Wednesday, February 8, 2012

Conflicto Iglesia-Estado

Mario J. Viera
El Obispo de Peoria, Illinois, Daniel R. Jenky
Ni el Estado, ni la Iglesia tienen derecho a imponer a la ciudadanía normas éticas. Muchos consideramos que el aborto es una práctica criminal; millones opinan lo contrario. Para muchos el tema del aborto es de carácter ético; para otros tantos no se enmarca dentro de la ética sino dentro del plano de la libertad individual de decidir si acepta o no recurrir a la interrupción del embarazo.
Muchos consideran que el acto sexual dentro del matrimonio está dirigido únicamente a la concepción, al acto de la reproducción, en tanto que una inmensa cantidad de personas consideran que la concepción se basa en la decisión propia, entendiendo el sexo como la manifestación definitiva del erotismo humano dirigido a la búsqueda del placer mutuo entre dos amantes.
Muchos entienden que el homosexualismo es una aberración del instinto sexual y la negación del fundamento de la reproducción solo posible en la pareja hombre-mujer, mientras que una gran mayoría de especialistas, psiquiatras, sexólogos, biólogos y médicos consideran que las preferencias sexuales no pueden ser consideradas como desviaciones inmorales sino como una condición congénita del individuo.
Gran parte de la humanidad practica el sexo extramarital. Para evitar consecuencias desagradables ─, embarazo no deseado, prevención de enfermedades de transmisión sexual ─ muchos hacen uso de los contraceptivos y de los condones. Muchos matrimonios se deciden por los anticonceptivos como medio de planificar su familia.
Estos conceptos dentro del credo judeo cristiano pueden asumir, asumen, graves desafíos a la voluntad divina. Anatema es lo mismo el homosexualismo que el onanismo; anatema es la fornicación como el sexo solo por placer.
El Estado no puede imponer prohibiciones que atenten contra la libertad de elección de los individuos. Si el Estado prohíbe el aborto, aunque nos desagrade su práctica, estaría entrometiéndose en la intimidad de las personas que se consideran dueñas de su cuerpo. La lucha contra la práctica del aborto se limita a la acción de la sociedad por medio de campañas educativas y de conciencia a partir de principios éticos no desde la legislatura.
La Iglesia a su vez carece de todo derecho de imponer sus conceptos morales y sus dogmas a toda la población. La sociedad en el mundo occidental no es únicamente cristiana ─ católica o evangelista ─ o musulmana, es un conjunto complejo de credos y opiniones. Si los gobiernos deben de abstenerse de imponer fundamentos ideológicos a la Iglesia, esta tampoco puede exigir imponer al gobierno y al Estado sus fundamentos doctrinales.
La Iglesia católica puede condenar como pecaminoso el sexo extramarital, la prevención natal, el homosexualismo pero no puede colocarse por encima de la Ley para imponer sus dogmas a todos, a sus fieles y a los que no comulgan con su fe.
El Estado tiene que legislar para toda la nación, para creyentes, agnósticos, libres pensadores y ateos, homosexuales y heterosexuales concediéndoles a todos iguales derechos e iguales deberes. Si el Estado ha dictado una ley para que los seguros que deban co-pagar los empleadores para sus empleados incluyan cobertura de anticonceptivos, esterilización y fármacos abortivos, la Iglesia, si funciona como empleadora no tiene ningún derecho a prohibir que sus empleados ─ que pudieran no ser parte de su rebaño ─ reciban un seguro que cubra lo que la Iglesia, menos ellos, considera demoníaco.
No se trata de conculcar la libertad de religión; se trata de defender la libertad de conciencia, la libertad de todos aquellos que no creen en la Iglesia católica, o en cualquier otra denominación, para optar por los beneficios que ellos consideren respondan al ejercicio de su derecho de selección. La Iglesia, en lugar de jugar a la Inquisición bien puede confiar en sus feligreses y hacer campaña evangelizadora para convencer al resto de sus empleados a no caer “en pecado”. Es bueno aclarar, no obstante, que hay una muy buena cantidad de católicos practicantes, que emplean anticonceptivos, hacen sexo extramarital y, muchas católicas hasta recurren a la interrupción del embarazo por medio del aborto; y sin olvidar que hay muchos, muchísimos de sus pastores que practican las relaciones extramaritales, el homosexualismo y hasta la pederastia.
El Obispo de Peoria, Illinois, Daniel R. Jenky, se muestra indignado por el seguro de marras, cree que “Si estas normas se efectuaran realmente, podrían llevar al cierre de cada escuela, hospital y ministerio público de nuestra Iglesia, lo que quizá es su intención subyacente”. Esta es una conclusión muy festinada y su intención subyacente es cerrar escuelas y hospitales que administra la jerarquía católica dejando sin empleo a numerosos trabajadores con tal de aferrarse a sus normas morales solo exigibles dentro de la Iglesia para sus fieles.
Lo que está perfectamente claro ─ señala el empurpurado ─ es que se trata de un ataque patente contra los derechos de la Primera Enmienda de cada creyente católico”. Conclusión también festinada. Los católicos conservadores pueden tener ese tipo de seguro que no les obliga al empleo de anticonceptivos, abortivos o al propio aborto; eso pueden hacerlo libremente los que no se sientan comprometidos con algún credo religioso.
Con la luz de un Tomás de Torquemada en su mirada, pide que se “introduzca la oración de San Miguel Arcángel en las Intercesiones Generales del Domingo, antes de la oración de  conclusión (...)  el invencible arcángel de Dios quien dirige las huestes celestiales y los enemigos de Dios serán finalmente derrotados”.  
¡Ah, si ese mismo vigor, esa misma pasión para oponerse a una ley considerada indigna la tuvieran los obispos cubanos y reclamaran la oración de San Miguel para que los enemigos de Dios en Cuba, los Castro y su Estado represor, sean “finalmente derrotados”!
Realmente considero, que detrás de la cacareada defensa de la Primera Enmienda hay algo más que un simple celo moral, un interés marcadamente político a favor del ultra conservadorismo republicano y tea partisano lo que se trasluce cuando dice que “son principalmente los laicos los que deben tomar el papel líder en la acción política y legal, como vuestro obispo es mi clara responsabilidad convocar a nuestra iglesia local al combate espiritual y temporal...”
Debo confesar que soy católico, pero la jerarquía de mi Iglesia no me acaba de convencer, ni aquella de Cuba que le hace el juego al castrismo, ni esta de Estados Unidos que se declara en desobediencia civil en contra de un seguro que ampara a todos los empleados ─ sean o no sean católicos, estén empleados por la Iglesia o por el sector privado ─ que quieran usar métodos de prevención de embarazos. Como no visto sotana ni me doy golpes de pecho digo lo que pienso; y porque no vivo en el siglo XV, sino en el XXI, digo lo que me dé la gana porque es mi derecho de opinar. ¡Quiera Dios que no me excomulguen!

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