Wednesday, February 1, 2012

Cuestión de gustos

Sergio Muñoz Bata. EL NUEVO HERALD

Como suele suceder en épocas de profunda crisis económica, cada vez que las viejas certezas empiezan a resquebrajarse el debate sobre cómo salvar al mundo del desastre se reaviva.
La semana pasada, durante el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, se dio un debate sobre el futuro del capitalismo que básicamente enfrentaba las visiones de quienes defienden el modelo de teoría económica formulado por Fiederich Hayek y los que abogan por el modelo de John Maynard Keynes.
Los hayekianos creen que el gobierno debe disminuir sustancialmente su papel como rector de la economía y dejar que el mercado dirija su marcha. Abogan por ofrecer más protección fiscal a los más ricos porque, según ellos, mientras más dinero ganen más dinero tendrán para invertir en empresas que producirán más empleos y más riqueza para todos gracias al famoso goteo que, según dicen, algún día beneficiará hasta a los de abajo.
Los keynesianos piensan que la reactivación de la economía solo podrá ser permanente cuando el gobierno juegue el papel preponderante que le corresponde reforzando las regulaciones que pueden prevenir el fraude y sobre todo los abusos que propiciaron la crisis económica actual y que afectaron directamente el bienestar económico de la gente común y corriente.
El mismo debate también ha resurgido en Estados Unidos y la vieja confrontación entre el modelo económico de Franklin Delano Roosevelt en los años 30 y el de Ronald Reagan en los 80 sigue hoy más viva que nunca al reinscribirse en el actual proceso electoral.
Por un lado, están los simpatizantes del “capitalismo salvaje” que creen que el individualismo debe estar por encima de la solidaridad; que quieren un gobierno reducido a su mínima expresión; que abogan por la reducción a los impuestos, incluyendo una reducción mayor a la carga fiscal del 1% más rico del país y que se oponen al sistema de sanidad universal. Entre los defensores de esta corriente están los dos aspirantes a la candidatura presidencial republicana, Mitt Romney y Newt Gingrich.
En el lado opuesto están quienes, sin hacerlo explícitamente, abogan por un “capitalismo con rostro humano” ligeramente parecido al capitalismo vigente en todos los países europeos incluyendo a los más conservadores; que exigen que el gobierno juegue un papel más activo vigilando el respeto a las reglas del juego para evitar el abuso; que piensan que no es justo que los multimillonarios paguen porcentualmente menos impuestos que una persona de la clase media y que creen que tener un sistema sanitario con cobertura casi universal es apenas justo y necesario. Obama ha adoptado este tipo de plataforma para su campaña de reelección.
Curiosamente, en un artículo reciente, un reportero de Los Angeles Times detallaba cómo vive una pareja de obreros alemanes con un ingreso de 40,000 dólares anuales con el fin de compararla con su contraparte en Estados Unidos. A sus 50 años de edad, esta pareja de obreros alemanes tiene casa propia y ya pagada en un pueblo cercano a Frankfurt. La colegiatura en la universidad en la que se educaron sus dos hijos adultos nunca pasó de 260 dólares el semestre. Casi no tienen deudas, cuentan con un excelente sistema de salud gratuito, con seguridad laboral y acceso gratuito a programas de actualización profesional. Anualmente la pareja toma entre 5 y 6 semanas de vacaciones que aprovechan para viajar por Europa.
¿Y los estadounidenses? Bueno, lo primero que descubrió el reportero es que para tener un estándar de vida ligeramente parecido al de los alemanes, los estadounidenses tendrían que ganar por lo menos el doble. Que ninguna universidad estadounidense cobra tan poco dinero como las alemanas; que el seguro médico cuesta mucho dinero y la atención sanitaria sin seguro tiene un costo prohibitivo. Que en este país la seguridad laboral es cosa del pasado y que nadie en Estados Unidos en edad laboral tiene 5 o 6 semanas de vacaciones.
Así las cosas lo que yo me pregunto es: ¿cómo es posible que todavía haya estadounidenses que siguen pensando que viven en el mejor de los mundos posibles y les horroriza pensar en vivir como el señor y la señora Kruger de Frankfurt?

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