Friday, February 10, 2012

Sin cabeza

Américo Martín. Desde la cima del Ávila. ABC DE LA SEMANA

I
El diputado del PSUV Rodrigo Cabezas ha ordenado a la militancia oficialista que no vote en las Primarias del domingo 12 de febrero. Sólo en un país como el nuestro, tan acostumbrado al absurdo, se puede tomar sin sorna esa incongruencia, tanto más si emana de un alto dirigente oficialista. “Teatro del Absurdo”, llamaron al de Eugene Ionesco porque describía la ridícula existencia humana en un entorno donde las personas no eran capaces de comunicarse lógicamente, unas con otras. Y lo primero que sugiere la inquietud del diputado Cabezas es precisamente la absurda ausencia de lógica.


Se supone que los seres humanos – y hablo de casi todos lo que me leen ─ no necesitan que se les ordene no votar por quien consideren enemigo. Es lo natural, lo que se da por supuesto sin mayores explicaciones; y por eso resulta tan sorprendente la orden que acaba de dictar Cabezas, desordenando de paso el universo de la lógica. Si en lugar de presentar políticas para lo que deba hacer un partido, su dirección se dedicara a disponer que no se acaten cada una de las miles emanadas de decenas de rivales sobre miles de asuntos, es casi seguro que la militancia enloquecería antes de conocer por fin lo que se propone su propia organización.
Como nadie en el PSUV ni en el gobierno contradijo o desestimó el dicho de Cabezas, ni irrumpieron camilleros portando camisas de fuerza, tenemos necesariamente que aceptar el carácter oficial de la declaración de marras. Y si así fuera, no es Cabezas quien ha perdido la ídem sino el movimiento al que pertenece.
A menos que hubiera una poderosa razón que lo justificara. Y un examen cuidadoso de las recientes decisiones adoptadas por el presidente permite detectar cuál pudiera ser esa razón. Su nuez, desde luego, es el miedo

II
Chávez quiso creer que para evitar el supuesto fracaso de las primarias, la oposición moriría en un consenso fuertemente influido por los viejos partidos. No analizó ni quiso analizar señales de a puño que le hubieran servido para encontrar una brújula en buen estado. La conducta de los partidos y organizaciones civiles favoreciendo la más amplia consulta y permitiendo que la estructura electoral de primarias se configurara con independientes, desde la CEP hasta las Juntas Regionales en los 24 estados, ya comunicaba una fuerte señal de autonomía del proceso. Pero lo mejor vendría después: los precandidatos desplegaron una formidable actividad en sana competencia que les proporcionó brazos largos en los más apartados rincones. Al calor de esa competencia, los electores han ido encontrando diferencias en el marco de la unidad y del programa mínimo común, que han ido perfilando el voto consciente, en medida desconocida en Venezuela.
Dentro de las inevitables confrontaciones que la pasión electoral despierta, el debate entre los aspirantes ha sido ejemplar. Un juramento firmado por todos ellos los obliga a respetar el resultado de las primarias e inmediatamente respaldar con todo al ganador.   Estamos a tres días de la histórica decisión de escoger por voto popular el o la candidata que asumirá la misión de derrotar a un poderoso Creso, con conocidas limitaciones físicas contrarrestadas por su infinito deseo de seguir usufructuando el poder. El problema que lo castiga es su obra deplorable y a la sazón impopular.

III
Asisto a una reunión donde se nos habla de la más reciente encuesta de Datanálisis. Capriles luce ganador con el dato adicional que su caudal se incrementó en 10 puntos, de donde se infiere que el grueso de la votación de López no sufrió mengua al ser endosada. Pero ninguno de sus rivales ha dejado de trabajar, particularmente Pablo Pérez y María Corina Machado. En esfuerzo sobrehumano, Pablo acentúa su perfil popular y muestra un rostro de firmeza que lo ayuda mucho. María Corina es un verdadero hallazgo. Aparte de sus confrontaciones con el presidente y el gobierno, ejecutadas sin desmelenarse ni perder la serenidad, se revela como un factor fundamental en el futuro próximo. Y aunque Diego y Pablo Medina se encuentran en escalones inferiores, no por eso han dejado de posicionarse en espacios importantes y de asumir un interesante liderazgo.
Estos previsibles resultados permiten asegurar que el 12 de febrero no habrá perdedores. Todos y las corrientes que representan, se han ido fortaleciendo. Si antes podía decirse que no hay quien se le enfrente a Chávez, ahora sobran quienes pueden hacerlo.
 Ahora, lo esencial pasa a ser lo que sucederá una vez definido el candidato de la oposición. Las campañas suelen dejar heridas pero en este caso no tendrían por qué hacerlo. Los “derrotados” estarán en el tren del cambio, como figuras notables junto a las que ya teníamos. Y si tienen la obligación moral de respaldar al que resulte electo, éste deberá utilizar su enaltecida posición para facilitar acuerdos y profundizar alianzas.
Si Capriles obtuviera la mayoría en la totalización y fuera proclamado por la CEP, lo primero que debe hacer es consolidar la unidad de la oposición escuchando a los aspirantes que no tuvieron su suerte. Y lo mismo habría que pedirle a Pablo o a María Corina si, contra lo que esperan muchos, fuera alguno de ellos el favorecido por la fortuna.

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