Tania Díaz Castro
Plato con hojas de moringa |
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -Rafael vive en Alamar, reparto situado al este de La Habana. Trabaja como un mulo hasta caer la tarde, en una brigada de la construcción. Es joven y fuerte, y los sábados y domingos siempre tiene a su chica para bailar, aunque sea sin música y en el muro del Malecón.
Su tía Berta me contó que hace unos días, cuando se sentó a la mesa a comer, se quedó como absorto contemplando unas hojitas muy verdes, casi transparentes, redondas y desconocidas totalmente para él, mezcladas en la ensalada con la lechuga y el tomate.
-¿Esta yerba qué es, tía? ¿Una brujería?
-Claro que no, muchacho. Son hojitas de moringa.
-¿Morin… qué? –, preguntó sorprendido.
La tía le explicó que se trata de un nuevo producto vegetal, que se vende en los organopónicos del Vedado y en el de la Zona 6 de Alamar, donde ella pudo ver un gran letrero que explica sus propiedades: contiene vitaminas, minerales y mucha proteína… Hasta sirve de laxante. El mazo sólo cuesta dos pesos cubanos, y cinco pesos un pomo de polvo de moringa para condimentar las comidas.
-Prefiero una buen pedazo de carne de vaca bien asada, tía, y come tú la moringa. Yo no necesito ir al baño.
-No hay bistec, tú lo sabes. Además, la producción de moringa es un proyecto de Fidel. Es algo muy bueno, hijo.
El joven comenzó a apartar con paciencia las hojitas de la comida. No quiso decir más nada para no contrariar a su tía, que lo había criado; así que guardó silencio.
Cuando lo llamó por teléfono un amigo, lo primero que hizo fue preguntarle si él comía moringa. La tía se mantuvo atenta.
-¿Qué te contestó?
-Me dijo que yo estaba loco y me colgó el teléfono.
-Qué falta de respeto con Fidel Castro, Dios mío ─ exclamó la anciana ─. Más tarde voy a llamar a la mamá de ese amigo tuyo. Seguramente ella no sabe todavía que, ahora con la moringa, ya no hace falta comer bistec.
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