión, conducido por la honradez y los propósitos constructivos”. Interpretó mal, el periodismo “revolucionario” (entiéndase oficialista) no se conduce por la honradez, ni por el ejercicio de la opinión.
Leyendo lo que no escribe de modo directo sino lo que se oculta tras las palabras que no se pronuncian en su crónica final se capta un tono de despedida forzada más que un voluntario renunciar a una labor que más que oficio o profesión es un fuego que consume a quien la ejerza, a la que jamás se renuncia:
Escribir ha sido mi vocación. No escribo por vanidad, aunque algún colega o lector lo haya dicho o pensado. Me ha movido la convicción de que el periodismo no es oficio de pavo real, sino acto de servicio. Y por ello he pretendido escribir con efectividad, pero también con mesura, para edificar y convocar
Es quizá un romántico del socialismo, de un socialismo idealizado, imposible dentro de los cánones del marxismo-leninismo. En su crónica del 15 de diciembre, “Ver, oir, pedir cuentas” dice: “Aspiro, pues, a la consolidación de la democracia participativa en que la opinión del pueblo influya y controle a quienes solo deben ser sus servidores”. Aspiración, si sincera, peligrosa en un estado totalitario, y dice que el mayor equívoco de la prensa a su modo de ver “es permanecer callada, como si por su lado pasaran las distorsiones y los problemas sin saber que pasan”, aunque reconociendo a la prensa como instrumento del Partido la califica como “brazo auxiliar del control popular sobre los actos de quienes administran y gobiernan”. Pero su dualidad periodista-propagandista le impone la necesidad de colocar el parche antes de que salga el forúnculo: “No podré decir, sin embargo, que cada día son más los actos negativos que los positivos. No lo podré afirmar, porque no es verdad. A uno también le consta que cada día se multiplican las acciones constructivas. Si no fuera así, ¿qué razón habría para que Cuba continúe en pie, desafiando hostilidades y maniobras, retando la satanización de medios externos y de chismes internos?”
“Ser o no ser” es el conflicto del príncipe Hamlet, es también el conflicto acuciante, terrible, incómodo, estresante de los periodistas cubanos adscriptos a los órganos oficiales de manipulación mediática.

El fin de Coloquiando: ¿una retirada a tiempo?

Luis Cino Alvarez

LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -El pasado 17 de febrero, el veterano periodista Luis Sexto anunció que dejará de hacer Coloquiando, la columna que cada viernes, durante casi diez años, escribió en el diario Juventud Rebelde.
La explicación de Luis Sexto de que está  viejo y se siente agotado resultaría   razonable en circunstancias de más normalidad, sólo que en la prensa oficialista nada es razonable ni normal. Y menos ahora que los Jefes piden hacer otro tipo de periodismo, que sea diferente pero no demasiado.
El fin de Coloquiando resultó sorpresivo y desconcertante, porque si alguien en la prensa oficial parecía capaz de hacer el periodismo “crítico pero responsable” que demandan los Jefes para estos tiempos de “actualización”, ése era Luis Sexto.
O tal vez no. En el artículo “Dialéctica y audacia”, del  7 de marzo de 2008, para aconsejar a la alta dirigencia ser audaz e inteligente en “la realización de los cambios que permitan la supervivencia del socialismo”, Luis Sexto se deshizo en disculpas antes de  escribir: “Los problemas que hemos de solucionar han surgido, sobre todo, por errores y desviaciones de algunos de los llamados a solucionarlos”.
En honor a la verdad, no eran muchos en la prensa oficial los que se atrevían a hacer tales señalamientos. Ahora tampoco.
Los periodistas oficiales están advertidos de que no pueden cruzar la línea que separa el dentro y el fuera de la revolución. Y como nadie se ha tomado la molestia de explicarles dónde está situado exactamente ese límite, los periodistas se sienten en el riesgo permanente de quedarse cortos o excederse.
Ahora mismo, los periodistas oficiales, asaeteados a diestra y siniestra, son obligados a caminar por un campo minado, sin hoja de ruta y con los ojos vendados. Las perentorias  exhortaciones a la transformación que les llegan “de arriba” sólo contribuyen más a la confusión y al peligro.
Tal vez el punto final puesto por Luis Sexto a Coloquiando sea una retirada pudorosa y a tiempo.    Pero no hay que descartar que Sexto se sienta realmente agotado. ¿Imaginan el dilema de ser crítico y a la vez apologista? ¿Suponen el esfuerzo de estar con un pie en la realidad y el otro en el discurso oficial?
Recientemente,  José Alejandro Rodríguez, quien compartía profesionalidad, decencia  y página del periódico Juventud Rebelde con Luis Sexto, tuvo que someterse a una operación a corazón abierto en el CIMEQ. No es para menos.
Muchos ya hemos empezado a echar de menos la columna de Luis Sexto. A pesar de la ansiedad que nos causaba todo lo que  dejaba sin decir, decía a medias o sólo sugería. A veces, luego de sopesar las consecuencias, como quien no quiere las cosas, lo decía. De un modo casi gótico de tan ambiguo, pero lo decía.  Y eso no es poco mérito en una prensa donde tantos alabarderos y plumíferos  prefieren repetir el corito de la propaganda oficial.
En lo personal, admiro el oficio y elegancia de Luis Sexto desde hace años, cuando escribía en la revista Bohemia. Pero entonces se preciaba de ortodoxo. Últimamente, aunque trataba de decir lo mismo, pero de otra manera, solía coincidir con sus opiniones. Sólo que me torturaba  su exceso de  prudencia cuando opinaba sobre asuntos  como la tenencia de tierras, los bajos salarios, la doble moneda y la baja productividad.
Luís Sexto hizo lo que pudo con destreza, dignidad y decencia, esas virtudes tan raras en la Cuba de hoy. Y eso es algo que sus lectores siempre le agradeceremos. Si descansar de Coloquiando es por su bien, pues sea.
 

Monday, February 27, 2012

La soberbia en el “perdón”

Mario J. Viera
No le quedaba otra posibilidad. Su condena a la libre expresión de la opinión, obtenida mediante la genuflexión de jueces sometidos al Ejecutivo, había recibido la repulsa internacional. Toda la prensa del mundo, salvo la sometida a los gobiernos autoritarios, denunciaron los mecanismos represivos que en Ecuador se han instrumentado en contra de la prensa no sometida. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se había expresado en rechazo a la sentencia que se dictara en contra de el diario EL UNIVERSO de Guayaquil así como en contra del exeditorialista Emilio Palacio y los directivos del diario, Carlos, César y Nicolás Pérez.
Panamá concedía el asilo diplomático a Carlos Pérez y su ministro de relaciones exteriores Roberto Henríquez, responde a las quejas presentadas por la cancillería ecuatoriana que planteaban que el presidente panameño también en varias ocasiones se ha quejado de supuestos abusos de la prensa. Aunque existe “cierta afinidad” entre Panamá y Ecuador, diría Heríquez, en cuanto a que “los medios (...) a veces no son objetivos, hacen ataques injustos y a veces permiten incluso a columnistas y a ciudadanos expresarse de una forma denigrante y sin pruebas contra altos funcionarios” mostró la diferencia entre los dos gobiernos: “Pero quizá la diferencia está en que en nuestro Gobierno no hay ni un solo periodista demandado por ningún funcionario de alto nivel ni del presidente (...) yo creo que la diferencia está en la forma cómo el Gobierno ecuatoriano actuó ante estas quejas, de ataques a veces muy duros que se le hacen a los funcionarios públicos”.
Dos días atrás Correa expresó su desacuerdo con el comunicado del Centro Carter que mostraba la preocupación de varios expresidentes americanos y personalidades de la región que integran el Grupo de Amigos de la Carta Democrática Interamericana en relación a la condena a EL UNIVERSO y a la situación de la libertad de expresión en Ecuador, según reportara el propio diario EL UNIVERSO. Para el mandatario la opinión de los expresidentes estaba influida por el desconocimiento que los mismos tenían de la realidad ecuatoriana, la misma excusa que acostumbran a usar los Castro para referirse oblicuamente a la “realidad” de su propio poder.
Impulsado por la presión internacional, Correa ha decidido dar marcha atrás a las sanciones penales y civiles en contra de EL UNIVERSO, pero sin abandonar su insolencia y su prepotencia. “Nunca quise ese juicio” mintió Correa, toda la campaña que realizó en torno a la demanda, su rechazo a la propuesta del diario a recoger la opinión del presidente, en ejercicio del derecho de réplica, en su páginas; su oposición a la CIDH cuando el 11 de noviembre dijera: “La CIDH nos pide información sobre un juicio en marcha... Están abusando de su poder” o cuando hace solo unos pocos días dijera: “A mí qué me importa lo que diga la Comisión”, para agregar ofuscado: “Qué me importa la opinión de la Relatoría, si lo que Ecuador firmó fue la Convención, no los reglamentos que se les ocurrieron a estos señores donde se arrogaron funciones”; todo esto indica a las claras que Correa sí quería el juicio; y aunque afirme que nunca buscaba “quebrar a alguien, lo único que buscamos y así lo dijimos es la verdad”, la verdad es que quería hacer quebrar al diario para dar un ejemplo y mostrar lo que podría sucederle al que fuera capaz de criticarle acervamente.
Su tono cesáreo, su úcase zarista, su urbi et orbi desde el Palatino de Carondelet, se expresa en la concesión de perdón que la circunstancias le ha obligado a hacer:
Aunque sé que muchos quieren que no se haga ninguna concesión a quienes no lo merecen, así como tomé la decisión de iniciar este juicio, he decidido ratificar algo que desde hace tiempo he decidido en mi corazón (...) perdonar a los acusados, concediéndoles la remisión de las condenas que merecidamente recibieron, incluyendo a la compañía El Universo; también he decidido que desistiré de la demanda que propuse en contra de los autores del libro El Gran Hermano
No tuvo más remedio que rectificar pero su explosivo narcisismo no le permite aceptar que el mundo le había condenado y que estaba obligado a aceptar la presión internacional.

El Alto Costo de los Presidentes-Payasos

Carlos Alberto Montaner. FIRMAS PRESS
¿Cuánto cuestan los presidentes-payasos? Primero, ¿qué es un presidente-payaso? Se trata de esos tipos que tienen una idea circense de la función pública. Creen que han sido elegidos para entretener, no para servir y cumplir con las leyes. Hablan nueve horas, cantan, insultan, dicen barbaridades.
Fidel, por ejemplo, cuando actuaba en la pista mayor del gran circo habanero, acusó a Estados Unidos de desviar los huracanes hacia la Isla. Muchos años más tarde, su discípulo Hugo Chávez aseguró que el terremoto que destruyó medio Haití fue un arma secreta probada por el Pentágono en el Caribe. Todo vale para salir en los papeles y para generar noticias.
Uno de los rasgos más notorios de los presidentes-payasos es su candorosa irresponsabilidad. No advierten, o no les importa, el daño que les hacen a sus países. Viven tan pendientes del aplauso y del titular de primera plana, que son incapaces de calcular o prever el costo de sus acciones. Incluso, sucede algo más grave: sus compatriotas suelen reírles las gracias sin percatarse de las adversas consecuencias económicas generales que acarrea tener como rostro visible de la sociedad a un presidente-payaso.
Un caso reciente es el del presidente ecuatoriano Rafael Correa. Correa acaba de armar un espectáculo absolutamente mediático con su demanda triunfal de cuarenta millones de dólares contra un respetado diario, El Universo de Guayaquil, que acabará confiscado o clausurado por una crítica columna de opinión publicada por Emilio Palacio.
Los propietarios del diario, además, como el autor del artículo, fueron condenados a tres años de cárcel y tuvieron que exiliarse antes de acabar tras las rejas. Durante las semanas que duró el sainete, Correa mantuvo en vilo al país y a la prensa internacional, generando una enorme cantidad de información, culminada en una manifestación muy fotogénica encabezada por él el día de la sentencia, con velas incluidas.
¿Qué fue lo que trascendió de este lamentable show? Muy sencillo: que Ecuador es un país poco fiable en el que no vale la pena invertir. Es una sociedad amable, desgraciadamente administrada por un gobierno poco serio. Se trata de una nación “bananera”, de acuerdo con el editorial del Washington Post, en la que “tras cuatro cambios de jueces, un magistrado temporal asume el caso, ordena una vista, y 33 horas después emite una resolución de 156 páginas, probablemente escrita por un abogado de Correa”.
A los dos días de la trágica payasada contra El Universal, un panel especial administrado por la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya, emitió un laudo provisional a favor de Chevron, a reserva de un fallo posterior, para detener una sentencia ecuatoriana que condenaba a la empresa petrolera a pagar miles de millones de dólares como compensación por un discutido daño ecológico infligido al país hace varias décadas por otra compañía.
Chevron, según su testimonio, descubrió pruebas de fraude, corrupción y, como en el caso de El Universo, que la sentencia había sido escrita por los demandantes y no por el juez encargado de dictarla. El sistema judicial ecuatoriano, presumiblemente, estaba podrido y funcionaba como un brazo de los deseos y caprichos de la presidencia de la República y como una fuente de enriquecimiento ilícito dentro de las alcantarillas del poder.
Todo eso es carísimo. En los tiempos de la globalización y de la información instantánea, los presidentes están obligados a cuidar la marca-país con el mismo celo con que los empresarios tratan de proteger el prestigio de las compañías que dirigen y los productos que manufacturan.
Los países y las ciudades proyectan ciertas imágenes muy importantes para la toma de decisiones. Existe un baremo internacional (The Anholt-GfK Roper Nation Brands Index) que mide y contrasta la calidad de la imagen de las naciones y, lógicamente, Ecuador aparece por los suelos. Por eso los capitales se refugian en Zurich y huyen de Quito.
Ello significa que cuando Rafael Correa gana 40 millones de dólares por medio de detestables trucos legales ─ aunque luego los asigne a una causa caritativa ─, no sólo arruina a una familia y a centenares de trabajadores de El Universo, sino, además, perjudica a todos sus compatriotas. Con esos escándalos, los ecuatorianos pierden miles de millones en inversiones que nunca se van a hacer, o en negocios que no se llevarán a cabo, porque nada hay más importante que la seguridad jurídica para cualquier inversionista serio del planeta, y en Ecuador no hay siquiera vestigios de ese fundamental clima institucional.
Los payasos, sin duda, son criaturas adorables, pero es muy conveniente mantenerlos alejados de la política. Cuestan demasiado. 

NOTA DE EL FANTASMA
El presidente Rafael Correa acaba de anunciar que ha solicitado la anulación del fallo contra el diario EL UNIVERSO.
Aunque sé que muchos quieren que no se haga ninguna concesión a quienes no lo merecen, así como tomé la decisión de iniciar este juicio, he decidido ratificar algo desde hace tiempo decidido en mi corazón (...) perdonar a los acusados, concediéndoles la remisión de las condenas que merecidamente recibieron”, dijo Correa al leer la carta, reseñó AFP.
Indudablemente la reacción del presumido y bocón presidente ecuatoriano no se debe a un acto de dignidad propia sino debido a la presión internacional que se ha ejercido en cuanto a las sanciones dictadas por jueces plegados a favor del mandatario en contra de EL UNIVERSO.

El suicidio de los precandidatos

Sabina Covo. EL NUEVO HERALD

Inteligencia, liderazgo, carisma, hoja de vida, estudios, un pasado limpio de corrupción, moral, ética y diplomacia son algunos de las cualidades que se esperan de un presidente de un país como Estados Unidos. Y veinte debates republicanos han dejado más claro que el agua que ninguno de los precandidatos que se están postulando en ese partido cuenta con las cualidades ni con las políticas necesarias para aspirar al puesto ejecutivo más importante de este país. Ni en políticas económicas, ni en políticas sociales, y menos en política exterior llegan a ser coherentes. ¿Cuál pudiera ser presidente?
¿El que se llenó de dinero cerrando empresas y evadiendo impuestos, o el que quiere que todos tengamos infinidad de hijos o nos abstengamos de tener relaciones sexuales, o el que se ganó la vida asesorando empresas públicas que dejaron en la ruina a muchos, o el que quiere cerrar el ejército de Estados Unidos? Deberían irse todos juntos a administrar la construcción del muro que quieren hacer entre Estados Unidos y México (¡otra barbaridad dicha por ellos!), que seguramente esto lo harían mucho mejor que administrar una nación.
Primero se dedicaron a decir que la economía estaba en pésimo estado. Al ver que la economía comenzó a mejorar, decidieron cambiar su discurso y enfocarse en políticas sociales, como el uso de anticonceptivos, el aborto, la inmigración y los valores de esta nación. Valores que, según ellos, son violados por el Presidente. El precandidato Rick Santorum hasta trató de implicar que los valores cristianos del presidente Obama se relacionaban con anticristianismo.
“El impulso suicida”, así lo ha catalogado Dana Milbank, editorialista del Washington Post, al referirse a las políticas de los candidatos republicanos con respecto a los hispanos. Ellos se creerán que los hispanos somos tontos y olvidamos fácil, seguramente. ¿Creerán tener superioridad racial? Pero seamos más críticos: el impulso suicida parece más un impulso de asesinato de republicanos contra políticas republicanas.
¿A quién se le ocurre hoy en día, cuando hay sobrepoblación mundial y escasez de alimentos, decir que las pastillas anticonceptivas son inmorales? Pues nada más y nada menos que al puntero de los precandidatos republicanos: ¡a Santorum! Los anticonceptivos no solo protegen contra la posibilidad de traer al mundo un niño en el momento no indicado sino que además los dermatólogos los prescriben para la piel, los desajustes hormonales y otras enfermedades. La inmoralidad no está en usar dichas pastillas, con las que muchos republicanos moderados están de acuerdo, está en no educar a nuestros jóvenes.
Claro que Santorum no es el único que pareciera desconocer la realidad social de un país, ahora resulta ser que siete estados (la Florida incluida) han demandado la ley de salud una vez más, por el hecho de que los seguros médicos deban ofrecer cobertura de píldoras anticonceptivas diciendo que esto viola la primera enmienda de la Constitución de Estados Unidos ¿Acaso las compañías de seguro, por cubrir las píldoras, obligan a la gente a tomarlas? ¿O es que solo las mujeres que pueden pagar $100 al mes por una caja de pastillas tienen derecho? No hay derecho a que haya un grupo de señores retrógrados que no saben lo que es parir un hijo decidiendo por las mujeres, si pueden o no usar píldoras. Eso sí que viola la primera enmienda.
En los precandidatos republicanos no solo brillan por su ausencia las realidades para mejorar la economía del país sino que continúan proponiendo políticas fracasadas, además de ahora someterse al escrutinio de la lupa de las generaciones más jóvenes, que no queremos políticas sociales de hace 100 años que en nada se adaptan a una globalización tecnológica de acceso a información. La realidad del planeta ha cambiado. Bienvenidos al 2012.