Saturday, February 4, 2012

El golpe de Chávez el 4 de febrero de 1992. Mis vivencias

Martha Colmenares[1]
A propósito de un aniversario más de la asonada militar que el 4 de febrero de 1992  intentara derrocar al gobierno de Carlos Andrés Pérez por un grupo de militares sediciosos dirigidos por el Teniente Coronel Hugo Chávez, reproduzco este artículo aparecido en Diario Las Américas el 4 de febrero de 2008.

La Casona, residencia de la familia presidencial
Se desató el fuego parejo hacia la residencia defendida por el Batallón de Custodia, la DISIP y la Policía Municipal de Sucre, algunos de ellos muertos, que se fajaron con valentía. Los insurrectos usaron armamento de mayor potencia del que contaba la defensa de la residencia presidencial.
Aunque, milagrosamente, muchas bombas y granadas lanzadas, aparecieron sin explotar según los reconocimientos realizados por los expertos en explosivos de la guardia civil: quedaron pasmadas en el interior de la casa, en los alrededores de la fuente frente al llamado Patio Rojo y sobre los techos de las habitaciones del área privada.
La llamada casita, el lugar destinado para la oficina, para cumplir las labores como su directora, y para el personal a mi cargo, quedó como un colador por los tiros. Recuerdo que unos colegas, cuando me llamaron a mi despacho para enterarse sobre la situación y si yo estaba bien, a mi teléfono privado, les atendió el militar que asaltó la residencia, el teniente Miguel Rodríguez Torres.
Con Chávez presidente, ocuparía el cargo de Director de la DISIP. Actualmente, es Coronel y el Sub director de la Academia Militar de Venezuela.
Lo reseñaría el periodista Jesús Eduardo Brando en la edición especial del periódico El Nacional de ese día: “…el informante llamó nuevamente esta vez al despacho de la asistente de prensa de la señora de Pérez la periodista Marta Colmenares, pero le atendió alguien que sólo se identificó como el Capitán Rodríguez. El oficial le aseguró que doña Blanca estaba bien y que no tenía de que preocuparse para colgar inmediatamente’’.
El sedicioso con teléfono en mano y sentado en mi cómoda silla de espaldar alto, se comunicaba e incluso por ahí aceptaba pactar la tregua solicitada por el Teniente Coronel Bacalao, el Comandante del Batallón de Custodia de La Casona, y jefe de la guarda de la familia presidencial, para atender a los heridos de lado y lado. Por cierto, “Ríndase Doña Blanca, ríndase”, le decía Bacalao a la en ese momento, primera dama, Blanca Rodríguez de Pérez.

Doña Blanca Rodríguez de Pérez, fusil en mano defendió La Casona
La Primera Dama venezolana, esa honorable mujer, será recordada por su coraje, en ningún momento se planteó rendirse, y así está inserta en la historia. Con una hermana mayor, una hija, dos nietos de menos de 4 años, y algunos allegados. El presidente Carlos Andrés, acababa de abandonar la casa, para dirigirse al palacio presidencial, cuando comenzaron los ataques.
En Venezuela, había una situación de confusión y malestar en el sector militar. Su mayoría involucrados en este golpe, unos directa o indirectamente.
No se sabía quién era quien: oficiales y suboficiales traidores los hubo por montones (aún esconden su participación pero el tiempo los va develando).
Lo que fue determinante para que se diera el golpe en contra del Gobierno de Carlos Andrés Pérez, legal y legítimamente constituido. En este arroz con mango privaron razones políticas en el ejército, es indudable: el brazo armado de la política son las fuerzas armadas. Pero con una gran diferencia: ahora con el régimen de Chávez, la adulación es el mérito más importante de un militar.
Conservo las fotos de los daños causados a La Casona y sin verlas las llevo registradas en mí claramente sin esfuerzo alguno. Los hechos dejaron secuelas en mí. Los afiches de mi despacho que colgaban en las paredes, serie de gráficas de la pareja presidencial o de la Primera Dama en sus diversas actividades amanecieron arañados o lacerados.
Por el ancho de la ranura presumo que lo hicieron a punta de bayoneta, así con el mismo delirio del plomo parejo que se desataba: el combate entre las fuerzas leales y los sublevados era intenso. Más por parte de los sublevados que de los leales. ¡Quién podría imaginar que hasta los reclutas, muchachos muy jóvenes del regimiento Guardia de Honor entrenados para ser mesoneros también tomaron las armas para defender La Casona!
Esa mácula de odio dejada ahí, me asombró muchísimo. Ese odio de éstos hacia esos personajes, y posiblemente hacia quienes también ahí posábamos, con digno orgullo.
Ahí estaba la crónica del trabajo que se había hecho: nuestras visitas a los Hogares de Cuidado Diario, Programa de Estado para enfrentar la pobreza, entrega de sillas de ruedas, nuestras idas a los barrios, no sólo en Venezuela. En la oportunidad de ir a Río de Janeiro y Sao Paolo en Brasil lo único que conocimos fueron las favelas entre kilómetros y kilómetros de miseria.
Ni se diga de las fotografías del archivo sacadas de sus sobres para ser pisoteadas. Igualmente quedaron con las huellas de esas botas militares con cierre lateral en piel un tanto húmedas y llenas de polvo marca UNIFORMEX.
En el Fuerte Tiuna, se iniciaron las acciones golpistas, en las comandancias generales del Ejército y la Armada. Y en la base aérea Francisco de Miranda en La Carlota, a cargo del teniente coronel Joel Acosta Chirinos. Denominada por los insurgentes como Operación Zamora, la cual incluía la toma de los medios de comunicación, que no pudo materializarse. Y en otras ciudades también se sublevaron.
El gobierno tuvo que enfrentar la insurrección haciendo uso de unidades de policía, del batallón de infantería Simón Bolívar, de la 31 Brigada de Infantería, algunas unidades blindadas del batallón Ayala, del destacamento 51 de la Guardia Nacional, y de aviones Bronco, Tucán y F16.
Las tropas leales retomaron el Palacio de Miraflores a las 4 a.m., del 4 de febrero; y así, el para ese momento Jefe del Estado, Carlos Andrés Pérez, retornó al Palacio. Se habían rendido los golpistas.
En otro de mis escritos (algunos de ellos recopilados en mi sitio de Internet) en relación a este infausto día para la democracia venezolana, en la versión 2004 de “Recuerdos de un día aciago”, hago mención en relación a la participación decisiva para salvar tanto la vida del Presidente como la de la democracia, quien quedará para la posteridad con sus méritos y créditos en esta gesta heroica:
En el periódico El Nacional una foto “de Jesús Castillo ilustraba el reportaje de Víctor Rodríguez: “La larga noche del Presidente”, relato desde el arribo de CAP a Maiquetía, hasta su llegada a Venevisión, pasando por el momento de ser sacado del Palacio por el Jefe de la Casa Militar, Mario Ivan Carratú, protagonista de esta historia, testigo fiel del trayecto y sus horas, cuando se defendía la democracia venezolana. CAP daba su primer mensaje sin protocolo ni Bandera de Venezuela ni edecanes como backing al fondo. Al cabo de unas horas, ya en su despacho durante su tercer mensaje se retomaba la majestad presidencial y veíamos a un Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas firme anunciando que la situación se estaba normalizando rápidamente”.
Por cierto, tiende a generalizarse el referirse a la fecha como intentona golpista. Es un error. Fue un golpe de estado, ahora que haya fracasado es otra cosa.
El 4 de febrero de 1992, es el ejemplo más didáctico cuando del delito de rebelión militar se trata. Cifras oficiales determinaron 14 muertos, 53 heridos, 1.089 militares detenidos y cuantiosas pérdidas materiales. Aunque versiones extraoficiales inicialmente daban un estimado de 50 muertos y más de 100 heridos.
Sin embargo, el Teniente coronel Hugo Chávez y demás golpistas, responsables de un hecho consumado, reconocido, con pruebas, con utilización de los recursos militares del Estado (guarniciones, batallones, armas, tanquetas, aviones), con muertos, heridos y daños y con rendición, fueron objeto de toda clase de prebendas.
Tampoco tuvieron violaciones procesales en sus juicios. De hecho fueron indultados o sobreseídas sus causas. La democracia de entonces, respetó sus derechos.
Al día de hoy, sus autores disfrutan de grandes fortunas al tomar luego el gobierno electoralmente y han ocupado y ocupan cargos relevantes.
Chávez ha convertido el 4 de febrero en una fiesta nacional y glorifica la fecha como “El Día de la Dignidad”. Los venezolanos de la democracia sentimos con dolor ese día aciago para Venezuela.
Algunos advertimos que se avecinaba la desgracia para nuestro país. Como ven, Hugo Chávez alcanzó la presidencia y un infausto proyecto revolucionario tiene al país derruido. Tampoco nos extraña que en nuestros días, su nombre ocupe los titulares del mundo al declarar que los asesinos en potencia, la banda narcoterrorista FARC, es un proyecto político respetable y solicitar que sea retirada de la lista de terroristas del mundo.
Ese es Hugo Chávez. Aunque era difícil predecir que se constituyera en una amenaza para el continente americano y el mundo.
 
 


[1] Martha Colmenares es venezolana, directora del Grupo 11 “Queremos saber”, por la justicia de los crímenes y presos por razones políticas desde 1999 y contra el terrorismo. Asesora de imagen, con amplia experiencia en relaciones presidenciales y de relaciones públicas. Escritora y analista. Desde su libro “La Otra Piel. Síndrome del Diálogo”, intentó descorrer el plano convencional de lo nunca comentado, que llegara a comprender el plano interior verdadero. Una experiencia que se traslada a su actual sitio en Internet, una nueva faceta, donde los hechos conmueven o cautivan. Ahora se define ¡Bloggera!

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