Arturo Alvarado. EL HERALDO.hn
Se reconoce con el adjetivo de profesional a una persona que ejerce una profesión, ya sea un empleo o trabajo que requiere de conocimientos formales y especializados. Para llegar a ser profesional la persona tiene que cursar estudios ─ por lo general, terciarios o universitarios ─ y contar con un diploma o título que certifique los conocimientos adquiridos.
Sin embargo, la calificación de profesional no solo está vinculada a los conocimientos o al título que ostenta la persona, sino que también se puede referir a las cualidades como la ética, la responsabilidad y la excelencia en el desarrollo de sus actividades, por lo que muchas veces decimos “tal persona es un excelente profesional que contribuye al desarrollo de nuestro institución”.
Desde el año 1982 en que Honduras regresó a la vida democrática con la asunción a la Presidencia de la República del doctor Roberto Suazo Córdova, en Honduras ha surgido una nueva clase, que podemos denominar “políticos profesionales”, es decir personas que se han dedicado a la política como profesión durante gran parte de su vida. Igualmente, se ha dado el fenómeno que los viejos líderes entrenan a sus vástagos para que al momento de su retiro, por situaciones de edad, los puedan reemplazar en los cargos que desempeñan. Generalmente, esta casta política se especializa en ser diputados al Congreso Nacional.
La mayor parte de nuestros diputados son profesionales y por lo tanto tienen los conocimientos que están directamente relacionados con su profesión. No obstante lo anterior, no existe dentro del pénsum académico, una especialización en la carrera política, que sirva para complementar los conocimientos de la profesión que ostenta la persona y prepararla para desempeñar sus responsabilidades como político. En esta forma, podríamos mejorar la calidad de desempeño de nuestros políticos y lograr la transformación que necesita nuestro país para emprender la ruta del desarrollo económico y social sostenible y equitativo.
Los políticos están supuestos a ser personas que ocupan un cargo para servir a la nación y buscar el bien común, definido este como aquello que es de beneficio para la generalidad de los ciudadanos. Pero cuando las personas entran a la política con la intención de beneficiar su propio interés personal y el de sus aliados, entonces el país y la población en general sufren las consecuencias y esto es axiomático.
Cuando una persona entra a la política tiene que invertir su propio dinero y buscar contribuciones de empresarios y personas con recursos. Si tienen éxito y logran ocupar el cargo buscado, el primer paso es tratar de recuperar el dinero invertido y luego pagar, mediante favores, a los que con gestos bondadosos, contribuyeron a su campaña. En otras palabras, la política se vuelve un medio para lograr el fin de acumulación de riqueza y poder y eso los convierte en políticos profesionales.
Ser un político profesional no tiene nada de malo, siempre y cuando la persona se comporte correctamente en su cargo. Esto es lo que una especialización en la carrera política podría lograr. No se trata de enseñar materias cursadas previamente sino que inculcar los atributos que deberían ser requisitos indispensables de todo político.
Se debería enseñar que es malo mentir, para que abandonen esa práctica inveterada de prometer el cielo y la tierra como parte de su campaña, sin ninguna intención de cumplir. También hay que enseñarles ética, para que se comporten con moral y principios, así como honestidad para el manejo transparente y eficiente de los recursos públicos.
Se debe crear conciencia sobre la necesidad de respetar el Estado de Derecho, cumpliendo la ley y aplicándola indiscriminadamente para los que delinquen; el combate a la corrupción y como trabajo práctico, que conozcan los cinturones de miseria, que visiten los centros de educación y de salud para que conozcan las realidades de la mayoría de la población.
Como contraparte, la mayoría de los hondureños deberíamos actuar y rechazar en las urnas aquellos políticos profesionales que no llenan los requisitos mínimos. Cuando los ciudadanos no tienen el valor ni el coraje de dar un paso al frente para exigir lo que es correcto y rechazar lo malo, entonces deben aceptar con resignación su triste destino. Luchemos por un país donde todos tengamos esperanzas de un mejor futuro.
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